
La alcaldesa de Barcelona ha cuadrado el círculo. Todos nos preguntábamos como lograría compaginar su negativa a transgredir la ley el 1-O y no comprometer a los funcionarios municipales con su anunciada pretensión de colaborar en la consulta, tal y como le pedía Puigdemont. Una calculada ambigüedad que según se acercaba la fecha de la convocatoria resultaba más difícil de sujetar. Y Ada Colau en un alarde de contorsionismo político ha conseguido soplar y absorber al mismo tiempo, si bien sus tragaderas con el independentismo han superado con creces a la capacidad de sus pulmones para expulsar el aire tóxico.
El acuerdo alcanzado con el president, según el cual no cederá los locales municipales para el referéndum pero se hará la tonta cuando la Generalitat los abra con ese fin, le permite regatear a la justicia manteniendo su apoyo a la votación permaneciendo así en ese pretendido limbo de no pedir el voto a favor ni en contra de la independencia. Una maniobra forzada cuyo retorcimiento ya apuntó maneras cuando etiquetó a conveniencia con el término "movilización" la consulta ilegal. Piruetas así solo son posibles en esta Cataluña del surrealismo político.
A Puigdemont le vale con hacerse la foto y Colau evita que se le manifiesten frente al Ayuntamiento los 'indepen' que de aquí al primero de octubre estarán sobreexcitados. La alcaldesa de Barcelona firmó además la famosa carta abierta dirigida al Financial Times (como si el tabloide británico fuera el árbitro de esta contienda). Miren por donde ese periódico se despachaba horas después con un editorial en el que afirmaba sin ambages que el 1-O no legitima la independencia y hacía un llamamiento al sentido común. En esa famosa carta que firmaron juntos Colau, Puigdemont, Junqueras y Forcadell le reclamaban a Rajoy un diálogo sin condiciones. El término diálogo sonaría bien si la demanda fuera sincera y no la aceptación de sus lentejas como ellos lo entienden.
Es obvio que nunca debimos llegar al punto que hemos llegado y que ha faltado grandeza política por ambos bandos y diálogo del de verdad, pero el imperio de la ley es innegociable y el soberanismo,además de purgar a los suyos que tenían dudas del procès, se ha pasado por el forro el Estatut y el reglamento del Parlament dándoles el mismo trato de 'cochambre democrática' que la Constitución que ampara lo que despreciativamente llaman el Régimen del 78. Estamos hablando de la Carta Magna que aprobaron entusiasta y masivamente más del 90% de los catalanes.
Como será el desvarío que el monologuista de cabecera de ERC, Gabriel Rufián, manifestó este fin de semana en un mitin que Franco no murió en la cama un 20 de noviembre, sino que morirá el primero de octubre en una urna catalana. ¿Se puede decir mayor majadería?
El independentismo trata de vender que su consulta no es una cuestión de identidad e impulso secesionista sino de apertura democrática. Un discurso tramposo que no se compadece con esa Ley de Transitoriedad que dibuja su deseada República Catalana sin separación de poderes y cargada de tics autocráticos. Los niveles de calidad democrática que describe son tan bajos que parecen más propios de una República bananera que de un territorio de la Unión Europea.
En ese afán por lograr que el plebiscito, que ha sido diseñado y convocado unilateralmente y que ellos mismos arbitran porque, tenga la mayor apariencia de normalidad posible están ahora empeñados en animar el voto de los del no. Necesitan de forma perentoria que las urnas que logren sacar a la calle recojan al menos unos miles de votos en negativo y no debiéramos descartar que los propios 'indepen' los metan de tapadillo para darle credibilidad. Como ellos se lo guisan y ellos se lo comen les será fácil.
Mientras tanto la batalla se libra en todos los frentes especialmente en el judicial, al que paradójicamente no ha dudado en acudir Oriol Junqueras cuando tras anunciar que no rendiría cuentas al Estado le han intervenido la caja. Solo les vale la justicia cuando les conviene. A Junqueras no le están favoreciendo los últimos movimientos del procès y puede que Puigdemont no sea el único que se queme a lo bonzo el 1 de octubre. La única que gana de momento es Ada Colau. Ella proclama que irá a votar con la misma convicción que afirma que el referéndum carece de garantías y que ni será efectivo ni puede ser vinculante. Y se entiende con Puigdemont con la misma soltura que le afea en público el que descargue toda la presión sobre los ayuntamientos. Colau logra nadar y guardar la ropa para ganar puntos ante el previsible adelanto electoral. Los frutos de su ejercicio de contorsión se verán a partir del 2 octubre. Si antes no se rompe una vértebra.