
La suma de activos de toda la banca mediana es sustancialmente inferior a los activos del primer banco en España, lo que pone en evidencia que más que de banca mediana deberíamos hablar de pequeña, porque hay una diferencia de tamaño sustancial entre las cinco primeras entidades y el resto. La pregunta que cabe hacerse es si bancos con un tamaño no superior a 70.000 millones podrán mantenerse independientes en el futuro o los grandes van a permitir que lo sean.
Actualmente no es posible crecer en el mercado si no es mediante adquisiciones, algo que sucede en todos los sectores maduros. Emerger y ganar tamaño en el mercado financiero es prácticamente imposible. El Santander es hoy lo que es, gracias a acertadas operaciones corporativas y a una gestión del balance muy acertada. Pero este banco es sensiblemente inferior a lo que sumó, porque ha sabido adaptarse al mercado y recortar los excedentes de capacidad que podrían haberlo lastrado. En banca, uno más uno no son dos, sino uno y medio, que es la forma en que el sector se alinea con un mercado que no crece, sino todo lo contrario. El crédito está aún descendiendo y los balances todavía están depurándose, y si no que se lo digan a los antiguos accionistas del Popular.
Algunos de los principales gestores bancarios nos quieren hacer ver que están liderando el cambio de modelo en el negocio financiero, pero cuesta trabajo creer que realmente sepan ver un futuro tan lleno de incertidumbres. No parece más que retórica comercial y un proceso de digitalización que en sí mismo no es ningún cambio, sino reconocer la realidad de un negocio que no puede avanzar sin una gran dosis de tecnología de la información, porque es información. Así que no hace falta ser un visionario para este supuesto cambio, más bien adaptación, aunque sí es preciso tener dinero para gastar en la prueba y el error. En la práctica, hace falta mucho dinero, porque hay que construir al tiempo que se desmantela y ser capaz de pagar por todos los errores que se van a cometer. La pregunta es si todos pueden disponer de los recursos que todo este proceso conlleva. La banca mediana, por no decir pequeña, quizás esté menos preparada para adaptarse al futuro y siga en un negocio más tradicional. Corre el riesgo de perder punch comercial y de abandonar a una parte de su clientela potencial por practicar una banca fuera de su tiempo.
Pero al margen de los modelos de negocio, que tampoco pueden ser tan innovadores ni nos van a traer la Guerra de las Galaxias bancaria, lo que si condiciona al sector es que el tamaño del mercado no crece y que no se espera que lo haga en una economía como la nuestra que aún está desapalancándose. Si el activo no va a crecer y si a los tipos de interés les va a costar subir todavía algún tiempo, el incremento de rentabilidad no va a llegar tan rápido como se necesita para acabar de estabilizarse, terminar de provisionar y hacer borrón y cuenta nueva en el actual ciclo expansivo. Popular no era un banco mediano y no lo consiguió, aunque es cierto que las entidades medianas en general tienen balances mucho más saneados.
Salvo entidades de nicho, ser mediano en banca universal, digamos pequeño, es luchar contra los elementos. El mercado, además, no ayuda, y está nervioso con el sector bancario pues a la vuelta de la esquina teme que esté la próxima crisis de una entidad. Y ese mismo temor, que no es más que desconfianza, mina las bases del propio sistema financiero, dificulta su financiación y hace que el mercado prefiera aquellas entidades que ya casi parecen estados y que de grandes que son jamás podrán fallar, salvo que se hunda el mundo. Se premia a las entidades sistémicas de mayor tamaño que son las únicas capaces de absorber cualquier problema, aunque sea por un euro. Es más, se les pide, se les agradece y se les reconoce que así lo hagan, porque al final son los verdaderos y únicos garantes de la estabilidad financiera, pues los estados bastante tienen con atender a las muchas deudas y necesidades que deben afrontar como para echarse encima la financiación de las crisis bancarias.
Los bancos medianos van a estar en el punto de mira de especuladores y de otros bancos y no se pueden permitir el más mínimo desliz. Ni las autoridades les van a dar mucha cuerda ni el mercado se lo va a consentir. Así, su gestión deberá ser tan prudente como sea posible y el crecimiento de su balance tan medido que se van a ir distanciando de los grandes cada vez más. Su independencia cada día estará más amenazada.