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Botín da el pistoletazo a más ajustes en banca

"El Santander ha puesto la primera piedra a otra ronda de ajustes de costes en España". Es la interpretación de Citi al inesperado anuncio del banco de clausurar 450 pequeñas sucursales -un 13 por ciento de la red en España- y redimensionar servicios corporativos, con su inherente excedente de personal, y que muchos comparten.

Sin transcurrir ni 24 horas, la nueva España-Duero -absorbida por Unicaja- citaba el viernes a los sindicatos para negociar otra reestructuración. En el aire queda por despejar también el impacto en Novo Banco -tiene unos 400 empleados en España- del recorte del 15 por ciento en la plantilla anunciado por el grupo en Lisboa. "Van a mover lo que tenían previsto ajustar. Congelaron los planes con las elecciones y es fácil que los retomen, porque la conformación de Gobierno está retrasando mucho el proceso", conceden en un sindicato donde aseguran desconocer si otras entidades se plantean dar el paso.

Es una industria fuertemente noqueada por la crisis y la reconversión de las cajas. El sector ha sacrificado un tercio de la plantilla y de las sucursales desde el ejercicio 2008. El 35 por ciento de los despidos de la eurozona se localizan aquí -74.854 de los 216.458 puestos de trabajo extinguidos durante la crisis-. Pero supervisores y entidades asumen que el ciclo no se ha agotado porque el sector arrastra un grave problema de márgenes. El servicio de estudios de las cajas Funcas ha estimado que las 31.021 oficinas y empleados 194.688 con que se cerró 2015 quedarán en 28.000 sucursales y 180.000 trabajadore en 2019 o equivalente a aquilatar aún al 7-9 por ciento la estructura -sobrarían 3.000 oficinas y 15.000 trabajadores-. Otros expertos hablan de achicar estructura en un tercio adicional.

La razón es que, una vez alcanzado unos niveles de solvencia confortables, toca impulsar su insuficiente rentabilidad: del 6 por ciento cuando el mercado reclama, al menos, el 10 por ciento. En su consecución hay dos palancas básicas: aumentar ingresos o reducir costes. La primera se complica en extremo con la menguante demanda de crédito, el hundimiento de los tipos y una contratación escasa de productos generadores de comisiones. Para salir de la espiral se necesita un despegue del crédito y de la economía -factor exógeno imposible de cambiar por las entidades-, y que aparquen la guerra de precios, que sí podrían, pero es difícil ante la urgencia de ganar volumen y empujar la facturación.

La apuesta por la innovación y tecnología es imparable, pero sus frutos tardan más de lo deseable en llegar. La opción se limita así casi a economizar. Autoridades como el Banco de España prescriben nuevas fusiones -es fácil meter tijera en redundancias- pero no todos los gestores están por la labor ni es el momento idóneo para pactar alianzas sin conocer cómo quedará el tablero de juego político. El color del Gobierno podría, por ejemplo, determinar el futuro en solitario o asociado de BMN o Bankia.

A la situación de espera da también aliento la convicción de que ahora tocan fusiones trasfronterizas, pero no antes de que se acabe de construir la Unión Bancaria ni de perfeccionar la normativa para el sector.

A corto plazo, donde las entidades tienen capacidad real de maniobra se limita prácticamente a recortar sucursales y empleo. El banco de inversión Citi estima que el Santander elevará un 4 por ciento el beneficio del grupo por cada reducción del 10 por ciento en la base de costes en España. El sector es de los más eficientes de la zona euro, pero también cuenta con una de las redes de oficinas más pobladas, con 70 sucursales por cada 100.000 habitantes, margen claro para ahorrar cuando otras huchas casi se han esquilmado. Ni poseen la cartera industrial de antaño, desecha en gran parte para sanear la abultada exposición inmobiliaria y acumular el aún creciente requisito de solvencia ni es fácil vender de forma apresurada esos pisos, salvo tirando precios.

Los apuros -sobre todo de saneamientos- y necesidad de salvar antiguas cajas precipitaron las fusiones entre 2009 y 2011, que rindieron grandes sinergias eliminado duplicidades de red y servicios centrales. Un informe de Fes-UGT cifra en 35.472 los empleos extinguidos solo con reestructuraciones de cajas, muchas por los sacrificios exigidos por Bruselas a cambio de recibir ayudas. Los casi 60 bancos y cajas de antaño han quedado en una docena por esas fusiones. Hace un par de años se pronosticaban algunas fusiones puntuales para reposicionar entidades. Hoy la prioridad es la rentabilidad y afecta a todas.

Con la crisis y tipos bajos se ha esfumado el 54 por ciento de los ingresos por créditos -en un año se ha perdido el 23 por ciento en los procedentes de hipotecas- y han desaparecido 670.000 millones en créditos a hogares y empresas con su desapalancamiento. E irá a menos porque la población que envejece no precisa créditos sino productos de inversión y seguros. El ajuste parece inevitable y su calibre al albur del empuje de la economía y el crédito. A pesar de los cierres, CECA estima que hay cobertura de sucursales en el 98 por ciento del territorio. El riesgo de una vuelta de tuerca es dejar poblaciones sin red y el futuro de las plantillas. Los últimos Eres han sido negociados, pero en condiciones muy alejadas de lo que era tradicional en banca.

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