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El dilema del mercado laboral futuro

De confirmarse la aceleración de la actividad en el primer trimestre, España llevaría cerca de tres años creciendo a ritmos de más del 3 por ciento con aumentos del empleo considerables, en un contexto de lento crecimiento de la eurozona. Destacan especialmente los casi 40 meses consecutivos (hasta marzo inclusive) de incrementos de la contratación indefinida, el período más prolongado de nuestra historia reciente. 2016 cerró, además, con la mayor reducción de paro de la serie histórica.

Desde el máximo de 2013, el paro ha caído en más de dos millones de personas, y la tasa de paro de la última EPA se sitúa en el 18,63 por ciento de la población activa, en torno a 8 puntos menos que la registrada en 2013. Este puede ser otro año donde de nuevo se superen previsiones, tanto del PIB como del empleo. Prueba de ello son las revisiones al alza del Banco de España o de instituciones oficiales pero de reconocida independencia, como la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal. Los datos de ocupación hotelera en Semana Santa, en torno al 90 por ciento, son otra señal de que las cifras de paro siguen bajando, conforme crecen las visitas de turistas.

¿Cuáles son los factores explicativos de esta evolución? En primer lugar el crecimiento de la actividad económica, especialmente en sectores de baja productividad e intensivos en mano de obra (como turismo u hostelería?), ayudados por los célebres vientos de cola, es decir, factores coyunturales (conflictos de carácter geopolítico favorecedores del turismo, petróleo barato, política monetaria ultra expansiva del BCE, etc.). Aunque algunos factores tiendan a revertir, sus efectos continúan proporcionando inercias positivas a corto plazo. En segundo lugar, la reforma laboral de 2012, que flexibilizó la contratación, redujo las indemnizaciones por despido y restó peso a los convenios colectivos. Esto, además de posibilitar la creación de empleo con mucho menos crecimiento que antes, posibilitó una "devaluación salarial" considerable. No fácil de estimar, teniendo en cuenta la economía sumergida, alrededor del 20 por ciento del PIB según varias instituciones. Es obvio que esta devaluación, que continúa, ha mejorado la competitividad exterior (de ahí cuatro ejercicios consecutivos de superávit de la balanza de pagos) pero ha mermado considerablemente los ingresos de la Seguridad Social. Baste decir que en los Presupuestos de 2017, los gastos de la Seguridad Social superan en 16.650 millones a los ingresos. En definitiva, se ha creado empleo, pero ha disminuido la calidad del mismo, si la medimos por el salario percibido, que seguirá reduciéndose ligeramente en un contexto de repunte (transitorio) de la inflación. Esto contribuirá al sostenimiento del proceso de creación de empleo y a descensos adicionales de la tasa de paro (14 por ciento en 2019 según Banco de España).

¿Qué nos depara el futuro en materia de empleo y crecimiento? Es obvio que no podemos estar a merced de vientos de cola. Llevamos unos cuantos años insistiendo. Sin estrategias creíbles para el largo plazo es muy posible que tanto el crecimiento como el empleo sufran cuando se atenúen o cesen los vientos de cola citados. Problemas graves con origen en la falta de empleos estables requieren solución urgente, como la como la bajísima tasa de natalidad, que junto al elevado paro juvenil comprometen el sistema público de pensiones. O la fuga de cerebros, especialmente de investigadores, no se resolverán si no crecemos sobre bases más sólidas que coyunturas favorables, en un país donde en I+D+i se viene gastando en torno al 60 por ciento de lo presupuestado.

Es un error insistir en el pesimismo, pero aún estamos con uno de los peores registros del mundo en tasa de paro, sólo por detrás de países como Grecia (23 por ciento) o Sudáfrica (27 por ciento). Más allá de lo coyuntural, hacen falta propuestas para afrontar las próximas décadas con confianza frente a riesgos potenciales. Resulta tópico mencionarlo, pero la globalización, la innovación y la robotización van, inevitablemente, a continuar aumentando la competitividad pese al Brexit o el triunfo de Trump. Estos eventos podrán desencadenar nuevas incertidumbres en el panorama internacional, pero no detendrán las tendencias señaladas. Hay que abordar el reto gradual del reposicionamiento a futuro de nuestros sectores clave con empleos de más valor añadido. Ese es el verdadero dilema para el crecimiento sostenido del empleo.

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