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¿El inicio de una nueva recesión?

  • Si las relaciones acaban de manera restrictiva, algunos tomarán ejemplo

La noche de San Juan es una de las noches mágicas del año, pero el 23 de junio de 2016 pasará a la historia como el día en el que Reino Unido decidió salir de la UE. Se trata de un referéndum democrático y como tal la decisión es indiscutible. En las horas previas al referéndum los mercados parecían anticipar que la opción de quedarse en la Unión ganaría, sin embargo, las urnas han hablado en sentido contrario y los mercados financieros han reaccionado con caídas históricas.

La libra esterlina marcó mínimos desde su valor a mediados de los años 80, el índice de la Bolsa de Londres, el FTSE 100, perdió en un primer momento un 9%, si bien al final de la sesión las pérdidas eran inferiores al 4%, y el oro, considerado valor refugio, llegó a subir un 8,1%. Ante este panorama es lógico preguntarse qué ocurrirá.

En el corto plazo algunos efectos pueden intuirse con claridad. La salida del Reino Unido implica una situación de incertidumbre sin precedentes que puede prolongarse hasta dos años, lo que tarde en acordarse el nuevo marco de relaciones. En un primer momento la caída de la divisa o la caída de las cotizaciones son totalmente esperables, con retrocesos de valor más pronunciados para las empresas que más negocio realizan fuera de Reino Unido y con el resto de Europa, así como las entidades financieras. Es lógico suponer que puede producirse un deterioro de los flujos de inversión directa extranjera.

La Unión Europa es sobre todo un gran mercado con libre circulación de bienes, servicios y factores de producción. La salida de la Unión Europa dificulta conocer si las empresas localizadas en Reino Unido se enfrentarán a dificultades para vender en el resto de Europa, algo que sin duda afectará en los próximos meses a la inversión. Se trata de una de las consecuencias más negativas que puede tener el Brexit, de la inversión directa extranjera que se realizó el último año en Reino Unido cerca del 50% provenía de países de la Unión.

En el corto plazo es innegable que la menor inversión, el aumento en el coste de las importaciones necesarias y el fuerte efecto negativo que ha supuesto la pérdida de capitalización de las empresas británicas afectarán negativamente al crecimiento económico. De hecho la mayoría de expertos pronostica una acción decidida por parte del Banco de Inglaterra.

¿Y en el largo plazo?, contestar a esta pregunta es complicado porque dependerá de las estrategias de los jugadores, por una parte el Gobierno británico y por otra la Unión Europea. ¿Hasta qué punto puede interesar a las instituciones europeas negociar un nuevo marco en el que el acceso de Reino Unido a los mercados europeos de bienes, servicios y capitales sea realmente complicado?

Por una parte el precedente de un país saliendo de la Unión en un contexto de crecimiento del euroescepticismo y aumentos de los nacionalismos puede animar a los países más importantes de la Unión, Francia y Alemania, a utilizar el caso del Reino Unido como un ejemplo para los demás. Si la no pertenencia de Reino Unido acaba en un marco regulatorio que dificulta el doing business entre empresas británicas y Europa, algunos tomarán ejemplo, y por supuesto tendrá un efecto contractivo en la economía de las islas británicas.

De hecho, el 45% de las exportaciones británicas se dirigen al resto de la Unión Europea. Sin embargo, las importaciones de productos de la Unión Europea superan a las exportaciones, el 53,2% de las importaciones de bienes y servicios proceden de la UE. ¿Le interesa a la UE perder este mercado? El gran problema de determinar los efectos económicos del Brexit es que el nuevo marco regulatorio puede enmarcarse en muchas opciones.

Una primera opción para Reino Unido sería estatus similar al de Noruega, que no es miembro de la Unión pero pertenece al Espacio Económico Europeo, sin embargo esta opción permite acceder al mercado europeo pero respetando normas europeas y son poder decidir sobre ellas, al no ser miembro. Una segunda opción sería una negociación bilateral al estilo de la situación Suiza.

En todo caso, en estas negociaciones habrá que ver cuál es la dureza con la que negocian las instituciones europeas tras una situación que sin lugar a dudas ha debilitado el proyecto europeo. Uno de los argumentos que parece haber tenido gran peso en el debate Leave or Remain es la inmigración. Sin embargo, el Reino Unido tiene una tasa de paro de sólo el 5,4 %, muy por debajo de los años 80 y 90. De hecho la inmigración ha permitido en gran medida el crecimiento económico que Reino Unido ha experimentado en las últimas décadas.

En un estudio del impacto del Brexit sobre los flujos de inversión directa extranjera por parte de la London School of Economics se argumentaba que la renta per cápita de las familias podía llegar a caer en 2.200 libras por cada hogar. El futuro es incierto y no está escrito, en gran medida los efectos para la economía británica dependerá de dos años de duras negociaciones. Para el resto de Europa no cabe duda de que el proyecto europeo se debilita, sin embargo, quizás conviene recordar las palabras de Wiston Churchill: "el éxito no es definitivo, el fracaso no es fatídico. Lo que cuenta es el valor para continuar".

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