Firmas

España y los problemas de Macri

  • El nuevo Gobierno se enfrentará a serios problemas estructurales
  • Si no tomamos posiciones en Argentina, otros, como China lo harán

La actualidad política internacional sigue centrada en la guerra en Siria y los esfuerzos de Francia para constituir una alianza contra el Estado Islámico. Hasta ahora no hemos ido más allá del espacio de las buenas palabras y la negativa de Estados Unidos a sumar intereses con Rusia, algo que ya se sabía de antemano. A las dificultades presentes se ha unido el derribo de un avión ruso por parte de Turquía en la frontera turco-siria, lo que aumentará las tensiones; especialmente cuando Turquía depende en un 55% del gas ruso. Veremos también cómo Rusia refuerza militarmente esa frontera. Europa, por su parte, seguirá sin lograr un acuerdo conjunto, mientras que Rusia continuará su estrategia de defender al Gobierno sirio. Una decisión que tiene que ver también con la protección de su única base naval en el Mediterráneo situada en Tartus (Siria); un enclave tan estratégico para Rusia como lo es Crimea. Esta semana ha sucedido también un importante cambio político en Argentina, que ha quedado algo oscurecido por los conflictos geopolíticos anteriores. Argentina es un país clave para España, como también España lo es para Argentina. De un lado, por la historia común. De otro, por la necesidad de mejorar nuestras relaciones, muy deterioradas en los últimos años. Con una balanza comercial de unos 200 millones de euros en favor de España, y con España como principal país inversor en Argentina, el hecho es que nuestro país es el duodécimo proveedor de Argentina y el octavo cliente global. Una circunstancia que el cambio político debería ser capaz de mejorar; ya que la falta de entendimiento en el pasado ha abierto cauces para la entrada de otros países que han ocupado el lugar de España; muy, especialmente, China. El Gobierno Macri se enfrenta, sin embargo, a serios problemas estructurales. Argentina se encuentra hoy con dos de sus problemas históricos tradicionales. Primero, la alta inflación, del orden del 26%. Segundo, el elevado gasto público, que aumentó un 40% en el último año. A lo que hay que sumar el enorme incremento de funcionarios, que se duplicó en los últimos 10 años hasta llegar hoy al 10% de la población. Todo lo cual se complementa con el déficit de las cuentas públicas (casi del 3% del PIB en 2014), que se mantuvo incluso elevando los impuestos como se hizo en el último año (alrededor del 30%). Una circunstancia que se agrava con la política que siguió el Gobierno Kirchner de aumentar la masa monetaria e incrementar el salario mínimo por encima de la inflación para tratar de incentivar el consumo. Errores que no se han resuelto echando la culpa a la especulación o a la información negativa de algunos medios de comunicación. Por si lo anterior no fuera suficiente, el Gobierno Macri tiene enfrente otros problemas no menos serios. Ahí está el estancamiento de la economía que las políticas del ministro Kicillof no han sido capaces de evitar. El FMI sigue hablando de recesión en Argentina para 2016. Es cierto que hasta 2007 la economía argentina creció a tasas muy elevadas, pero desde entonces, por varios motivos, se detuvo. Los precios en caída de las materias primas y la devaluación del real brasileño, tuvieron su efecto negativo, pero también la decisión de anclar el precio del dólar muy por debajo de su valor de mercado, y las restricciones a las importaciones y exportaciones, que ayudaron a empeorar la situación. Lo que perjudicó más si cabe el conocido cepo al dólar, cuando el Gobierno Kirchner trató de evitar la fuga de divisas.

A la recesión hay que sumar el uso que hizo el mismo Gobierno Kirchner de las reservas del Banco Central argentino. Se usaron para pagar vencimientos de la deuda externa. Y se usaron para incentivar el gasto público. De manera que hoy podrían estar por debajo del 5% del PIB, cuando en 2007 superaban el 17%. Una cifra menor que la que existió en tiempos del corralito, y que no se resolvió con el cepo al dólar cuando el Gobierno se enfrentó con la cruda realidad del cierre de los mercados de deuda ante su situación económica, y el antiguo problema proveniente del corralito de 2001 cuando el país tuvo que echar mano de los fondos buitre para completar la reestructuración de la deuda que tenía entonces.

Un problema conocido como conflicto de los holdouts que Argentina ha visto perder en varias demandas jurídicas en Estados Unidos, lo que podría llevarle a pagar unos 20.000 millones de dólares si tuviera que atender todas las reclamaciones.

España, desde luego, no puede suplir las carencias estructurales de la economía argentina, pero sí puede promover mecanismos conjuntos para estimular dicha economía con nuevos proyectos de inversión, tratando de olvidar conflictos anteriores para convertirse de nuevo en un socio preferencial de Argentina ante la comunidad internacional y, muy especialmente, en Europa.

Un papel que, de no hacerlo, será ocupado por otros. Ahí está la expansión del dragón chino en Sudamérica para demostrarlo.

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