
"Nos enfrentamos a una amenaza de 26 meses de cárcel y no lamentamos nada de lo que hemos hecho". Con esta frase, los directores persas Maryam Moghadam y Behtash Sanaeeha resumen la dureza de las consecuencias que han pagado por llevar a la gran pantalla Mi postre favorito. Rodada prácticamente en la clandestinidad y prohibida en su país, la película ha conseguido reconocimiento internacional y, por primera vez, llega ahora a los cines de España.
La cinta se adentra en la vida de Mahin (Lili Farhadpour), una mujer de 70 años que vive sola y que, tras una tarde de confidencias con amigas —hablando de hombres, sexo y amistad—, decide salir a buscar compañía. Así conoce a Faramarz (Esmaeel Mehrabi), un taxista septuagenario que, lejos de encarnar la figura del hombre abusivo o decepcionante, entra con humor y ternura en su juego de seducción. Querían contar una historia no cliché sobre una mujer anciana y su soledad y está inspirada en mujeres del entorno real de los realizadores.
Aunque el filme presenta una apariencia amable y cercana a la comedia, su trasfondo es profundamente crítico con la situación social de Irán. El simple acto de que una mujer invite a un hombre a su casa, beba, baile o esté sin velo constituye un desafío legal que podría acabar en denuncia. Esa tensión se cuela entre momentos cálidos, confesiones íntimas y escenas que retratan el deseo genuino de compañía en una edad en la que la soledad parece impuesta.
Los dos protagonistas, sin ser actores profesionales, logran una química entrañable y una naturalidad que sostiene la película. Moghadam y Sanaeeha, que ya en 2020 sorprendieron con El perdón (esencial) utilizan aquí el envoltorio de una comedia ligera para transmitir un mensaje incómodo para el régimen. Sin embargo, el Ministerio de Cultura y de Orientación Islámica no pasó por alto el desafío: ambos directores fueron condenados y se les prohibió viajar al estreno en Berlín.
Mi postre favorito transcurre en apenas un día, pero encierra todo un universo de emociones, restricciones y esperanzas frágiles. Entre la ternura y el humor negro, la película invita a reflexionar sobre el derecho a vivir plenamente, incluso cuando la ley y la sociedad parecen empeñadas en lo contrario.
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