Firmas

La inflación y la fuerza de la costumbre

Foto: Archivo

Los economistas de los bancos centrales son probablemente los únicos que no entienden por qué no se anima la inflación, habiendo como hay crecimiento. Porque, para los que formamos la "tropa" -inversores, consumidores y economistas que viven en el mundo real-, hay explicaciones de sobra.

El otro día apuntaba una bastante poco ortodoxa, centrada en la economía norteamericana, porque es la que más crece y donde llama más la atención la moderación en los precios. Decía que, además de otros factores deflacionistas como la revolución digital o el nuevo modelo energético, se está generando un nivel de desigualdad que está creando dos clases sociales muy diferenciadas y, en consecuencia, dos economías. En una aumenta el poder adquisitivo y el poder de negociación salarial, mientras que, en la otra -mucho más numerosa- no ocurre ni lo uno ni lo otro. A partir de ahí es más fácil entender la evolución actual de casi todas las variables económicas, incluida la inflación.

Hoy vamos a darle nuevas pistas a los banqueros centrales, que ayudan a entender por qué no acaba de repuntar la inflación. Y, por cierto: me refiero a la inflación subyacente, que es la que importa a medio y largo plazo. Y la "pista" se llama expectativas de inflación.

La economía tiene mucho de sociología y de psicología. No son todo números y el economista que se la plantee de una forma exclusivamente numérica cometerá errores. Especialmente en los mercados.

Las expectativas de inflación no son sólo un concepto, son un "ratio" que, por cierto, les encanta a los banqueros centrales y está basado en la información que llega del mercado de bonos.

Es la diferencia entre el tipo de interés de un bono a un determinado plazo y su equivalente ligado a la inflación. El resultado nos dice donde piensa el mercado que estará la inflación en el futuro. Es, por lo tanto, un número y, en el caso del bono a diez años, no acaba de levantar cabeza, lo que significa que el mercado de bonos no ve inflación por ningún lado.

Ahora bien, siendo muy importante lo que diga el mercado de bonos, debemos asegurarnos de que sus datos reflejan la realidad y plantearnos también cuáles son las expectativas de consumidores y empresarios. Especialmente los primeros, porque cuando los consumidores interiorizan que en el futuro se podrá comprar más barato entramos en un espacio en el que es muy difícil subir precios. Y más en medio de la revolución en la que estamos inmersos, donde uno de los signos de identidad es la competencia salvaje en materia de precios. La respuesta la tienen en el Black Friday, el Ciber Monday, el Single´s Day y el siguiente "día" que buscarán los vendedores en el armario anglosajón de los descuentos. También la tienen en el incremento de ventas de los distribuidores online.

El Black Friday y compañía no se explican sólo por nuestra tendencia a tratar de parecernos a los norteamericanos (pese a criticarlos sin descanso, por cierto), tiene tanto éxito porque significa una cosa: rebajas. Los comerciantes lo saben. La gente lo sabe. Y todos esperan a las rebajas, unos a la hora de gastarse dinero en publicidad y los otros a la hora de hacer compras importantes en importe o en volumen.

Por su parte, el éxito del comercio online no se debe sólo a que "mola" comprar desde un ordenador o un móvil. El interés principal por aprender a utilizar el comercio electrónico está en que se ahorra dinero. En otras palabras: la gente está acostumbrándose a que mañana podrá comprar más barato, especialmente si lo hace en internet.

Cuando yo era pequeño lo "normal" era que cualquier cosa estuviera más cara al cabo de un mes. Ahora no existe ese temor. Se está "perdiendo la costumbre" de que suban los precios. Es un lujo que ya sólo se pueden permitir los monopolios y el Estado, pero eso tiene más que ver con el chantaje que con la economía.

Todo lo anterior es de suma importancia para empresarios, consumidores, ahorradores e inversores porque la inflación es la variable con mayúsculas en la economía y en los mercados.

Las expectativas de inflación serán quienes marquen, junto con el proceso de revolución digital y energética, o la evolución de la desigualdad económica, el cuándo y el cómo del cambio en la evolución de los precios. Y estos, a su vez, afectarán desde a la remuneración de los depósitos hasta a la de las bolsas, pasando por las ventas de las empresas y la capacidad de compra de los consumidores.

Así que, además de estar atentos a los números, es bueno estar atentos a los aspectos psicológicos y sociológicos de la economía. Normalmente no se entiende lo uno sin lo otro.

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