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Analizando las previsiones macroeconómicas de España

Desde 2010, se elabora la Diana Esade, que es un instrumento que permite contrastar las desviaciones respecto a los datos reales de las previsiones realizadas para el crecimiento de la economía española por instituciones privadas y públicas tanto nacionales como internacionales. Asimismo, en los últimos cinco años se ha incorporado el análisis para la tasa de desempleo en términos de EPA.

Tanto en el caso del PIB como del paro, todas las previsiones realizadas a septiembre de 2015 vaticinaban para 2016 un crecimiento inferior al finalmente registrado, así como una tasa de desempleo superior al que se acabó produciendo. De hecho, es el tercer año consecutivo en que todas y cada una de las instituciones contempladas han sido pesimistas, siendo significativa esa convergencia en el pesimismo de los últimos años.

Es evidente que las previsiones son mejores, por un lado, cuanto mayor es la información relevante que se incorpore, es decir, cuanto más racional sea la generación de expectativas y por otro cuanto más se acaben acercando las hipótesis de partida de los escenarios elaborados a la realidad.

En este sentido, el crecimiento de una economía como la nuestra necesita de una serie de supuestos clave, entre los que cabría considerar el signo de la política monetaria, especialmente la evolución de los tipos de interés; las características de los Presupuestos y, por lo tanto, el grado de expansión o contracción de la política fiscal; la evolución del tipo de cambio del euro, el crecimiento previsto de los principales mercados de destino de nuestras exportaciones e inversiones y la evolución del precio de las materias primas y productos energéticos, fundamentalmente del petróleo.

El año 2016 resultó ser un año de relativa estabilidad económica, en términos de variables como el tipo de cambio, los tipos de interés o el precio del petróleo. Lo que, en gran medida, explica que el promedio de las desviaciones se haya situado en el 0,4% frente al 1,2% de 2015.

Esta relativa estabilidad de variables macro fundamentales contrasta con varios fenómenos políticos que acontecieron el año pasado pero cuyos efectos se dejarán notar, muy probablemente, a partir de este año. Me refiero básicamente al resultado del referéndum del Brexit de junio y a las elecciones a la Presidencia estadounidense de noviembre. Los posibles efectos de ambas cuestiones sobre el crecimiento del comercio mundial y de la inversión directa internacional serán dos elementos con un impacto evidente sobre nuestra actividad económica.

Este hecho es especialmente relevante para un país como España, en cuyo crecimiento en los últimos años ha influido notablemente la contribución del sector exterior, en un contexto en el que nos hemos consolidado como una economía tan abierta como la de nuestros principales socios de la UE.

Veremos en qué medida estos elementos condicionan en última instancia el crecimiento en 2017, que en estos momentos se fija por parte del Gobierno en el 2,5%. Esta ligera ralentización de nuestro crecimiento económico en 2017 nos seguirá situando, en todo caso, claramente por encima de los crecimientos experimentados por la zona euro así como por las principales economías europeas.

Otro cantar lo constituye la situación de nuestro mercado de trabajo y más concretamente los niveles de desempleo de nuestra economía. En 2016, la tasa de desempleo en términos de EPA acabó en el 18,6%, 1,9 puntos por debajo de la media de las previsiones, que fue del 20,5%. En promedio, la previsión suponía que la tasa de paro iba a caer sólo un 0,4%, cuando la realidad es que la caída ha sido del 2,3%, desde el 20,9% de 2015 hasta el 18,6% mencionado.

Es cierto que si toda previsión es compleja, la previsión sobre la tasa de desempleo lo es todavía más, en la medida en que estamos anticipando qué va a ocurrir con un cociente y, por lo tanto, con la evolución de dos variables, los desempleados y la población activa, de tal forma que el resultado final puede obedecer a cambios tanto del numerador como del denominador.

En todo caso, y pese a que la casi totalidad de las instituciones suponían en sus previsiones para 2016 elasticidades implícitas de la generación de empleo respecto al crecimiento económico mayores que en 2015, la realidad ha sido que si bien tanto en 2015 como en 2016 el crecimiento económico fue del 3,2%, el incremento de los ocupados pasó del 2,9% en 2015 al 2,3% en 2016.

Dejando al margen cuestiones como la calidad del empleo o el número de horas trabajadas, variable especialmente importante en un contexto de transformación digital y de paulatina robotización como el actual. Este menor aumento del empleo para una misma tasa de crecimiento podría apuntar un mayor crecimiento en sectores menos intensivos en mano de obra que el año anterior, aunque evidentemente es todavía prematuro sacar demasiadas conclusiones de este hecho o conjeturar hipotéticos cambios de modelo de crecimiento.

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