
En el centro de Europa, a orillas del Danubio se encuentran dos ciudades, casi opuestas, pero tan parecidas a la vez que podría decirse que son 'hermanas'. Con una distancia de apenas 60 kilómetros entre ellas, Viena y Bratislava, capitales de Austria y Eslovaquia respectivamente, se configuran como el reflejo perfecto del pasado de la Europa Central. Una con un pasado más imperial y la otra más rebelde, son la escapada perfecta para estos meses en los que comienza a hacer menos frío, pero todavía retienen ese encanto especial que le otorga la época invernal.
Ciudad imperial y capital de la música
Además de ser una ciudad bonita, Viena cuenta con una baza a su favor, y es que ese carácter tan único que le aportan sus innumerables palacios, óperas y museos es capaz de trasladarnos a otra época, esa en la que el vals no dejaba de sonar. No es casualidad que algunos de los grandes de la música vivieran aquí, como Mozart, Beethoven y Strauss.
Mires donde mires, su grandeza, su perfección y su belleza arquitectónica impone y aunque ya no se ven las carrozas aristocráticas que paseaban por la zona, sigue siendo una de las ciudades más distinguidas. Viena es una ciudad para pasearla, así que siéntete libre que recorrer sus calles y sumergirte en su centro histórico. La Ringstrasse, una enorme avenida circular de más de 5 kilómetros te facilitará el proceso.
La emperatriz Sissí ubicó aquí su residencia de verano, concretamente en el Palacio de Schönbrunn, visita obligada a día de hoy por su magnitud, sus enormes salones lujosos y la belleza de sus jardines. Otro de los rincones que se debe visitar en Viena es Palacio Belvedere, residencia del príncipe Eugenio de Saboya y lugar que en la actualidad alberga una de las colecciones de arte más impresionantes sobre Gustav Klimt, entre otros.

La joya escondida del Danubio
En algún momento le cargaron el estigma de 'patito feo' y desde entonces es una de las ciudades europeas más infravaloradas de la zona. Aunque sus hermanas mayores, Viena y Budapest, puedan eclipsarla Bratislava es una ciudad que también merece la pena conocer. Sin hacer mucho ruido y con el paso del tiempo ha conseguido hacerse un huequito en el panorama turístico gracias a su calidad histórica, cultural y su patrimonio.
A orillas del Danubio, Bratislava es una de las capitales más jóvenes del mundo y, a la vez, tiene una larga historia que contar. Durante más de dos siglos fue la capital del reino de Hungría, bajo la dinastía de los Habsburgo, de ahí que la aristocracia la ornamentara con castillos barrocos. No obstante, tuvo que esperar hasta finales del siglo XX para que se convirtiera en una capital al más puro estilo europeo.
Aunque Bratislava se ha convertido en una ciudad revitalizada y moderna, todavía hay calles por las que caminar es lo más parecido a viajar al pasado, como la Staré Mesto, también conocida como la Ciudad Vieja. Su castillo domina la ciudad desde las alturas y sus tesoros arquitectónicos, como la Iglesia Azul o la catedral gótica de San Martín. Además, se puede conocer a uno de sus personajes más famosos, Cumil, la estatua un obrero picarón que sale de la alcantarilla.

Cómo ir de Viena a Bratislava
Bratislava y Viena se encuentran a tan solo 60 kilómetros, lo que viene siendo más o menos una hora en transporte. Gracias a esto, se convierten mutuamente en la escapada perfecta, ya sea a una ciudad u otra. Por lo general, la mejor opción es viajar a Viena y aprovechar para pasar un día en Bratislava, ya que, aunque es una de las capitales europeas más pequeñas, merece la pena dedicarle al menos 24 horas.
Por suerte, hay múltiples opciones para llegar hasta Bratislava si no se quiere alquilar un coche, desde ir en autobús, tren o barco. La más común y cómoda es ir en tren, ya que el viaje suele durar únicamente una hora y el precio suele rondar los 10-12 euros. No obstante, si se viaja entre los meses de abril a octubre, una fantástica idea es ir en barco por el Danubio. Su duración es algo mayor, pero las vistas merecen la pena.
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