
Durante años hemos estado escuchando análisis y opiniones sobre la torpeza del gobierno y de su máximo responsable a la hora de resolver la crisis institucional de Cataluña. Rajoy es la mayor fábrica de independentistas, se decía. Se supone que la conclusión era fruto de sus acciones intimidatorias hacia quienes defienden el derecho de autodeterminación de los catalanes, aunque esa máxima coincidiera sospechosamente con las críticas en sentido opuesto sobre su insoportable inacción inmovilista.
Las dos apreciaciones son imposibles para juzgar a un mismo dirigente, pero ahí han estado conviviendo durante los cinco años que ha durado esta pesadilla separatista y antiespañola.
La disolución de las estructuras de poder que los independentistas han ocupado durante los últimos tiempos demuestra el calado de la operación que pusieron en marcha aquél septiembre de 2012, y no antes por mucho que se nos trate de engañar también con esto. Como ya se ha escrito en esta misma tribuna, desde el recurso contra el Estatut y la sentencia del Tribunal Constitucional anulando una ínfima parte de su articulado, hasta aquella Diada histórica del millón largo de participantes, pasaron dos años y medio en los que ningún nacionalista de CiU planteó proceso alguno.
Es más: el recién elegido president Artur Mas gobernó con el cómodo apoyo del denostado PP, necesario para aprobar sus presupuestos catalanes. Fue exactamente en el otoño de 2012 cuando empezó esta locura insensata e ilegal que estos días toca a su fin, y que ha terminado siendo la mayor fábrica de defensores de la unidad de España que se recuerda en muchas generaciones por estas tierras ibéricas.
La mayor confusión de esta etapa del 155 en Cataluña la están induciendo los mismos que llevan años falseando todo tipo de realidades. El ex presidente Carles Puigdemont puede pedir asilo en Bélgica, pero sólo en un gesto que sería considerado una declaración inamistosa y una invitación a la ruptura de relaciones podrían concederlo sus autoridades. España no es ningún país dictatorial en el que se persigue a alguien por sus ideas. Resulta inaudito comprobar cómo ha anidado esa confusión intencionada en los medios y en las redes. Resulta descorazonador que sea necesario explicar por qué la figura del asilo no cabe en modo alguno en el caso del defenestrado líder catalanista. Pero ahí están los expertos, empleándose a fondo en ello.
Ahora la ANC acepta que los partidos independentistas concurran a las elecciones legítimas y legales para "ratificar la república catalana". Las falsedades continúan, pero esta vez los incautos ya no van a ser engañados con tanta facilidad. Han ocurrido demasiadas cosas en esa Comunidad Autónoma tan castigada por sus dirigentes, y no han caído en un saco roto. Traducir el mayor número de votos que los no independentistas tuvieron en 2015 en un mayor número de representantes es la tarea ardua que esas formaciones deben marcarse para estos dos meses de recuperación de la normalidad.