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El sonrojante final de trayecto de Ignacio González

  • Aguirre debería plantearse si seguir en la primera línea política
Ignacio González. Imagen: reuters

Lo ocurrido en las últimas horas en torno a la gestión del Canal de Isabel II son los restos de una etapa política antaño floreciente. Una Pompeya derruida, en estado de ruina en múltiples sentidos. Los vestigios corrompidos de una corriente interna del Partido Popular que creció y dominó todos los resortes del poder regional alrededor de Esperanza Aguirre durante más de una década.

Ignacio González ha podido enriquecerse desviando para su beneficio dinero público del Canal, lo que se investiga estos días es si ha cobrado suculentas comisiones derivadas de operaciones en las que las arcas de la empresa pública sufrieron sobreprecios inaceptables a cambio de que alguna cantidad se quedara por el camino, hasta 25 millones de euros según ha trascendido. El único presidente madrileño que no pasó por las urnas pasa ahora por los registros de su domicilio y su despacho en presencia de agentes de la UCO y el juez.

El Canal era la joya de la corona, como siempre la conocimos los que hemos dedicado parte de nuestra vida profesional a Madrid. Alguien tendrá que explicarnos qué demonios hacía esta sociedad de titularidad pública comprando activos en Brasil, Colombia o la República Dominicana. Una empresa dedicada a gestionar el bien más preciado de los ciudadanos que es el agua cristalina que se paga a precio de oro, ampliaba su "negocio" cruzando el océano para implantarse en mercados lejanos y sectores extraños. Incluso se frenó en seco una privatización que sólo veían dos o tres personas, entre ellas González. Pero entonces en la Comunidad de Madrid algunas cosas eran grandilocuentes, bastante autoritarias e incontestables.

Ahora ya muchos intuyen en qué consistía aquella "sana" competencia entre Francisco Granados y González. La actual presidenta Cristina Cifuentes denunció a la fiscalía las aparentes irregularidades que se descubrieron en el Canal, como era su obligación, y de paso se cobró algunas cuentas pendientes con su rival política Aguirre, quien había hecho todo lo posible por marginarla en la lucha por las candidaturas en el año 2015.

Hacer un análisis con este panorama sobre lo que aquellos gobiernos de Aguirre legaron a Madrid es algo fácilmente contaminable por el lodo. Pero lo cierto es que la Comunidad experimentó una auténtica transformación en los años de Gallardón y Aguirre. El crecimiento de la región fue enorme, en contraste con las políticas de crecimiento cero que algunos consejeros de Leguina, léase Eduardo Mangada, habían aplicado fruto de una ceguera política que afortunadamente quedó superada. Se construyeron carreteras, hospitales, kilómetros de metro y túneles que han modernizado Madrid.

Pero aquellos logros que vemos y utilizamos cada día en la capital se empañan con la actual trayectoria. Aguirre presidía el Consejo de Gobierno que autorizaba aquellas operaciones. La portavoz municipal debe meditar su continuidad en la primera línea política. Si lo que desea es volver a ser candidata para arrebatar el poder a la izquierda, los madrileños no van a ver con buenos ojos el currículum judicial de una parte importante de sus más cercanos colaboradores.

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