Hay una superficial y generalizada opinión que inculpa a las fuerzas políticas del "fracaso" de no haber conseguido un acuerdo en estos cuatro meses. Es verdad que casi todas ellas tienen su responsabilidad, pero no consiste en lo que se le imputa, sino en mantener una tensión informativa y una agónica esperanza en torno a un problema irresoluble, olvidando en declaraciones y exposiciones públicas la insalvable línea divisoria que separa a unos, minoritarios, de otros, mayoritarios: UE, euro, deuda, soberanía, reforma constitucional y desarrollo del concepto democracia...
Tras el 20-D los partidos tuvieron que trabajar con el legado que las urnas le entregaron. También se obvia que en este preciso momento en el que las exigencias de Bruselas sobre el cumplimiento del déficit aparecen como inexorables, las dos fuerzas políticas mayoritarias están conformes con ello, es su proyecto.
En consecuencia, pensar que se podía hacer un pacto transversal que no tuviera en cuenta esto es estar fuera de la realidad o centrarse únicamente en fabricarse una imagen cara a las próximas elecciones. Ese ha sido el error del PSOE, querer ser a la vez Jeckyll y Hyde. Por otra parte los escándalos de corrupción del PP y la contumacia de Rajoy en seguir aspirando a la Presidencia del Gobierno, han invalidado su condición de fuerza política mayoritaria en las urnas.
El poder económico no ha debido estar muy conforme con las aventuras políticas de uno y el sostenella y no enmendalla del otro. Este proyecto de UE no está para cainismos. Por eso tras el 26-J habrá un Gobierno formado por varias siglas y un único proyecto. Es lo lógico y lo que requieren Bruselas, el Ibex 35, etc.
Lo que puede ocurrir es que frente a ellos haya una fuerza, también plural, que sustituya el eje bipartidista entre alternancias por otro entre alternativas. Comenzará otro tiempo político distinto en el que el dilema de los electores se establecerá entre una u otra orilla.
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