Energía

El mundo necesita multiplicar por 10 la inversión para frenar el metano

  • La concentración de este peligroso gas de efecto invernadero se ha disparado en los últimos cinco años ya que solo el 13% de las emisiones globales están reguladas
     
  • Para controlarlas, los científicos advierten de que es imprescindible implementar políticas específicas por 110.000 millones de dólares al año
El sector de los residuos es responsable del 19% de las emisiones causadas por el hombre. iStock

Tiene una vida útil relativamente corta pero una capacidad casi inigualable para provocar intensos y duraderos daños en el planeta. El metano (CH4) es el segundo gas de efecto invernadero más peligroso tras el dióxido de carbono y, aunque permanece menos tiempo en el ambiente, su efecto es mucho más potente: hace que la atmósfera se caliente casi 90 veces más rápido durante los primeros 20 años tras su liberación y 30 veces más deprisa en el siglo posterior.

Según la Agencia Internacional de la Energía (EIA), es el responsable de un tercio del calentamiento global y el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) calcula que en la década de 2010 contribuyó a incrementar en 0,5 °C la temperatura respecto a finales del siglo XIX, en comparación con los 0,8 °C del CO2.

La comunidad científica lleva décadas alertando del impacto que tiene este gas en la crisis climática, pero desde el punto de vista político no se han instaurado medidas contundentes para detener su producción y, como consecuencia, las emisiones no han parado de crecer. Es más: su incremento se ha disparado a partir de 2007 y, en los últimos cinco años, el ritmo ha aumentado más rápido que nunca, según revela un reciente informe elaborado por científicos del Global Carbon Project, una iniciativa impulsada por la Universidad de Stanford para rastrear las emisiones de gases de efecto invernadero en el mundo.

El documento señala que las concentraciones atmosféricas de metano son las más elevadas desde hace al menos 800.000 años y alerta de que las tasas de emisión siguen aumentando según la trayectoria más extrema prevista por los científicos en los diferentes escenarios climáticos. De continuar a este ritmo, advierte, el mundo se encamina hacia un punto de no retorno que dispararía las temperaturas por encima de los 3ºC a finales de este siglo, casi el doble del máximo fijado por la comunidad internacional en el Acuerdo de París.

Un oasis en el desierto

En los últimos años, reducir de forma rápida y sostenida las emisiones de metano se ha convertido en una prioridad para la comunidad internacional con el objetivo de limitar el calentamiento global y también mejorar la calidad del aire.

Más de un centenar de países liderados por Estados Unidos y la Unión Europea firmaron durante la cumbre celebrada en Glasgow en 2021 el Compromiso Global del Metano, una hoja de ruta que pretende reducir de aquí a 2030 las emisiones mundiales de este gas en al menos un 30% con respecto a los niveles de 2020. Este objetivo, según la ONU, evitaría casi 0,3 °C de calentamiento global.

A escala local, algunos gobiernos contemplan acciones para contribuir a este fin. Los investigadores de Stanford señalan que si los países implementaran las 476 medidas que existen en diferentes estados, las emisiones de metano causadas por el hombre se reducirían en un 31% y se podría alcanzar el objetivo fijado en el Acuerdo.

Sin embargo, y a día de hoy, la mayoría de los firmantes, incluidos los principales emisores, carecen de estrategias para controlarlo. Así lo confirma un estudio publicado el año pasado en la revista One Earth según el cual sólo el 13% de las emisiones mundiales de metano están cubiertas actualmente por políticas de mitigación directa y, en la mayoría de los casos, esas medidas son ineficaces porque se crearon a partir de datos inexactos. "Ahora mismo, los objetivos del Compromiso Mundial sobre el Metano parecen tan lejanos como un oasis en el desierto", afirma Rob Jackson, catedrático de la Universidad de Stanford.

Un informe realizado por el Centro para la Sostenibilidad Global (CGS), en colaboración con la Fundación de Energía de China, demuestra que existen grandes lagunas en la adopción e implementación de las políticas de mitigación que imperan en los 15 países que emiten el 39% del metano a nivel global. Sólo unos pocos países, como Japón y Nigeria, incluyen objetivos cuantitativos específicos y contemplan plazos para su ejecución. El país africano se ha comprometido a detener las emisiones de gas quemado para 2030, mientras que Japón aspira a reducir sus emisiones de metano un 12% para ese mismo año. Otros, como Estados Unidos, Canadá y la Unión Europea, han lanzado planes que pretenden acelerar la reducción de estas emisiones en varios sectores, especialmente el energético.

La financiación parece ser uno de los principales problemas a la hora de poner en marcha las políticas que fomenten la reducción. Tal y como revela un análisis realizado por el grupo de investigación Climate Policy Initiative, los 11.000 millones de dólares anuales que se dedican actualmente a mitigar el metano "no son suficientes para limitar el calentamiento global a 1,5 °C" y la inversión debería multiplicarse al menos por 10 para cumplir con los 110.000 millones de dólares anuales que se necesitan para alcanzar este objetivo.

En busca de soluciones innovadoras

Global Carbon Project confirma que casi dos tercios de las emisiones son consecuencia de la actividad humana, principalmente de la agricultura (40%), los combustibles fósiles (34%) y los residuos (19%). El otro tercio procede de fuentes naturales, en particular humedales, como pantanos y marismas.

La ganadería por sí sola causa casi el 30% de las emisiones de origen humano y la mayoría se debe a la fermentación por microorganismos que se produce en el sistema digestivo de los rumiantes, en concreto de vacas, ovejas y cabras. Para intentar reducir el impacto de este proceso en el medio ambiente se está estudiando la posibilidad de alimentar al ganado con elementos no tradicionales, como flores o algas, y también se está trabajando en soluciones más innovadoras.

La Fundación Bezos está investigando una vacuna que inhiba específicamente la actividad de los microrganismos responsables de la producción de metano para reducir las emisiones entre un 30% y un 50%. La iniciativa se está desarrollando en cuatro instituciones internacionales, entre ellas el CSIC.

Y en Dinamarca, uno de los grandes productor agrícolas del mundo, el Gobierno ha propuesto recientemente crear un impuesto pionero sobre las emisiones de gases de efecto invernadero de la agricultura para ayudar a cumplir los objetivos climáticos.

El cultivo de arroz, un alimento básico para miles de millones de personas en todo el mundo, es otro de los grandes emisores de este gas, que se genera al descomponer la materia orgánica en los arrozales inundados y, según la ONU, representa alrededor del 8% de las emisiones causadas por el hombre.

En 2023, el Banco Mundial aprobó un préstamo de 255 millones de dólares para apoyar un programa destinado a reducir las emisiones derivadas de esta actividad y mejorar la producción de arroz "resiliente al clima" en la provincia de Hunan (China), uno de los mayores productores del país. Los ensayos para reducir tanto el uso de agua como las emisiones y producir más arroz están ganando terreno en diferentes puntos de China.

El sector energético es el que registra menos políticas y, en todo caso, más laxas, para reducir las emisiones de metano fósil. La estrategia sobre el metano publicada en 2020 por la UE y la iniciativa internacional Oil and Gas Methane Partnership 2.0 de la ONU son las principales iniciativas dirigidas a esta industria y ambas se centran en fomentar la medición y regular las emisiones derivadas de la quema y la ventilación.

Los autores del estudio publicado en One Earth subrayan la necesidad de abordar las emisiones fugitivas o los pozos de petróleo y gas abandonados, que pueden seguir filtrando metano si no se sellan adecuadamente.

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