
Los destinos rurales son la opción favorita para el invierno y en España se aprovecha cada oportunidad para hacer una escapada o un viaje rápido en el que disfrutar de la naturaleza y conocer un poquito mejor la historia de los pueblos de nuestro país.
En la zona del pirineo catalán hay muchos lugares que parecen suspendidos en el tiempo, pero ninguno como Beget en la provincia de Girona. Este pequeño enclave, separado por dos arroyos, es una joya medieval rodeada por un impresionante escenario de montañas y bosques. Su belleza radica en su arquitectura y su acceso, aunque sencillo, requiere cierto conocimiento de la zona, por lo que tienes garantizado que este lugar, en el que nace el río Llierca, no está masificado.
El núcleo urbano de esta localidad está perfectamente conservado. Sus casas de piedra, tejados de teja rojiza y calles adoquinadas ofrecen un auténtico viaje a la Edad Media. Destaca la iglesia de San Cristóbal, un templo románico del siglo XII que alberga una impresionante talla del Cristo Majestad, una obra maestra de la escultura románica catalana. La iglesia, declarada Bien Cultural de Interés Nacional, es el corazón histórico y espiritual del pueblo.
El máximo esplendor de la localidad se consiguió a finales del siglo XIX, ya que contaba con más de 1.300 habitantes. Sin embargo, a día de hoy solo hay 20 personas que residen de manera oficial en el pueblo, sin contar con las segundas residencias vacacionales. Administrativamente pertenece a Camprodón y está ubicada entre los primeros desniveles de los Pirineos y la Alta Garrotxa.

El entorno natural de Beget
El río Llierca atraviesa la localidad formando pequeños saltos de agua y pozas cristalinas que complementan la belleza del lugar. Los puentes medievales que unen las distintas partes de Beget son otro de sus grandes atractivos, tanto por su estética como por la sensación de conectar con el pasado.

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