
Nadie lo esperaba. Se suponía que el Reino Unido estaría hoy convertida en una nueva Bélgica, con varios meses de negociaciones dilatadas en las que muchos pequeños partidos, con nombres que nadie sabe pronunciar, regatearían entre sí para tratar de armar una coalición que durase hasta final de mes. Sin embargo, el electorado consideró esa opción y, con mucha sensatez, ha optado por cinco años más con los conservadores.
Serán malas o buenas noticias, según las preferencias políticas, pero para cualquiera que se fije en el mercado bursátil, el mensaje ha sido inequívoco. Es hora de comprar británico. La historia demuestra que los títulos casi siempre han funcionado mejor con los conservadores que con los laboristas. ¿Seguirá siendo así con David Cameron? Será un camino pedregoso, es evidente. Cuesta creer que las acciones mundiales puedan sobrevivir cinco años más sin una corrección brusca pero, para cuando lleguen las siguientes elecciones británicas, deberían estar muy por delante de donde están ahora.
Prefieren la certidumbre
El mercado bursátil no ha tardado en dar su veredicto sobre las elecciones británicas que han otorgado una mayoría rotunda a los conservadores. El viernes por la mañana, el índice FTSE-100 saltó varios cientos de puntos mientras los agentes veían los resultados en sus pantallas. Probablemente no hubo sorpresas.
Los mercados siempre prefieren la certidumbre y el líder laborista Ed Miliband había protagonizado la campaña más izquierdista y anti empresarial de hace muchos años. Los planes de controlar los precios de la energía, desagrupar bancos y controlar alquileres han bastado para poner nerviosos a los inversores. Sólo tenían que haber abierto sus libros de historia. Verían que en el Reino Unido (al contrario que en EEUU, donde el mercado a menudo le va muy bien con los demócratas), los títulos rinden mejor cuando el país está gobernado desde el centro derecha.
En el año 2009, John Littlewood procesó los números del periodo de posguerra en un informe para el Centro de Estudios Políticos. Las conclusiones no daban lugar a dudas.
Ajustado a la inflación, con el gobierno laborista de Clement Atlee de 1945-1951, las acciones cayeron en términos reales un 7,5%. En los años sesenta, con Harold Wilson de 1964 a 1970, bajaron un 11,5% en términos reales. Con los gobiernos de Tony Blair y Gordon Brown de 1997 a 2010, el FTSE subió de 4,455 a 5,123, que se tradujo en una ganancia nominal de 668 puntos, o el 15%. Pero si consideramos un aumento del 23% de los precios en esos años, la caída en términos reales fue del 8%. Si tenemos en cuenta que en esos trece años hubo una expansión global rápida, el historial fue muy malo, aunque por supuesto el estallido de la burbuja punto com no ayudó.
Los periodos de Gobierno conservador han sido muy diferentes. Pongamos los trece años de 1951 a 1964. El mercado, tomando el FT30 de referencia, ya que el FTSE no existía por aquel entonces, subió un 74 por ciento en términos reales. El Gobierno de Margaret Thatcher primero y John Major después, que duró de 1979 a 1997, fue una fiesta más grande todavía para los inversores, con un ascenso en términos reales del 166% (y un aumento nominal de más del 600%). La única excepción fue el gobierno de Edward Heath, de 1970 a 1974, con un declive en términos reales del precio de las acciones del 11%. Fue un Gobierno que tuvo que lidiar con una crisis del petróleo, huelgas generalizadas y una inflación rampante que hizo el mayor daño, ya que en términos reales las acciones aumentaron en el gobierno de Heath.
Si contamos la coalición de David Cameron como un gobierno conservador (y, desde luego, es lo que ha parecido), el historial continúa. El FTSE se situaba en 5,123 justo después de las elecciones de 2010. El jueves pasado, mientras el país acudía a las urnas, llegó a 6,900. Era un aumento de algo más del 30%. El nivel de los precios ha subido un 11% en los últimos cuatro años y medio, así que en términos reales el ascenso es más modesto pero sigue siendo un aumento importante. A cualquiera que haya comprado en el mercado británico mientras Cameron entraba en Downing Street le habrá ido bien.
¿Coincidencia?
Se pueden discutir las razones. Tal vez sea pura coincidencia, aunque el patrón no es lo suficientemente constante. O que el partido conservador tienda a subir al poder después de una crisis financiera y el laborista lo haga en épocas buenas. Es decir, el primero llegaría en el punto más bajo del mercado y el segundo en el más alto. O será que los conservadores, por instinto, creen en el recorte fiscal y la desregulación, y eso suele ser bueno para la rentabilidad de las empresas, e impulsa los mercados de acciones. Eso fue lo que ocurrió con Thatcher.
Lo interesante es si el patrón podrá repetirse esta vez. Quizá será mucho más duro. En 2010, los mercados acababan de levantarse del suelo. El auge alcista empezó ese año y ha seguido desde entonces, con un bache en 2011. Que llegue a 2020 sin una gran corrección por lo menos no es imposible pero lo convertiría en uno de los mercados alcistas más largos de la historia.
Dicho eso, el mercado británico no ha sido exactamente una figura estelar en los últimos años. Mientras el país controlaba con dificultad su déficit y recuperaba el crecimiento, el factor de satisfacción ha brillado por su ausencia.
Una vez dominado el déficit, habrá margen de sobra para recortes fiscales y, si la eurozona por fin empieza a recuperarse, las exportaciones británicas se recuperarán también. Europa sigue siendo el mayor mercado único para el Reino Unido. Podría incluso haber un boom. Los datos apuntan a que el FTSE debería situarse cerca de 9,500 en las próximas elecciones británicas de 2020. Eso es un buen rendimiento. Tal vez haya llegado la hora de que los inversores mundiales empiecen a fijarse bien en Gran Bretaña.