
A pocos días de la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, México y el resto de países de América Latina se preparan para afrontar un futuro sobre el que la influencia de Estados Unidos será cada vez menos notable y cediendo protagonismo a favor de China.
La última Cumbre de la APEC celebrada en Perú en noviembre pasado, certificó este extremo, asumiendo un nuevo escenario en el que la estrategia de Beijing de acuerdos bilaterales de libre comercio se impondrá a medio plazo sobre la firma de macro-tratados, tesis asumida implícitamente también por Trump.
En materia económica, el nuevo presidente norteamericano ya ha empezado a desvelar algunas de sus claves. Una de las más polémicas es la construcción (más bien, terminar de construir) de un muro en la frontera con México como arma de combate frente a la inmigración ilegal, la cual ya ha causado más de un problema económico a este último, tal como refleja la cotización del peso mexicano contra el dólar americano y los 3.400 millones de dólares que le ha costado al Banco de México -en un solo día- defender el peso a costa de sangrar sus reservas internacionales de divisas.
El conflicto (por el momento verbal) de la nueva Administración Trump con México abre un nuevo escenario económico y geoestratégico en el continente americano, el cual desde que en 1826 el presidente James Monroe declarara "América para los americanos", ha estado dominado por el área de influencia de Washington. A lo largo del tiempo, las economías más prósperas de Latinoamérica han ido diversificando su mix comercial quitando peso a Estados Unidos y dándoselo a otras potencias mundiales preferentemente al otro lado del Pacífico, como es China.
La entrada más fuerte del gigante asiático se ha producido durante la última década en Latinoamérica con la intención de encontrar socios estratégicos que le puedan garantizar el suministro de materias primas clave para su desarrollo. Su modelo dista considerablemente del de EEUU, ofreciendo una cooperación que en muchos casos se ha traducido incluso en el salvamento de las economías locales. Así lo muestran los pactos de intercambios de divisas (swaps) con el yuan chino que consiguieron salvar la precaria situación de Bancos Centrales como el de Argentina (11.000 millones de dólares) en 2014.
Lo que en un principio ha sido una especie de pacto "materias primas por dinero", va más allá por parte de China, que aspira a crear una potente área de influencia en el Pacífico que equilibre el poder con EEUU. Para conseguir este objetivo, el Gobierno chino está dirigiendo buena parte de la expansión internacional de las grandes compañías chinas hacia el Este para que se establezcan en América Latina y de ahí dominar las principales rutas comerciales terrestres y marítimas.
Ya en 2015, esta región se llevó uno de cada tres yuanes invertidos por China en el exterior, incrementando en un 52,6 por ciento el volumen de la inversión directa exterior (compra de más de un 10 por ciento del capital de una empresa extranjera) hasta superar los 29.000 millones de dólares y a punto de alcanzar a Estados Unidos como primer país inversor en Iberoamérica. Además, al mismo tiempo que los números van siendo más abultados, también lo es la diversificación de los sectores económicos de Latam donde tiene presencia China.
Mientras que en un principio los chinos que llegaban a la región eran principalmente empresarios de materias primas agrícolas y energéticas, incluyendo a las empresas estatales que fueron las primeras en desembarcar (el caso, por ejemplo, de la petrolera Sinopec en Brasil o en Ecuador), ahora son miles los dueños de pequeñas y medianas compañías de capital chino que acuden a Latinoamérica en busca de oportunidades de inversión en sectores de alta tecnología, servicios y construcción.
Precisamente, el papel de las empresas estatales (las SOEs en terminología china) y la puesta en marcha de vehículos de financiación como el Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras (AIIB) o el Banco Asiático de Desarrollo, se vuelve vital para países como Perú, Chile, Argentina o Brasil. Recientemente, se ha puesto en marcha 1.500 megavatios de potencia hidroeléctrica para asegurar el suministro de electricidad en Ecuador por parte de la empresa china estatal encargada del transporte y distribución de energía eléctrica, PowerChina.
El objetivo marcado en la Cumbre de la APEC de enero de 2015 fue que China alcanzara un volumen de inversión de 250.000 millones de dólares en la región en los próximos 10 años. Ésta será la vía de escape para una zona económica que quiere evitar los efectos negativos de la subida de los tipos de interés que la Reserva Federal acometerá de forma gradual en los próximos meses y que puede causar problemas a economías fuertemente endeudadas en dólares.
La sombra de la crisis de deuda de los ochenta sigue planeando sobre Latinoamérica y para eso se necesita blindar a las divisas locales con ajuste presupuestario -casos como el de Brasil creando un techo de gasto para 20 años- y control de la deuda pública, la cual sigue creciendo anualmente de forma alarmante en 150.000 millones de dólares en términos netos según el último informe conjunto de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) con el Banco Interamericano de Desarrollo de Perspectivas para 2017.
El juego regional en Latinoamérica ha pasado de estar regido por los principios del "Consenso de Washington" de 1989 basados en una única política económica (más allá de que fuera en esencia liberal) a ser regido por el "Consenso de Beijing" bautizado por Cooper en 2004 y caracterizado por una política más ecléctica, heterodoxa y pragmática en aras de conseguir el desarrollo económico y social de esta región.
El principal socio comercial
Aunque en el primer semestre de 2016 se produjo una caída del 11,3 por ciento del flujo de comercio entre China y el conjunto de Latinoamérica hasta dejarlo en 99.300 millones de dólares (en línea con la reducción de los flujos de comercio mundial) según los datos del Ministerio de Comercio chino, el gigante asiático es actualmente el segundo mayor inversor de la región y el principal socio comercial para la mayor parte de los países latinoamericanos.Incluso, en casoS como el de Chile o Brasil, el peso de China en sus exportaciones dobla al de Estados Unidos. En materia de sectores, siguen siendo protagonistas las materias primas, pero en el caso de México, el peso se lo llevan los componentes de automóvil y las manufacturas intermedias.
Las proyecciones del Banco Asiático de Desarrollo, para la próxima década, sitúan al volumen de comercio de China con Latam en el entorno de medio billón de dólares. Con ello, se pondría fin a la contracción que han sufrido las exportaciones latinoamericanas en los últimos dos ejercicios (2015 y 2016) y alcanzaría prácticamente el 70 por ciento del total del volumen de comercio actual de 850.000 millones de dólares al cierre de 2016.