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Historia de tres carteras: ¿por qué la renta fija, ni es fija, ni es toda igual?

  • Los gestores deberían saber que el consenso puede equivocarse

Hace no mucho tiempo, tres gestores diseñaron tres carteras para tres inversores conservadores. Uno de ellos, viendo que los bonos del Estado eran lo que más había subido en los últimos meses, no se complicó la vida y se limitó a replicar una cesta de bonos del Estado europeos con vencimiento a 10 años. Total, pensó, ¿no son los bonos del Estado lo más seguro según los libros? Y más si son alemanes. Es más: ¿no los compra todo el mundo?

Así que dicho y hecho. Acabó rápido, porque no tuvo que hacer análisis de ningún tipo. Se quedó encantado con lo sólida que era su cartera y muy tranquilo porque el consenso no podía equivocarse.

Otro de los gestores pensó que si la economía europea acababa mejorando como consecuencia de la inyección masiva de dinero del BCE y la mayor competitividad que suponía un euro más barato, así como por el impulso adicional de la caída del precio del petróleo, fue un poco más allá e incluyó bonos emitidos por empresas. Pero pensando más en términos teóricos que de mercado se centró en bonos de empresas de primer nivel y pasó olímpicamente de lo que no fuera la mejor calidad crediticia, pese a que el cupón era irrisorio.

Diseñar la cartera le llevó un poco más de tiempo que al primero, pues tuvo que ir a ver a los analistas de la casa y hacer una cierta selección de empresas. Nada del otro mundo: se fue a por los nombres más conocidos y con mejor calificación crediticia y listo.

Finalmente, un tercer gestor hizo todo lo anterior - diversificó - y además tuvo la precaución de no dar demasiado peso a la deuda pública. Un bono alemán a diez años que casi había que pagar por tenerlo le parecía un precio excesivo, por mucho QE -compra masiva de bonos- que estuviera llevando a cabo el Banco Central Europeo. Era una cuestión de puro sentido común. Pagar por prestar a un Estado le parecía una locura, y más a diez años vista. Por muy alemán que fuera ese Estado.

Además, pensó, si apuesto por una recuperación aunque sea leve de la economía europea, lo lógico es que empresas de mediana e incluso baja calidad crediticia vayan mejorando su calificación. Si mejoran sus ventas y bajan sus costes financieros por la bajada de los tipos de interés, eso debería generar revisiones al alza de las calificaciones. Así que pensando en términos de mercado, es decir, adelantándose al futuro y no basándose en rentabilidades pasadas, bajó un poco el listón e incluyó empresas de la parte baja de lo que se llama en los mercados "bonos con grado de inversión", que, además, daban un cupón aceptable.

Y no acabó ahí. Si la economía europea iba a ir saliendo del agujero, eso sería bueno para las empresas, es decir, para la renta variable (acciones). Así que pensó: "Una cosa es ser conservador y otra muy conservador. Un poco de renta variable no es un gran riesgo y podría suponer un buen extra de rentabilidad". Y puso un moderado 15% de la cartera en renta variable europea. En esto se declaró un vendaval. Alguien vio que para comprar un bono alemán hasta nueve años de vencimiento había que pagar y que, a diez, Alemania te pagaba un cero coma%. Reflexionó que aquello sonaba "raro, raro, raro" y que con lo que había ganado se daba por satisfecho. Vendió y, como el mercado es gregario, muchísimos inversores se lanzaron a vender. Por si acaso.

Así fueron los resultados

La cartera del primer gestor no aguantó ni el primer envite de la tormenta. Centrada en un sólo activo, el que más había subido en meses anteriores, cayó a plomo al primer vendaval. La del segundo aguantó mejor, pero su base era más teórica que basada en el funcionamiento de los mercados. Aguantó mejor, pero los daños fueron cuantiosos.

Fue, curiosamente, la tercera cartera, la que teóricamente tenía más riesgo, la que mejor aguantó. Y con toda lógica. La tormenta se declaró porque no tenía sentido que si la economía iba a mejorar siguieran bajando los tipos de interés ad infinitum, y que precisamente quienes más se acabarían beneficiando en el futuro del estímulo monetario y de la recientemente adquirida competitividad del euro serían las empresas. La renta fija de media y baja calidad crediticia y la renta variable aguantaron estupendamente el envite. A precios de hoy el Eurostoxx 50 sólo ha caído un 4% desde máximos después de haber subido un 26% en lo que va de año. Una simple corrección. Nada que ver con el bofetón de los bonos soberanos.

Moraleja: la renta fija, ni es fija, ni es toda igual. Y en los mercados hay que pensar cómo piensan los mercados y saber que tienen sus propias leyes, nos gusten o no. ¡Ah!: y que el consenso puede equivocarse. Mucho. Y muchas veces.

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