
Con algo de suerte, Grecia, una pequeña parte de la Unión Europea, dejará de ser el dolor de cabeza de los mercados, y volverá a ser un problema insolucionable de largo tiempo, pero una necesidad estratégica para Europa y EEUU. A su deuda se le dará una patada hacia adelante hasta que se asuma que hay que reestructurarla porque es imposible pagarla.
¿El motivo? Estratégicamente es una pieza del puzzle tan importante como costosa, sobre todo ahora que la Rusia de Putin está acallada por haber sufrido la caída del precio del petróleo. Y en el mundo y los mercados hay problemas mucho más importantes (Ucrania, China, el Estado Islámico...), y no se necesitan viejos escollos por muy necesarios que sean los correctivos.
En EEUU, la primera economía del mundo, Obama deja una herencia envenenada a Hillary Clinton, ya que incumple la ley no escrita de que en un año preelectoral Wall Street es siempre alcista. De ahí sus reiterados mensajes a Merkel para que acabe con la crisis griega. Por nuestra parte, para un país de clase media en la economía mundial como España, la bolsa ya ha perdido por esta crisis más del doble de todo lo que nos costaría el impago absoluto de la deuda helena. Algo que no va a suceder.
Los alemanes, y con ellos toda Europa, van camino de una solución kantiana a la Grexitfilosofía, consistente en que los griegos abandonen el engaño permanente por una progresiva urbanización bruseliana, desde una ética de la obligación hacia la autonomía. El mensaje es directo también para Pablos y Beppes, para Iglesias y Grillos, parapetados en la creencia de que lo público es gratuito.
La democracia, esa que el máximo responsable de Podemos cree que solo se recupera con noes en Grecia, fue la que mató con cicuta a Sócrates. Para el filósofo era mejor sufrir la injusticia que cometerla. Pero la política es la utilización impúdica del derecho de los ciudadanos, como los mercados son la especulación lícita de decisiones políticas.