
A veces hay recetas que se nos resisten, sobre todo aquellas que llevan harina, huevo o aceite porque no conseguimos que quede tan crujiente como debería. Demasiado de uno y poco de lo otro hace que la textura no sea la deseada, por ejemplo, cuando hacemos algo tan sencillo y delicioso como puede ser una focaccia.
Este plato tradicional de la cocina italiana es perfecto como acompañamiento, snack o comida, y cuanto más crujiente, mejor. Para los que no consiguen que la focaccia les quede así, Anna Prezio, una cocinera italiana, les trae la solución perfecta para que los bordes queden bien crujientes.
La receta es muy simple
Tan solo hay que trabajar bien la masa, que lleva los siguientes ingredientes:
- 5 tazas de harina de todo uso.
- 2 onzas de aceite de oliva.
- 4 cucharaditas de aceitunas negras picadas.
- 2 cucharadas de romero fresco.
- 1 cucharadita de sal.
- 3 cucharadas de levadura seca.
- 2 vasos y medio de agua templada.
Una vez hayamos reunido todo lo necesario, pondremos en una batidora la harina, la levadura, la sal, el agua y el aceite de oliva, reservando el romero y las aceitunas. Ahora, bastará con mezclar entre 6 y 8 minutos hasta que consigamos una masa suave.
Después la pasaremos a un tazón engrasado con un poco de aceite que recubriremos con plástico y una toalla, como muestra Anna en el vídeo que se muestra a continuación, para dejar que suba durante dos horas. Transcurrido ese tiempo bajaremos la masa para cubrirla de nuevo y dejarla reposar una hora más.
Mientras podemos engrasar una bandeja de pizza con aceite y un poco de polvo de harina, donde echaremos la masa para estirarla una vez haya reposado el tiempo suficiente. Es importante que quede bien extendida en la bandeja. Entonces echamos las aceitunas y el romero encima con un toque de aceite de oliva, lo cubrimos con la propia masa y hacemos pequeños agujeros utilizando las yemas de los dedos.
Una vez haya pasado 20 minutos reposando, para terminar espolvorearemos con sal escamosa la masa (y un poco más de romero al gusto) y la horneamos a 200ºC hasta que quede dorada. No seas ansioso y déjala enfriar unos minutos antes de disfrutarla.
Así es como Anna consigue que los bordes de su focaccia queden crujientes y el resto esponjoso para hacerse uno de sus sándwiches favoritos con un poco de queso provolone y un par de rebanadas de prosciutto, todo envuelto en ese pan caliente y salado.