
La economía española creció el 0,8% en el primer trimestre; en el segundo puede mejorar con el aumento del turismo. El IPC se mantiene negativo en parte por influencia exterior (bajo precio de los carburantes entre otras cosas) y mayor productividad interna. Los convenios colectivos indican subida de salarios. Las exportaciones suben y las importaciones también, ambas empujadas por el consumo.
El desempleo, con la estacionalidad de siempre, baja de abril a julio, para subir en septiembre noviembre. No importa que no haya Gobierno o esté en funciones, que viene a ser lo mismo, la economía funciona. Empresarios y trabajadores hacen su labor independientes de la acción gubernamental. ¿Se estará desconectando la economía de la política?
Siempre se ha dicho que en Italia la sociedad civil, incluidos los negocios, se mueven a ritmo autónomo, olvidándose de lo que hacen los partidos y sus dirigentes. Acostumbrados a la ineficiencia e imprevisibilidad de la clase política descuentan los efectos de una mala Administración Pública y siguen su camino.
¿Estará ocurriendo lo mismo en España? Si fuera así, a los gobiernos, al central, a los autonómicos y locales habría que pedirles que, al menos, no estorbasen la natural dinámica de la llamada sociedad civil, en particular de la economía. En una economía global una buena Administración Pública es un factor de competitividad para las empresas del país; pero si ésta no es capaz de potenciarla, al menos no debería debilitarla.
En los últimos meses parece como si las fuerzas política se empeñasen en poner piedras al camino de la recuperación; en lugar de ponerse de acuerdo para apoyarla, la torpedean. Afortunadamente la economía española está demostrando un alto grado de resiliencia y no se deja lastrar. Sólo falta que el mundo del arte haga lo mismo, que deje de tomar partido y haga cultura, no ideología. ¿Seremos por fin una sociedad madura?