Firmas

Montoro, un ministro entre el fuego enemigo y la hoguera en casa

En el PSOE "no vamos a hacer el Gobierno a Rajoy". De esta forma respondía un destacado dirigente socialista a mi interés por conocer si el precio por la abstención en la investidura incluía la exigencia de cabezas en el Consejo de Ministros, añadidas a la ya descontada de Fernández Díaz en Interior.

Una réplica enmarcada dentro de lo políticamente correcto, pero que mi interlocutor apostillaba con un "pero, lógicamente, tenemos nuestras prioridades y entre ellas está el rechazo frontal a la política fiscal", con especial énfasis en el Impuesto de Sociedades.

Una figura fiscal con la que España recauda el equivalente al 2 por ciento del PIB, dos décimas por debajo de la media europea, mientras que Eurostat nos sitúa como el noveno país que menos ingresa por este tributo.

Todo un aviso a navegantes, que impacta directamente en el buque insignia de Cristóbal Montoro. Un ministro especialmente apreciado y valorado por Rajoy, pero que está en el punto de mira del PSOE y de Ciudadanos, los pilares sobre los que se debería sustentarse la investidura del candidato popular.

Y es verdad que, como en alguna ocasión ha recordado el propio Montoro, un ministro de Hacienda no está para caer simpático en el cargo, sino para hacer lo que tiene que hacer en beneficio de los intereses del país . Pero en el caso particular de este ministro de Hacienda, a ese bailar con la más fea inherente al cargo, se une su condición de haber sido uno de los más duros azotes del PSOE, tanto en la oposición como desde el Gobierno, acompañando en ocasiones la contundencia de los argumentos con ironías, descalificaciones y desplantes. Actitud que le llevó, incluso, a ser objeto de una queja formal ante la Presidencia del Congreso. Y eso, como aquel "dejad que caiga España, que luego ya la levantaremos nosotros" que dijo a la diputada Ana Oramas en la peor decadencia del Gobierno Zapatero, ni se perdona, ni se olvida.

Y si a ello añadimos que tampoco goza de especiales simpatías entre algunos barones territoriales del PP, que le culpan directamente de la pérdida de votos y apoyo popular, y sus sonadas diferencias con otros compañeros de Gobierno, pues no es de extrañar que la continuidad del bueno de Cristóbal sea ahora la pregunta del millón entre quienes se postulan para el nuevo Gabinete y entre los aficionados a las quinielas de Gobierno.

¿Quiere esto decir que Montoro vaya a acabar en funciones su carrera en el Gobierno? Pues no necesariamente. Los servicios prestados a Rajoy son muchos y sabida es la lealtad del presidente con sus fieles, además de que cuenta también con un fuerte predicamento en el partido. Pero junto a ello es verdad, también, que su política fiscal no ha respondido a las expectativas generadas en ingresos, que ha sido cuestionada por Bruselas y que ha tenido que dar marcha atrás en alguna de sus más firmes apuestas. "Nos hemos pasado en la bajada de impuestos", admitía tras su marcha atrás en los pagos fraccionados para Sociedades.

Eso y que en Moncloa y en Génova hay también significados aspirantes a su cargo, sobre todo si a De Guindos le confirman con más galones y poder. Sea como fuere, una cosa sí es seguro, que a Montoro no le destituyen. Y, si se va, será porque acepta disciplinadamente el sacrificio.

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