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Robots, ¿Seguridad Social y pensión?

  • Los nuevos impuestos son excusas para salvar el Estado de bienestar
Foto: Getty.

Entre las nuevas ideas que han surgido últimamente está la que sugiere el pago de la Seguridad Social de los robots. Aparte de algún sindicalista, ha sido el Parlamento Europeo quien recomienda a la Comisión sobre Robótica y Derecho Civil que analice el impacto que tienen la robótica y la inteligencia artificial en la economía y se planteen nuevos mecanismos de fiscalidad y cotizaciones a la Seguridad Social.

Parece que lo que hay detrás de estos anuncios tiene que ver con un desesperado intento de salvar lo que resulta insalvable, como son los pilares que sostienen el Estado de bienestar europeo: desempleo, educación, sanidad y pensiones. A falta de otros mecanismos, lo más simple parece estar en crear nuevos impuestos: ahora con los robots. Aunque estos no vayan a la escuela, ni se pongan enfermos, ni se queden sin trabajo, ni exijan una pensión una vez terminada su vida laboral.

Se trata de un despropósito que no será el último; cuando el problema está en la base del sistema, es decir: el número de cotizantes. Ante el envejecimiento paulatino de la población europea, la falta de nacimientos, y unas pirámides demográficas invertidas, la solución se dirige a penalizar los avances tecnológicos, pensando que es esta la causa del desempleo actual.

¿El hombre o la máquina?

Es el ya antiguo problema del "hombre contra la máquina", o viceversa. Un problema que se suscitó en tiempos de la Revolución Industrial con la aparición de la máquina de vapor, o que vino también con la informatización de las actividades administrativas y el explosivo desarrollo de las tecnologías de la información que, ciertamente, acabaron con muchos puestos de trabajo y con muchas profesiones que, al correr de los tiempos, se sustituyeron por otras de mayor valor añadido y de mejores prestaciones económicas para los que las practicaban.

Con el grado de automatización actual y el progresivo avance de la tecnología es difícil determinar lo que es un robot hoy en día. Si nos atenemos al World Robotics Report 2016 de la International Federation of Robotics, la robótica es un elemento esencial en la producción industrial. El número de robots industriales que se espera poner en funcionamiento en 2019 alcanzará globalmente la cifra de 2,6 millones de unidades: un millón de robots más que los instalados en 2015, año considerado récord en este sentido. Año en el que el 70% de robots fueron instalados en la industria del automóvil, el sector electrónico y la fabricación de maquinaria, con crecimientos explosivos de más de dos dígitos en todos los casos respecto del año anterior.

Sin embargo, contrariamente a lo que se dice, con la robótica los puestos de trabajo no disminuyen, sino todo lo contrario. El sector del automóvil alemán, por ejemplo, al hilo de una mayor presencia de la robótica en las plantas tuvo, entre 2010 y 2015, un aumento del 2,5% en el empleo, cuando en ese tiempo el número de robots instalados se multiplicó por tres.

Lo que también asegura un estudio de la Universidad holandesa de Utrecht que demuestra que el crecimiento de la robótica, a la vez que reduce los costes de producción y aumenta la competitividad, induce nuevos puestos de trabajo. Volviendo al número de robots actuales, especialmente en el campo industrial, se observa otro interesante fenómeno, como es la relación entre la robótica y la competitividad global. No es de extrañar que un país como Corea del Sur haya desarrollado en un brevísimo tiempo un enorme potencial en la industria del automóvil a nivel mundial.

Se trata del país con la mayor densidad de robots del mundo. Le siguen: Singapur, Japón, Alemania y Suecia. Los datos en número de robots por cada 10.000 trabajadores en 2015 eran los siguientes: Corea, 531; Singapur, 398; Japón, 305; Alemania, 301; y Suecia, 212. España ocupaba el undécimo lugar con 150 unidades y, sorprendentemente, EEUU estaba en el octavo lugar con 176, lo que demuestra la pérdida de competitividad de la industria automovilística americana.

No es razonable decir que la automatización va en contra de la creación de puestos de trabajo. Corea tiene una ocupación laboral del 96%. Singapur tiene un paro del dos%. Japón del tres%. Alemania, el cuatro%. Y Suecia, del seis. Otro asunto será definir lo que es un robot, y si un automóvil que marcha autónomamente también lo es.

Pero esto sería una nueva definición que entraría en los problemas legales del coche autónomo: nada que ver con los robots. De momento, en nuestro análisis, nos quedamos con la definición clásica de Isaac Assimov y sus tres leyes de la robótica: un robot no hará daño a un ser humano o permitirá que un ser humano sufra daño; un robot deberá obedecer las órdenes dadas por los seres humanos, excepto si estas órdenes entrasen en conflicto con la primera ley; y un robot deberá proteger su propia existencia en la medida en que esta protección no entre en conflicto con la primera o la segunda ley.

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