
El régimen de Siria ha caído con la marcha de Bashar al-Assad. Ahora la incertidumbre es máxima y no se sabe cuál será el desenlace de la crisis y cuáles serán las consecuencias de este cambio. Sin embargo, los mismos políticos de países muy implicados en el conflicto están hablando ya abiertamente de que Europa podría ser uno de los grandes ganadores. El motivo es que Bashar al-Assad ha bloqueado desde 2009 la creación de un gasoducto que una Catar con Turquía a través de la nación del Levante. Hasta ahora el líder sirio había bloqueado el proyecto, que añadía entonces un rival directo a Rusia por el suministro del viejo continente. Con su caída ahora ya hay quien ve la posibilidad de crear un canal directo que lleve el gas del golfo pérsico a Europa directamente y sin necesidad de embarcaciones, todo esto mientras Turquía ha levantado una extensa red de infraestructura gasista para asistir a Europa Oriental ante el corte del último gasoducto ruso, que se producirá el 1 de enero.
Esta misma semana, el martes, con la caída del dictador muy reciente, el ministro de Energía y Recursos Naturales de Turquía, Alparslan Bayraktar habló de la posibilidad en una rueda de prensa tras el Consejo de Ministros. "Si conseguimos que haya unidad y estabilidad ¿por qué no construir un gasoducto con Catar?". El ministro proseguía alegando que "ese es nuestro deseo, pero la ruta debe ser segura para poder hacerlo, ojalá lo sea".
Catar 'conectada' con Europa
Catar es uno de los grandes titanes del gas en nuestro tiempo. Con Rusia fuera de juego, que tiene el 25% de las reservas probadas del mundo, Catar es un pilar a nivel mundial con un 12,5% de las reservas del planeta. Tiene más del doble que EEUU (5,3%). Sin embargo, la lejanía ha supuesto un enorme problema para utilizar a este gran productor como reemplazo del gigante euroasiático. De hecho el primer semestre de 2024, según datos de la Comisión Europea, Catar solo representaba un 10% de los envíos de gas natural licuado frente al 48% de EEUU. En términos de suministro general (incluyendo envíos por barco y gasoducto) apenas representa un 5,3%, aún por debajo de la misma Rusia (6,1%).
El motivo es principalmente la distancia. Un envío desde la nación asiática requiere 24.482 kilómetros, mucho más cuando ha habido problemas en el Canal de Suez y los envíos han tenido que redirigirse hacia el Cabo de Buena Esperanza, en Sudáfrica. El viaje de Catar a Róterdam dura 17 días a través del Canal de Suez, pero 29 días a través del Cabo de Buena Esperanza. En ese sentido Catar se ha centrado en Asia, pues solo se necesitan 13 días para llegar a Hong Kong y 17 días para llegar a Tokio a través de Sri Lanka y Singapur. Un camino con precios más baratos tanto por el transporte como por el peaje de los estrechos.

Un camino a través de Oriente Medio hasta Turquía. Además, la república otomana ya se ha puesto manos a la obra con un ambicioso programa desde 2014 para convertirse en la plataforma gasista clave que asista a Europa. En primer lugar llenando sus propias alforjas con la materia prima rusa a través del Turkstream, un laberinto de tubos que conecta ambas regiones y que empezó a construirse en 2014. Por su parte también se ha levantado el Transanatolian para que todo el Cáucaso y el gas de Irak, Persia y los países de Asia central puedan entrar en el país y desviarse hacia Europa. Este es el motivo por el que Erdogan ha venido firmando durante años acuerdos de exportación de gas con todo tipo de países en los Balcanes, desde Hungría a Bulgaria a Rumanía, pero también Eslovaquia y Serbia.
"Consumimos aproximadamente 50 Bcm/año de gas, pero tenemos capacidad para recibir aproximadamente 75-80 Bcm/año". Por lo tanto, "Podemos utilizar esto para las necesidades de los países del sudeste de Europa. Tenemos la oportunidad de exportación automática de esos 25-30 Bcm", explicó. Por su parte, en caso de entrar en escena el gas de Catar vía Siria, este superávit para exportar sería de golpe mucho mayor y serviría para abastecer una región que ha saltado de un problema tras otro con la energía desde 2021, cuando Rusia declaró la guerra a Ucrania.
El proyecto de 2009 y por qué no se hizo
El plan original salió de una reunión entre el entonces emir de Catar, Hamad bin Jalifa Al Thani, y el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan. La idea era conectar Catar con Europa para que el gas del emirato árabe suministrara directamente al continente, sin tener que pasar por el costoso proceso de licuefacción, traslado en barco y su posterior regasificación.
El gasoducto original partiría de Catar, pasaría por Arabia Saudí, Jordania y Siria, recorrería Turquía, y llegaría a Bulgaria, donde conectaría con la red europea de gasoductos. Pero las tensiones en Oriente Medio sacudieron al plan. Siria anunció un año después que no daría su aprobación a la propuesta turco-catarí, pero sí que estudiaría la construcción de otro con Irán, aliado de Al-Assad, que ya tiene un gasoducto con Turquía.
Aquel proyecto, valorado en 10.000 millones de dólares para levantar unos tubos que recorrerían 1.500 kilómetros, acabó en un cajón después del estallido de la Primavera Árabe y la guerra civil en Siria. Y, por supuesto, cuando Rusia salió al rescate de Al Assad, la posibilidad de competir contra sus gasoductos también desapareció: el dictador no tenía ninguna intención de robarle cuota de mercado europeo a su principal sostén militar, Vladímir Putin. Por último, por si alguien mantenía alguna esperanza, el plan de Catar murió de nuevo cuando Arabia Saudí ordenó un embargo a su pequeño vecino, entre 2017 y 2021.

En su lugar se puso en marcha un gasoducto que uniría Siria con Irán pasando por Irak, un proyecto que comenzó en 2013 pero que quedó suspendido ante la ofensiva de las sanciones de EEUU sobre el régimen de los ayatolás. El Instituto de Estudios Energéticos de Oxford explicaba que el proyecto "sigue siendo dudoso. No está claro cómo se financiará una iniciativa de este tipo dado que tanto Irán como Siria están sujetos a estrictas sanciones financieras".
Pero, de repente, el fin de la guerra civil ha barajado las cartas de nuevo. Aunque la situación es aún extremadamente fluida, el país que apunta a tener más influencia en la Siria que se está construyendo es Turquía, que ha apoyado militarmente a la oposición durante esta última década y ha actuado de sostén en los últimos años, con tropas que mantenían a raya a los soldados de Al Assad. Por contra, la imagen de Rusia e Irán sale completamente hundida: es poco probable que los nuevos líderes sirios quieran hacerle demasiados favores a los países que sostenían a su enemigo con armas y dinero, y que, en el caso de Rusia, ha acogido al propio ex dictador derrocado.
En estas circunstancias, el proyecto de gasoducto supondría una inyección de dinero, trabajo e infraestructura en una nación arrasada que necesita todo el apoyo posible, y además le garantizaría comisiones por el transporte de gas a través de su territorio durante décadas. Y a Europa le supondría un gran desahogo económico, al poder reemplazar a Rusia a un coste menor del actual.