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El centenario de un desastre

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En 1918 se inició un desastre considerable. En primer lugar, los vencedores parecían únicamente contemplar las ventajas posibles a corto plazo, y se las arreglaron para romper nada menos que cuatro grandes vinculaciones económicas, correspondientes a los imperios austriaco, ruso, alemán y Francia. Predicaron el nacionalismo económico, acompañado del intento del pago de cuantiosas sumas, sobre todo a Alemania. Proteccionismos industrializadores asomaron su cara por doquier. Todo ello provocó crisis económicas considerables.

Esto se unió con un intento, en Rusia, de considerar que era posible crear una sociedad socialista, con una economía adecuada, orientada por el "Manifiesto comunista" de 1848. Intento que, a inicios de la III Internacional, pasó a causar mil estropicios, no solo en el ámbito del Imperio Zarista, sino en mayor o menor grado, en toda Europa. Por supuesto Bela Kuhn, intentó algo parecido en Hungría, y en Alemania hubo posibilidades de triunfos paralelos a los del partido bolchevique, con la revolución de Liebknecht, y el famoso grupo comunista denominado Espartaco y los planteamientos de Rosa Luxemburgo. Pero, además, en Renania avanzó el movimiento separatista alentado por Francia, que había ocupado el Ruhr, como compensación por la imposibilidad de hacer frente al pago de las reparaciones. Una inflación colosal motivó el derrumbamiento del mercado. El índice de precios al por mayor pasó de 100 en 1913 a 250 en diciembre de 1918, a 800 en noviembre de 1919, a 1.440 en diciembre de 1920 y el progreso se aceleró: en diciembre de 1922 pasó a 147.500 y en diciembre de 1923 a la cifra tremenda de 1.260x109.

Para escapar de esa situación errática, las empresas buscaron huir del mercado, a más de integraciones verticales. Pensemos, por ejemplo, en la creación del conglomerado hierro-acero-carbón-electricidad, la Siemens-la RheinelbeSchuckert-Union. Stinner llegó así a reunir, en una serie de mayoritarios o minoritarios conjuntos, 1.535 empresas diferentes. Añádase que la industria de bienes capitales perdió sus bases en Lorena, en la Silesia Superior, y en el Sarre. Este caos en una gran potencia, esencial en el conjunto de Europa, como Alemania, provocó en el imperio ruso, en el de los Balcanes, y de forma derivada, en el de Italia, Francia e Inglaterra, la reacción permanente que conduciría a la II Guerra Mundial.

Todo esto se generalizó y pareció dar paso a la difusión de ideas socialistas. Alarmado por ello, Keynes, en su famoso ensayo The end of laissez-faire, publicado en 1926, pero cuyos puntos esenciales se encuentran ya en la conferencia que pronuncia en Oxford en 1924, dijo entonces, desde el punto de vista científico, -lo que para mí puso una losa definitiva sobre la tumba de la posibilidad de la existencia de un progreso económico, derivada del triunfo del socialismo- que ese socialismo con raíces en Marx, "ha de permanecer siempre como un portento para los historiadores de su afinidad, quienes se encuentran para siempre con la cuestión de cómo una doctrina tan ilógica y tan torpe puede haber ejercido de modo tan poderoso y duradero una influencia sobre las mentes de los hombres y, a través de ellos, sobre los acontecimientos de la historia".

Y así surgió una realidad, a partir de 1918 que en Rusia condujo a Stalin, en Alemania a Hitler, en los Balcanes, a unas tensiones que aun permanecen, y que, en 1930, con la Gran Depresión y ese ambiente, generó cambios en toda la Tierra, porque Estados Unidos por un lado, y Japón por otro, enlazarían con estas tensiones surgidas en Europa.

¿Y en España? La crisis económica que se genera en 1918 tuvo el acompañante de un intento socialista de imitación que se liquidó solo parcialmente, pero que en parte se explica por la depresión económica que se vive, como lo prueba que, en pesetas de 1950, el PIB por habitante había sido en 1913 de 13.562'5 y en 1918 de 12.918'7. Añádase que en marzo de ese año sucedió a un Gobierno de García Prieto, uno de Maura, que duró hasta noviembre, y de ahí se derivó otro, de García Prieto, que no llegó a un mes, siendo sustituido por otro del Conde de Romanones, que dimitiría en abril de 1919, al que siguió hasta julio de 1919 otro de Maura. La crisis de la Restauración en 1918 había surgido, completada con un poderoso movimiento anarcosindicalista en Cataluña.

No fue, no, 1918 el año de un inicio de maravillas. Por el contrario, como señaló mi maestro Johan Åkerman en su Estructura y ciclos económicos (Aguilar, 1960), "lejos del armisticio, ... desde diciembre de 1918 a la primavera de 1919", siguieron tras "graves conflictos obreros" en "la primera crisis de tiempo de paz del otoño de 1920, por la que se provoca la depresión general de 1921-1922".

Mucho enseña la observación de las circunstancias de este centenario de 1918. Pero, sin ir más lejos, muchos políticos catalanes influidos del mito nacionalista, muchos dirigentes políticos, aun creyentes en las ventajas de una economía socialista, no parecen haberse enterado de aquel acontecimiento histórico. Celebramos el centenario de un desastre, impulsado por separatismos y socialismos.

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