
Llegar a la presidencia de una entidad financiera por amistad con el presidente del Gobierno es una circunstancia que marca una época. Sin experiencia en la gestión bancaria. Lo que ocurría en aquellos años 90, antes con el PSOE y después con el PP de Rato y Miguel Blesa, sería inconcebible en la España de hoy, que ha retrocedido en muchas cosas pero en la exigencia de limpieza ha ganado enteros de forma muy importante. El declive de Blesa: de cobrar 3,5 millones a pedir ayuda a su hermano y no poner la calefacción.
Que Aznar eligiera a su antiguo compañero por la amistad que entre ellos nació en su etapa académica es directamente proporcional a la elección que en otros momentos se hizo de Hernández Moltó para la Caja de Castilla La Mancha o de Narcís Serra para Caixa Cataluña. Méritos profesionales ninguno. Amiguismo cien por cien.
En la hora de su desaparición se hacen muchos análisis de la figura de Blesa. Durante 13 años él tuvo un poder absoluto sobre la gestión de la caja madrileña, lo que supone hacer ese poder extensivo a otros muchos resortes de la vida pública del país. A su mano venían a picotear empresarios, políticos, sindicatos y asociaciones de muy distinto perfil. Blesa recibía gustoso en la Asamblea general y en el Consejo de Administración a enviados especiales del PSOE, PP e IU, de los sindicatos y asociaciones varias que eran derivados a la Caja cuando estorbaban en sus respectivas organizaciones y se les pagaban sus servicios con retiros dorados regados a golpe de tarjetas de crédito de libre disponibilidad.
Pero también influía en la política, algo de lo que no habrá jamás pruebas, claro. El principio del fin de Rafael Simancas en los pocos días en que fue presidente de la Comunidad de Madrid in pectore fue la entrevista radiofónica en la que aseguró que lo primero que haría al llegar a la Puerta del Sol sería relevar a Blesa. Pocos días después, dos diputados de su propio grupo se ausentaban en la constitución del parlamento regional y le dejaban sin poder siquiera estrenar mandato, al que habría accedido pese a ser derrotado con claridad en las urnas. ¿Causa-efecto? Si la hubo, nunca podrá demostrarse.
Incluso en sus momentos más aciagos su influencia era decisiva. La trifulca jurídica que mantuvo con el estrambótico juez Silva se saldó con una inhabilitación. De todos los procesos e investigaciones en los que se vio envuelto, por muy graves que fueran las consecuencias de su gestión o la incomprensible compra del banco de Florida, el uso de las tarjetas opacas de Caja Madrid y la venta de participaciones preferentes como productos bancarios convencionales han sido su puntilla ante los ojos de la opinión pública. Los españoles, de izquierdas o derechas, mayores o jóvenes, no pueden admitir que se justifique de la forma que lo hizo el uso de medios de pago sin justificar en una entidad rescatada después con miles de millones de dinero público. Y menos aún el engaño a familias enteras que confiaron su dinero a la caja para que estuviera seguro, encontrándose con todo lo contrario.
Los balances de su trabajo al frente de la que fue cuarta entidad financiera del país se agolpan desde ayer. A punto de cumplir 70 años, Blesa ha fallecido en terribles circunstancias por lo que el respeto a la persona debe ser lo primero, como así están entendiendo los grupos políticos.