
Se podría decir que del frío hay tantos amantes como 'haters', y es que aunque personalmente me sumo al primer grupo, después de varios meses de abrigos, paraguas y bufandas ya va apeteciendo disfrutar del sol en una buena terraza o, por qué no, tumbada en una toalla frente a la playa. Y si de algo estoy segura es que habrá quien se identifique conmigo y, por fortuna, para ello no hay que esperar hasta que llegue el verano porque más allá de las Islas Canarias existen otros destinos con temperaturas que superan los 30 grados en febrero.
Ubicadas en el Atlántico, vecinas de estas últimas, con un toque europeo gracias a su pasado portugués, encontramos Cabo Verde, un archipiélago volcánico que se consolida como el paraíso natural perfecto para cualquier escapada en febrero. Con playas de arena blanca, temperaturas agradables y apenas precipitaciones, para disfruta tanto de sus paisajes, como de la lista interminable de actividades que ofrece. Y lo mejor es que ahora podemos encontrar vuelos directos desde Barcelona y las Islas Canarias.
Un paraíso a 30 grados de temperatura
La auténtica protagonista de Cabo Verde es Sal. Esta pequeña isla es el escenario más turístico del archipiélago, ahora repleto de resorts frente a sus paradisíacas playas. Ahora bien, si se busca un destino un poco más tranquilo, entonces São Vicente es el lugar ideal. Aquí durante el mes de febrero se suele alcanzar los 30 grados durante el día y las noches también son agradables. Además, la temperatura de su agua también permite poder darse el primer baño del año.

Aunque su extensión es prácticamente diminuta y podría recorrerse en su totalidad en apenas 30 minutos, esto no quiere decir que ofrezca pocos planes que hacer, sino más bien al contrario. En su capital, Mindelo, se encuentra el centro cultural y el verdadero corazón de la isla, donde la cultura y la música son los protagonistas.
Con un pasado portugués
Además de poder disfrutar de sus hipnóticos paisajes, también es posible adentrarse en su pasado recorriendo las callejuelas que conforman su casco antiguo. También conocido como el centro de la ciudad de Morada, este sitio fue el primer asentamiento de la isla en 1793 y es posible reconocer en él las influencias portuguesas que albergan sus pintorescas plazas y sus animados mercados.

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