Firmas

El futuro que nos acecha

  • La buena evolución de la cifras macro no termina de trasladarse a las micro
El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro. Foto: Reuters

El Gobierno esta encantado. Cada mes la Encuesta de Población activa le proporciona una satisfacción y lo mismo ocurre con las cifras de crecimiento. El PIB, que los pronósticos previos al actual ejercicio situaban en el 2,3% lleva camino de superar generosamente el 3%. El turismo va de cine hasta el extremo de acariciar la cifra récord de 75 millones de visitantes. Nada parece ensombrecer las perspectivas de esta industria salvo que pueda enfermar de éxito.

Si miramos la balanza comercial la evolución resulta espectacular. De los 50.000 millones largos de déficit que registraba en el 2011 hemos pasado a los menos de 20.000 del año pasado. La crisis brutal que padecimos a partir del 2008 puso las pilas a decenas de miles de emprendedores que se buscaron la vida fuera ante la atonía del consumo interior. El resultado es que vendemos mas que nunca y en los mercados mas recónditos del planeta. Tal es la potencia exportadora de nuestro país que la tasa de cobertura sobre las importaciones supera ya con creces el 90%.

Datos macro de los que hay que felicitarse y que ya se encargan de recordarnos insistentemente los miembros del ejecutivo con su presidente a la cabeza. No desaprovechan oportunidad alguna de destacar estos logros como si fueran en exclusiva propios orillando la influencia positiva de los manguerazos de Banco Central Europeo o el impulso del petróleo barato para atribuir el mérito de este ciclo virtuoso a su reforma laboral.

Les cuesta en cambio reconocer el lado oscuro de esa polémica normativa que, no solo abarató el despido, estimulando en primera instancia las rescisiones de contratos, sino que dinamitó la negociación colectiva acentuando la devaluación salarial muy por encima de lo que la mejora de la competitividad exigía. El resultado es que la buena evolución de la cifras macro no termina de trasladarse a las micro, no al menos con la determinación requerida para corregir la precariedad que sufren amplias capas de la población.

Con sus matices hasta el presidente de la patronal ha venido a reconocer públicamente la necesidad de subir los salarios y abandonar la senda de la subsistencia en la que están atrapados millones de ciudadanos de este país.

Por alentadora que resulte la fuerte recuperación del mercado inmobiliario la realidad es que los sueldos que cobra la inmensa mayoría de la gente joven no suelen dar ni de lejos para embarcarse en la compra de una casa. La alternativa es alquilar pero los precios, que la crisis había modulado, están subiendo en los últimos años de forma galopante hasta hacerlos casi inaccesibles de no mediar alguna fórmula de protección pública. Así ni se animan a abandonar el nido familiar y mucho menos a tener hijos con el consiguiente impacto en la pirámide de población. Este es un asunto capital que, de no invertir pronto la tendencia, tendrá efectos devastadores sobre el sistema público de pensiones y la propia economía nacional.

El cortoplacismo mas rampante parece presidir la acción del gobierno y en gran medida la de la oposición. Una suerte de política pronta que impide pensar más allá del siguiente acontecimiento en ciernes o de la próxima cita electoral. Mientras los países mas avanzados diseñan estrategias para competir en un futuro repleto de incógnitas aquí gastamos las energías en el día a día creando problemas en lugar de resolverlos. No se está trabajando, ni tan solo pensando, en el modelo de país que nos permita mantenernos en primera linea del concierto internacional.

No hay una apuesta decidida por la investigación que nos ponga en situación de afrontar la competencia en campos que se anuncian tan decisivos como el de la robótica y la inteligencia artificial. Nada estamos haciendo por recuperar el talento que la crisis exilió ni por diseñar un marco educativo capaz de imbricarse con eficacia en un mercado laboral tremendamente dinámico. Ni siquiera hay sistemas eficaces de estimular el emprendimiento y proporcionar financiación a los pequeños empresarios, lo que habría rebajado con mayor firmeza las cifras de paro.

Otro tanto cabría decir de los autónomos, una fuerza laboral desprotegida y castigada fiscalmente y que a pesar de su protagonismo creciente no ha logrado aun alcanzar los tres millones seiscientos mil trabajadores por cuenta propia que llego a contabilizar en el 2007. La tardanza hasta hoy en poner en marcha las reformas tantas veces reclamadas en flexibilidad, regulación de las cotizaciones y un tratamiento fiscal que les permitiera algo de oxigeno da una idea del despreció que han sufrido los trabajadores por cuenta propia.

Se ha perdido mucho tiempo y se sigue perdiendo. España es el país de la OCDE en el que mas creció la deuda publica desde 2007 llegando a superar el 100% del PIB. Es un baldón que nunca deberíamos olvidar para conjurar cualquier espejismo. Lo ciclos virtuosos no duran toda la vida, hay que saber aprovecharlos empleándolos en corregir los desajustes y prepararse para los grandes retos de un futuro incierto. Un futuro acechante con el que nadie parece contar.

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