
Hace unos días, el presidente del BBVA junto a la presidenta del Santander alertaban sobre los efectos que la política monetaria del BCE está teniendo sobre la banca comercial europea. Vivir con tipos de interés cero o sensiblemente negativos puede ser de alguna utilidad, siempre que la situación no se alargue.
Salvar las economías de la Eurozona (especialmente aquellas con problemas) a costa de la banca y, detrás, a costa de los contribuyentes, es una situación que difícilmente se podrá mantener en el tiempo. Y es que, aparte de los efectos contables que esto tiene sobre las cuentas bancarias, es un fenómeno que, de mantenerse demasiado tiempo, conducirá a peores escenarios. Los efectos sobre el negocio son evidentes: cuando el coste del capital no se adecua a la rentabilidad que precisa ese capital, no hay más solución que cubrir el coste del capital mediante ingresos adicionales, es decir, aumentar las comisiones.
Lo cual tampoco se puede mantener en el tiempo. Primero, por la propia esencia del mercado, los bancos más eficientes tenderán a buscar clientes a fuerza de mejorar las comisiones. Y, segundo, porque a base de comisiones no se puede mantener un negocio bancario en el largo plazo, y serán necesarios fuertes ajustes organizativos (como ya empieza a pasar) para poder tener unos costes de estructura menores. Otra opción, por supuesto, es resolver los problemas de las economías nacionales a base de reformas.
Y aquí se entra en el difícil capítulo de conjugar los intereses políticos con los económicos, siempre en permanente conflicto. Ya se ve como una de las últimas ocurrencias ha sido "prometer" la creación en España de 200.000 nuevos funcionarios. Es evidente que las luchas por el voto a veces no dejan ver la realidad, y se apuesta por lo imposible, o por engañar.
Y es que el problema real es la trampa de liquidez a la que nos ha llevado el BCE. De la cual es muy difícil salir, salvo que se acepte la realidad de las cosas. Se trata de una idea importada de los economistas americanos, que en su día temieron que la compra de activos por parte de la Reserva Federal para mitigar los efectos de la crisis económica no tuviera los efectos deseados. De esta manera se usa la política monetaria para favorecer que las inyecciones de capital en el sistema bancario no sólo se utilicen para la compra de bienes en lugar que para la propia capitalización bancaria. Un mecanismo que incrementaría la inflación y la actividad económica.
Lo que ha sucedido, tanto en Estados Unidos como en Europa, ha sido completamente al contrario. Las inyecciones monetarias que han llevado los intereses a cero se han utilizado para alimentar el sistema financiero en la compra de bonos, derivados y otros productos similares, o simplemente al ahorro de las instituciones que se han quedado con una liquidez atrapada sin salida.
Quizás, los economistas modernos han olvidado sus enseñanzas teóricas en la Universidad sobre la teoría del dinero y la circulación monetaria. Ya Keynes dijo que la velocidad del dinero en la economía no es constante. Cosa que en la teoría clásica se consideraba que la producción monetaria coincide con el crecimiento nominal siempre que su circulación sea constante. La realidad es que las tasas de interés se quedan atrapadas en bajos niveles siempre que cualquier pequeña expectativa en el incremento de los intereses de los bonos tienda a subir, ya que la demanda de dinero tiende fuertemente a crecer.
Cualquier nueva oferta monetaria se acumula a medida que caen los tipos de interés, cayendo los rendimientos esperados sobre el capital debido a un exceso de oferta. Con lo que la demanda monetaria crece a medida que se ralentiza su circulación. El resultado: una espiral de deflación. Los consumidores no compran, el dinero queda atrapado en bolsas, y todo el mundo espera nuevas caídas de precios en los bienes antes de gastarse lo que tienen acumulado. Un efecto muy perceptible hoy en las Bolsas de casi todos los países que fluctúan al hilo de lo que comentamos. Nadie quiere desprenderse del capital acumulado debido a las expectativas. Lo cual es lógico, ya que la economía se mueve de acuerdo con ellas.
El atractivo del BCE por los tipos de interés cero o negativos, alimentado por permanentes expansiones cuantitativas (las famosas QE), no hacen sino acumular la masa monetaria en el lado de la demanda, llevando la velocidad de la circulación monetaria a mínimos. Resultado: la demanda efectiva que mueve la economía se mantiene cada vez más débil.
Es difícil asegurar que ya no hay tiempo para salir de la trampa keynesiana de la liquidez. Pero con la economía china en ralentización, con Estados Unidos viendo un futuro complejo sin saber si subir o no los tipos de interés, con los países emergentes (especialmente Brasil) en situación compleja, y con el petróleo en precios moderados, todo apunta a que el bucle monetario actual, de no salir de él, llevará a Europa a una muy difícil situación, con el panorama de volver de nuevo a la necesidad de rescatar a una banca enferma.