
Arriba un poco, de lado un tiempo y vuelta a bajar, antes de un modesto repunte que se queda sin gas a las pocas semanas. Incluso teniendo en cuenta la inestabilidad del Brexit esta semana, casi todos los grandes mercados bursátiles del mundo han estado planos en lo que se está convirtiendo en un periodo récord.
Ver un partido sin goles en la Eurocopa de Francia, o leer la letra pequeña de la descarga de una nueva aplicación de móvil, es más divertido que lo que está ocurriendo en los mercados ahora. Los inversores podrían haber desconectado hace un año, echado un vistazo a sus porfolios este mes y es como si nada hubiera pasado.
Pero un momento: aunque los índices de capital suelen atravesar periodos de estabilidad notable, la historia nos dice que no duran para siempre. Tarde o temprano un desencadenante provoca un mercado alcista o bajista hecho y derecho.
¿Qué podría sacar por fin a los mercados del bache? Al alza tenemos un aumento sostenido de las ganancias y unas cuantas grandes OPI, y a la baja empecemos a preocuparnos por un Gobierno de Trump o un hundimiento bancario en Europa. Sea lo que sea, acabará pasando algo.
Las grandes bolsas han operado sin un sentido real de dirección desde hace mucho tiempo, y sobre todo en Europa. Pongamos el índice británico FTSE 100, por ejemplo. En julio, el FTSE alcanzó 6.873 puntos, casi su máximo histórico de todos los tiempos. Casi doce meses después, ha caído por debajo de 6.000, principalmente por el miedo a que el Reino Unido se marche de la Unión Europea. Ha pasado un año en ese rango. Casi lo mismo ocurre con el DAX alemán o el CAC-40 francés. El Dax casi supera los 12.000 el verano pasado, pero ha rondado 9.500 o 10.500 desde entonces. El CAC subió a 5.200 pero se ha encallado entre 4.000 y 5.000 durante un año. Al otro lado del Atlántico apenas ha ido mejor, con el S&P 500 acercándose a un máximo histórico, pero sin poder cruzar la línea.
En realidad, los mercados han entrado en una zona crepuscular donde no van hacia delante, pero tampoco se hunden. Los mercados las atraviesan periódicamente. De hecho, en 21 ocasiones desde 1930 el mercado ha vivido un año entero sin batir nuevos récord, pero ¿dos años? ¿Tres? No suena muy probable. Antes o después los mercados dejarán de moverse de lado. ¿Cuáles son los desencadenantes más probables? Estos son seis que merecen la atención, tanto al alza como a la baja.
El primero y quizá más importante es un aumento sostenido de ganancias corporativas y también de dividendos. En la eurozona, las grandes empresas han vivido su peor temporada de ganancias desde la crisis financiera y lo mismo ocurre en otras grandes economías.
Con un crecimiento tibio y cero inflación, a las empresas les cuesta muchísimo aumentar los beneficios y, salvo que ganen dinero, los precios de sus acciones se estancarán también. Alguna que otra expectativa de ganancias arrancaría una fase de euforia. Segundo, un auge de OPI.
Todo mercado alcista necesita un argumento alcista que entusiasme a los inversores, pero no hay nada de eso a la vista. Aparte de unas cuantas acciones tecnológicas, ninguna gran empresa alardea de crecimiento rápido. ¿La solución? Que algún que otro unicornio ponga en escena unas OPI de éxito rotundo. Si Uber, Airbnb o Spotify pudiesen cotizar por algunas decenas de miles de millones, todo el mundo recuperaría el interés.
Tercero, una subida de la inflación. Los riesgos de la deflación se exageran. A casi todos (¡sorpresa!) nos gusta que las cosas sean baratas. Hay poca evidencia que sugiera que unos precios ligeramente en descenso perjudiquen mucho a la economía, aunque sí pueden dañar y mucho al mercado bursátil. Las ganancias tienden a parecer mucho más débiles si no se ven favorecidas por el aumento de precios y el estancamiento de muchas empresas se queda al descubierto. Si los precios subieran, puede que no ayudara al crecimiento, pero le vendría muy bien a las acciones.
¿Y qué pasa con un mercado bajista? Un posible desencadenante podría ser una acusación a Hillary Clinton, que entregara la presidencia a Donald Trump. Pese a todo el jaleo de esta semana, el Brexit es prácticamente una irrelevancia económica, con poquísimo efecto dentro del Reino Unido y mucho menos fuera. Pero ¿y la intención de guerra comercial con China de un presidente proteccionista estadounidense? ¡Ay! Incluso con el sistema de control y contrapeso de la constitución de Estados Unidos, sería realmente alarmante para el resto del mundo. Segundo, un derrumbe bancario europeo.
Solo hay que echar un vistazo a los precios de las acciones en el sector bancario de la eurozona para empezar a preguntarse si no estará pasando algo feo. Las acciones de Deutsche Bank se han reducido a la mitad en el último año, de más de 30 euros a menos de 14. Unicredit de Italia ha pasado de más de 6 euros a menos de 2,5. O los mercados se equivocan en algo, o tarde o temprano una gran entidad financiera va a tener serios problemas, y todos sabemos qué pasó la última vez.
Por último, un obstáculo a la flexibilización del BCE. Las tremendas ondas de flexibilización cuantitativa lanzadas por el Banco Central Europeo se han convertido en la forma más eficaz de estímulo en el mundo. Tal vez no hagan mucho por la economía, pero sin duda ayudan a los mercados bursátiles. Aun así, su legalidad está siendo cuestionada en Alemania. Las impugnaciones previas han fracasado, pero el BCE ha traspasado tanto la política convencional que no puede garantizarse que nunca vaya a ser invalidado por un tribunal.
Si ese estímulo se retirara, sobre todo en un momento de pánico, los mercados entrarían rápidamente en graves dificultades. Por supuesto, podría ocurrir algo totalmente distinto, pero la historia nos dice que los mercados no se quedan dentro de un rango para siempre. Al final estallan hacia arriba o hacia abajo, y estos son los desencadenantes posibles.