
La crisis provocada por el coronavirus nos ha llevado, como diría Dickens, al peor y al mejor de los tiempos. Al peor, porque estamos inmersos en una crisis sanitaria que deriva en una económica de proporciones todavía desconocidas, justo cuando parecía que salíamos de la anterior, la de 2008; al mejor, porque nos encontramos en el momento de mayor avance tecnológico de nuestra historia como especie, lo que debería facilitar de algún modo las cosas. Ahora que el mundo analógico está transicionando, solo hay que saber cómo aprovechar la tecnología y apostarlo todo por la digitalización.
El tamaño de la economía digital en nuestro país, según un informe realizado por la Asociación Española de Economía Digital (Adigital) y Boston Consulting Group (BCG), se situó en el 19% del PIB en 2019. El estudio sostiene que en este 2020, con el afianzamiento del teletrabajo y el crecimiento de los e-commerce, el sector experimentará un crecimiento aún mayor. Ambas entidades explican que la economía digital es toda aquella actividad económica basada en bienes y servicios digitales, desde la innovación tecnológica, las redes de telecomunicaciones, hasta las plataformas o los modelos de negocio que están incorporando el elemento digital en sus diferentes facetas.
La digitalización llegará (nos guste o no, pongamos trabas burocráticas y administrativas o no), y cuanto antes mejor. JP Morgan vaticina una recuperación asimétrica en forma de K, donde los mejor parados serán el sector tecnológico, las grandes empresas y los white collar (trabajadores más cualificados). Por el contrario, lo tendrán más difícil las empresas de actividad cíclica (las relacionadas con el turismo, por ejemplo), las pymes, y aquellos profesionales que desempeñen su labor en puestos de trabajo con menor uso de la tecnología.
En España, además de una economía excesivamente dependiente del turismo, tenemos un problema con el desempleo juvenil y con la empleabilidad de nuestra fuerza laboral. En el mejor septiembre de la serie histórica, el paro entre los menores de 25 años se incrementó con casi 17.000 nuevos inscritos. El Informe sobre Jóvenes y mercado de trabajo en España publicado por el Consejo Económico y Social constata la existencia de unos menores niveles de competencias básicas entre los jóvenes, independientemente de su nivel educativo.
En estas mismas páginas, el presidente en funciones de la entidad, Pedro C. Fernández Alén, realizó al respecto un diagnóstico de los problemas muy certero, señalando la "brecha existente entre la cualificación de los jóvenes y las demandas más frecuentes del mercado laboral". Los contenidos que se imparten "en los colegios, institutos, centros de formación y universidades deberían ofrecer respuestas a las principales preguntas que surgen en el ecosistema empresarial", sostiene. Existe una grave disonancia entre los planes académicos y el mundo real, así como entre la metodología educativa empleada y las necesidades de estudiantes y profesionales.
Parte del sector educativo (y esto es algo que hemos comprobado en estos meses de pandemia) ha permanecido a cubierto de la lluvia de avances tecnológicos que ha calado en sociedades y empresas de todo el mundo. No obstante, el coronavirus ha obligado a acelerar (o iniciar, en el peor de los casos) los planes de digitalización de muchas instituciones. Y esto implica crear metodologías educativas digitales, pensadas únicamente para el entorno digital, utilizando herramientas pedagógicas ad hoc.
Con la digitalización de la educación, la oferta académica se volverá más ágil y plástica para amoldarse a las necesidades empresariales. En otras palabras, la educación volvería a caminar al ritmo de los avances tecnológicos, permitiendo a los estudiantes la adquisición de los conocimientos más demandados por las empresas y una rápida aplicación en su puesto de trabajo presente y futuro.
Del mismo modo, los porfolios educativos digitales se podrían actualizar de forma constante para acoplar cualquier novedad derivada de la disrupción tecnológica. Y con una rapidez similar se diseñarían nuevos programas que sirviesen a los profesionales para aprender nuevos conocimientos y resolver de este modo los problemas actuales, así como actualizar ciertas habilidades que han quedado obsoletas o se han visto modificadas por la automatización.
Una automatización que, unida a los avances tecnológicos que estamos viviendo y los que están por venir, provocará que los profesionales necesiten aprender continuamente. El lifelong learning será determinante para que los profesionales adquieran la empleabilidad necesaria en un mundo dominado por la globalización y la digitalización de la economía. La educación digital de calidad será la llave que nos abra las puertas al futuro.