
La crisis de la banca europea vive un nuevo episodio en el que, una vez más, viene acompañada de un nombre propio: el Deutsche Bank. De una forma casi automática, expertos y analistas coinciden en los graves problemas tanto en el modelo de negocio a futuro como en el balance presente del mayor banco de Europa, más aún cuando vuelve a primer plano con otro asunto recurrente como la multa en Estados Unidos.
Solo mencionar en este contexto el nombre de Deutsche Bank supone analizar un banco con 1,8 billones de euros en activos, un valor en libros de 68.000 millones de euros y un valor neto contable por acción de 37,4 euros al cierre del primer semestre de 2016. Este es el resultado de más de diez años de crecimiento espectacularmente rápido y su entrada en mercados tan variopintos como la operativa del sistema eléctrico de Estados Unidos, la guarda y custodia de commodities o ser uno de los bancos que fijaba todos los días por teléfono el precio del oro y la plata en Londres.
De forma paralela, Deutsche Bank se ha convertido en un actor muy relevante en el mercado de derivados. El enorme avance de la innovación financiera también ha supuesto un incremento sin precedentes de los riesgos, muchas veces infravalorados. El riesgo de crédito ya no lo es todo en un banco multinacional y conforme su operativa en derivados crece, la importancia de los riesgos simétricos (es mayor el riesgo de mercado, de tipos de interés, de tipo de cambio?) es superior a la de los riesgos asimétricos salvo uno: el riesgo reputacional.
Precisamente, en la actualidad existe un ?trade-off? muy marcado entre la gestión del riesgo de reputación que está sufriendo el banco y el resto de los riesgos, especialmente de iliquidez. Al mismo tiempo que combate el daño de reputación realizando gestos en forma de desinversiones con fuertes minusvalías, los gestores no muestran mejores números en cuanto a solvencia y rentabilidad. Deustche sólo es capaz de generar un retorno sobre activos ponderados por riesgo (RoRWA) de apenas el 0,1 por ciento cuando su coste de capital promedio está por encima del 3 por ciento y, además, su ratio de capital CET1 fully-loaded está dentro del 20 por ciento de la banda que muestra posición de capital débil ante un fuerte aumento repentino de las insolvencias o pérdidas sobrevenidas tanto de deterioro de activos como, por ejemplo, multas.
No se trata, por tanto, de un problema de riesgo de crédito -provisiona por morosidad cada año cerca de 1.000 millones de euros de una cartera crediticia que asciende a 428.000 millones, declara 1.000 millones como fallidos y sólo empeora el ratio de fallidos sobre crédito total en 1 punto porcentual- sino de si puede aguantar una ola intensa de desconfianza, coste reputacional y tensiones en los mercados. Ser el clearing de 76 billones de dólares en nocionales de contratos de derivados, aunque le aporte 11.578 millones de euros a los resultados en 2015 y ser la primera unidad de negocio, le perjudica más que le beneficia ante una reacción fuertemente adversa del mercado.
Al igual que ha sucedido en varias ocasiones desde 2007, enseñar las cuentas y ver los progresos en materia de ajuste no es suficiente para calmar a unos inversores que rápidamente retiran liquidez y dejan de dar precio en mercados secundarios de derivados y OTC aunque la calidad del subyacente no haya bajado.
Por mucho que el equipo gestor haya mejorado al menos en parte el aspecto financiero del banco, una multa suficientemente alta y una reacción virulenta del mercado puede hacer que se convierta en un precedente a la hora de convertir los CoCos en capital.
En suma, si se compara la situación de Deutsche con otros europeos, no es muy diferente. Solo que su posición de mercado le hace estar en el punto de mira. En un sistema de reserva "demasiado" fraccionaria, con pocos márgenes de liquidez y un colchón de capital frágil, cualquier banco grande aparentemente sano puede aparecer muy dañado al día siguiente si no logra controlar el riesgo reputacional y la desconfianza. Parece que éste es su punto débil.