
Obligados por las medidas de prevención frente a la Covid-19, las sociedades más desarrolladas se han abrazado al trabajo en remoto y a las videoconferencias para mantener su actividad. El impacto en la reducción de emisiones no parece tener marcha atrás. El 2020 se recordará en los libros de historia como el año en el que un tipo coronavirus sacudió al planeta dejando un reguero de enfermedad, muerte y crisis económica. Al margen de los grandes desastres sanitarios, sociales y laborales, la lucha contra la pandemia ha acelerado cambios trascendentes en la humanidad que prometen mantenerse en lo sucesivo.
Y entre las revoluciones en ciernes sobresale el impulso de la digitalización, cuyos efectos colaterales más inmediatos se reflejan en la mejora de la eficiencia y los procesos, pero también en la reducciones de las emisiones fruto de la menor movilidad. Según estimaciones de la Fundación Másfamilia, la reducción de las toneladas de CO2 al año rondaban los 332.000 toneladas al año solo en España en el supuesto de que todos los potenciales teletrabajadores del país (40% del total) pudieran realizar sus tareas profesionales desde sus casas dos días laborales a la semana.
El tijeretazo en las emisiones por desplazarse a la oficina se aprecia en los niveles de dióxido de carbono, de monóxido de carbono, óxido de nitrógeno y dióxidos de azufre. "El principal y más significativo beneficio ambiental del teletrabajo y de otras formas de trabajo flexible es la reducción de la huella de carbono y una reducción de las contaminación presente en el aire", indica Ecoembes en la segunda edición del Libro Blanco del Teletrabajo.
En el caso concreto de la contaminación por ozono, esta magnitud ha caído en 2020 un 41 por ciento, sin embargo, pese a esta disminución, el 76 por ciento de la población sigue respirando aire contaminado, según el informe estatal sobre ozono elaborado por Ecologistas en Acción. En la Comunidad de Madrid, este tipo de emisiones (que cada año provocan entre 1.500 y 1.800 muertes en el Estado español) se redujeron un 27% en la región entre enero y septiembre de 2020, según el mismo informe, que explica que esta caída se debe a la reducción de la movilidad por la crisis de la Covid-19, así como el uso de nuevas tecnologías en el ámbito de las teleconferencias. Sin debate posible, servicios como Zoom, Teams, Webex, Skype o Whatsapp han evitado desplazamientos físicos para llevar las reuniones a las pantallas, dejando a los automóviles guardados en el garaje y con unas tasas de ocupación ruinosas para las aerolíneas, las compañías ferroviarias y el transporte rodado.
Todo son ventajas
En el listado de ventajas del teletrabajo destacan los beneficios en asuntos como conciliación de la vida personal y laboral, así como el menor estrés de los trabajadores en un entorno de seguridad y bienestar emocional. También se aplaude la mayor flexibilidad de los horarios a las necesidades personales y un mayor aprovechamiento del tiempo al suprimirse los desplazamientos para ir y volver a la oficina (estimado en casi un par de horas al día en los transportes públicos en ciudades como Madrid), incluido el coste del transporte. Para aquellos que utilizan el vehículos particular, el gasto en gasolina para el desplazamiento al lugar de trabajo ronda los 80 euros al mes, según el portal Infoautónomos, un importe que solo es deducible para los profesionales del transporte y ciertos agentes comerciales y representantes. El tiempo aproximado en atascos de tráfico en Madrid alcanza las 42 horas anuales, desperdicio de tiempo que en la media de los españoles se sitúa en las 17 horas al año.
Precisamente este último elemento relaciona directamente el teletrabajo con la reducción de las emisiones y la lucha contra el cambio climático. Al mismo tiempo, en el caso de las empresas que hayan dimensionado sus sedes al fenómeno del teletrabajo, todas ellas podrán ahorrar en la factura de calefacción y aire acondicionado al utilizar espacios más reducidos. Lo mismo sucede con los costes de agua, luz, saneamientos y seguridad, al limitar su servicio al porcentaje de la plantilla que acude a la oficina. También hay ahorros en el uso de papel y equipamiento informático. Junto a todo lo anterior, este trabajo flexible también reduce la siniestralidad laboral, al igual que el absentismo en la plantilla.
El aire más limpio
Sin llegar a los casos extremos del pasado marzo y abril, en pleno confinamiento domiciliario, cuando la calidad del aire en las grandes ciudades recuperó niveles comparables a los de cien años atrás, las exigencias del trabajo a distancia están permitiendo frenar los desplazamientos y, por lo tanto, reducir las congestiones de tráfico y la contaminación. El menor trasiego de personas y mercancías claramente encontraría su reflejo en las estadísticas ambientales. Entre otros datos, la paralización económica redujo la demanda eléctrica el 23% respecto a otros periodos comparables, no solo por la ausencia de actividad de muchas industrias, sino también por una mayor concienciación en los hogares en favor de consumos más responsables con el entorno ambiental.
El medio ambiente resultó bien parado durante aquella primavera y esa situación favorable se ha mantenido hasta el momento gracias al teletrabajo, sostenido por miles de herramientas y recursos tecnológicos, así como el boom de las videoconferencias frente a los desplazamientos físicos. Como ha apuntado el Colegio Oficial de Ingenieros de Telecomunicación, la tecnología permite "una mejor adaptación a situaciones de crisis y posibilitan la conectividad y el acceso a los necesarios para la toma de decisiones". Este organismo recuerda que "las telecomunicaciones permiten que siga fluyendo el contacto entre particulares y que se mantenga un determinado grado de actividad de las organizaciones cuando los desplazamientos de las personas no son posibles. De esta forma, añade el mismo colegio, "el teletrabajo, las videoconferencias, las aulas virtuales o las compras online están evitando que los centros de producción y de enseñanza tengan que detener su actividad por completo, a la vez que contribuyen a construir una sociedad más resiliente".
Cualquiera en su sano juicio preferiría convivir con la contaminación antes que con el virus, siempre en aras a una vuelta a la normalidad previa al Covid. Sin embargo, algunas de las prácticas promovidas por la pandemia tienen visos de perpetuarse por los ahorros que proporciona.
Según el informe Workforce of the Future de Cisco, nueve de cada diez trabajadores quieren poder elegir entre trabajo remoto y presencial. Además, el 56% de los empleados demandan seguir trabajando de forma colaborativa con herramientas de videoconferencia y mensajería, en lugar de volver a los métodos anteriores (llamadas y reuniones presenciales). Asimismo, la experiencia de vídeo para los tele-trabajadores también sigue siendo fundamental, ya que seis de cada diez españoles consultados (el 57%) quieren trabajar a distancia ocho o más días al mes.
Al contrario de lo que pudiera pensarse, un mayor uso de la tecnología y de las herramientas de comunicación no han puesto freno a los desplazamientos de las personas. Un estudio de hace doce años, sobre el impacto del teletrabajo y el comercio electrónico en el transporte, medio ambiente y economía, de relativa vigencia hasta antes del coronavirus, apuntaba que un teletrabajador que dedique entre 1 y 2,5 días a trabajar en remoto se ahorrará entre 2.100 y 5.600 km anuales. Sin embargo, esos cálculos han chocado de bruces con la pandemia. Así, de un día para otro, se suspendieron las reuniones presenciales para hacerlas virtuales, con el fin inmediato de las congestiones. Lo mismo ocurrió con los colegios y universidades, quedando las calles más transitadas en un estado comparable al de las vacaciones escolares.
En el sector aeronáutico, las restricciones de la movilidad por la Covid provocó una caída del tráfico del 80% durante la pasada primavera, según datos de la Asociación Internacional del Transporte Aéreo (IATA), con severas consecuencias en el sector de la industria aeronáutica. La contaminación del aire provocado por las aerolíneas se redujo en la misma proporción, ahora con un panorama incierto incluso en el supuesto de que la vacuna contra el coronavirus se extienda rápidamente entre la población. Al mismo tiempo que los antígenos, también se han desarrollado los sistemas de videoconferencias, capaces de disuadir a muchos viajeros de negocios. De esa forma, la principal amenaza de los vuelos 'business' no es la Covid, sino la solvencia, seguridad, ahorros y fiabilidad de los sistemas de videoconferencias.
Cámaras holográficas
Este tipo de encuentros telemáticos frecuentemente se realizan a través de simples pantallas del ordenador, tabletas o móviles, pero en poco tiempo evolucionarán hacia formatos cada vez más realistas e inmersivos. A modo de ejemplo, Wooptix -un startup española especializada en desarrollos de astrofísica y nuevas tecnologías de la imagen- , ha dado con la solución tecnológica que se presume muy prometedora. Con la ayuda del denominado Light field "se pueden ver imágenes y objetos de forma volumétrica sin necesidad de utilizar gafas 3D, ya que captura y analiza la dirección de los rayos de luz de una escena, generando diferentes puntos de vista de la misma y posicionando cada objeto en su lugar correspondiente gracias a la información recopilada en un volumen tridimensional", según indican fuentes de la compañía. Antes de finales de año, Wooptix pondrá en el mercado europeo y estadounidenses su cámara holográfica SEBI que se puede aplicar para "reuniones entre salas de juntas, teleformación de procesos, sobre todo industriales y en el campo de la medicina; prácticas universitarias, por ejemplo, en un quirófano o vídeoconferencias de presentación de producto", por ejemplo.