
Estos días eran excelentes para comprobar la salud de nuestra banca, pero especialmente su rentabilidad. En la semana que despide abril los tres bancos más grandes coincidían en presentar sus resultados; les acompañaban también Sabadell, Popular y Bankia y, teniendo en cuenta que previamente lo había hecho Bankinter, podemos asegurar que, al menos los bancos del Ibex35 y, por tanto, los de mayor tamaño, pasaban su particular examen.
El primero que lo hacía era Bankinter con unos magníficos números, especialmente significativos si tenemos en cuenta que en el pasado 2015 sus resultados fueron de récord. Bankinter y su especial modelo de negocio son una excepción muy llamativa de cómo generar rentabilidad en el sector bancario, consiguiendo además seguir con su tendencia alcista de incrementar márgenes. Ahora que tanto se especula sobre la delicada situación de sector crediticio, Bankinter continúa demostrando, sin ruido, que sí es posible hacer banca, y que los números sean rentables. Es por ello que no se podía generalizar la evolución del banco presidido por María Dolores Dancausa al resto. Por cierto, teniendo en cuenta que hoy en los consejos de administración de las instituciones bancarias todos parecen coincidir en la necesidad de ganar tamaño para sobrevivir, ser más solventes y rentables, habría que preguntarles si Bankinter es un milagro o realmente un ejemplo de cómo gestionar eficientemente una entidad crediticia. Esta misma pregunta habría que hacerla a los bancos centrales que siguen apostando por entidades de tamaño elefantiásico y olvidan que la base sigue siendo hacer rentable un negocio donde son la rentabilidad y la sencillez la base del negocio.
Pero desde luego no era Bankinter el que mayor atención centraba; los ojos de analistas y accionistas estaban puestos en los números de los tres grandes: Santander, BBVA y Caixabank. Entre los tres, el que mejor ha aguantado el tipo ha sido el Banco Santander, permaneciendo Caixabank en un plano gris, y con un claro perdedor, al menos de momento, que no es otro que BBVA. Con todo, los resultados de los tres grandes presenta algunos puntos de coincidencia y que, en mi opinión, ponen de manifiesto claramente los problemas del sector bancario.
En primer lugar los dos grandes y más internacionales, Santander y BBVA, acusan la fortaleza del euro. Ambos bancos reconocen que de no haber mediado una revalorización de la moneda única los beneficios habrían sido mayores. El negocio principal de ambos bancos, Reino Unido y Brasil para Santander, México y Turquía para el BBVA, son ya los principales mercados de actividad. El de la fortaleza del euro es un tema que, previsiblemente, no les volverá a dar dolor de cabeza a ambos, sin embargo las cuentas sí tienen algunos puntos que conviene destacar, y que están muy en línea con las grandes preocupaciones del sector
Quizá la principal es la desaceleración del negocio típico en España y buena parte del área euro. Es esta característica una constante a todos los bancos. La banca está muy preocupada por los tipos a cero, pero también de que la economía en Europa no solo no avanza, sino que lenta pero inexorablemente va disminuyendo su ritmo de crecimiento. La actual situación de atonía de las economías del euro, a diferencia de la apreciación de la moneda, es y va ser una fuente de preocupación generalizada de prácticamente todos los bancos y de la totalidad de los negocios tradicionales. Los bancos siguen y seguirán teniendo un problema en este aspecto, tanto la situación de tipos a cero que ha venido para quedarse, como la falta de vigor de la demanda acrecentada por el enorme saldo de créditos del sector privado, serán una constante en las pesadillas de alguno de los bancos establecidos en España. También lo serán para los que se han instalados en países como Brasil o Turquía, puesto que estas naciones no presentan en este momento la mejor de las perspectivas.
Otro aspecto a señalar y común a todos es el impacto negativo que tiene la construcción; con mayor o menor intensidad todos las bancos se ven impactados. Para todos aquellos que quieren ver recuperación en el sector inmobiliario habría que mostrarle las cuentas de los bancos españoles, hoy por hoy los máximos tenedores de inmuebles en España. Los datos en este aspecto son claros: ni alegría en las ventas, ni mucho menos en rentas de alquiler. En este sentido un buen ejemplo es Caixabank que, aun cuando viene hablando de una mejoría del sector, sus volúmenes de venta decrecen al igual que los de alquiler. La mejora de los márgenes no es suficiente por sí sola para compensar la línea decreciente, y previsiblemente no lo va a ser en este ejercicio.
En general, y con una honrosa excepción, los resultado son bastante grises y no alejan en ningún sentido los peligros que se vislumbran en el futuro para el sector. Éste va a seguir inmerso en un proceso de transformación, dada la irrupción de la tecnología y sus efectos en los campos en los que la banca opera, y por supuesto de reducción de su capacidad tanto en personal, especialmente servicios centrales, como en oficinas. Es, además, un negocio que está a la espera de implementar la nueva legislación sobre provisiones que se ha diferido a final de año. Además, se deberá enfrentar en 2018 a un dilema en el aspecto del asesoramiento financiero impuesto por MIFID II.