
Más inversión, menos gasto energético, mejores indicadores ambientales, cifras económicas más abultadas y hasta beneficios superiores para la salud. La actualización del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima 2023-2030 (PNIEC) sobrepasa las previsiones contempladas en el borrador presentado hace un año y establece objetivos aún más ambiciosos para consolidar el camino hacia la neutralidad climática que Europa se ha propuesto alcanzar en 2050.
El documento que acaba de aprobar el Gobierno y que ahora debe autorizar el Ejecutivo europeo se considera el broche final a la etapa de Teresa Ribera como responsable del Ministerio para la Transición Ecológica y Reto Demográfico antes de mudarse a Bruselas para asumir el cargo de comisaria de Competencia y vicepresidenta ejecutiva para la Transición Limpia, Justa y Competitiva, la cartera de mayor peso que nunca ha tenido un español en la Unión Europea.
Una agenda más ambiciosa
Ribera se marcha dejando como parte de su legado una estrategia climática a seis años vista que incluye un total de 110 medidas a través de las cuales se pretende alcanzar ambiciosas metas en áreas clave como las energías renovables, el hidrógeno verde o el almacenamiento energético, pero también en cuanto a medidas para combatir los efectos derivados del calentamiento global.
En este sentido, el objetivo de reducción de emisiones de efecto invernadero (GEI) pasa del 23% hasta el 32% respecto a los niveles de 1990, mientras que la eficiencia energética mejora hasta el 43% y el consumo final de energía renovable se sitúa en un 48% para 2030, un 6% más que en el plan original. Todas estas medidas contribuirán a reducir las emisiones de contaminantes atmosféricos, como las partículas o los óxidos nitrosos, mejorando la calidad del aire y haciendo que las muertes prematuras asociadas a la contaminación se reduzcan a la mitad a finales de esta década.
La generación eléctrica a través de renovables se dibuja como un pilar fundamental de la nueva hoja de ruta y la previsión es que estas tecnologías representen el 81% del mix eléctrico en 2030 frente al 74% reflejado en el planteamiento anterior. El crecimiento estará impulsado principalmente por la energía solar fotovoltaica, aunque también se esperan importantes avances en otras fuentes fundamentales para la descarbonización de sectores industriales difíciles de electrificar como la biomasa o el hidrógeno verde. La apuesta por este último ha llevado a introducir la meta de alcanzar 12 GW de electrolizadores para su producción, el triple que la cifra anterior, y se materializa también mediante la construcción del Corredor Ibérico del Hidrógeno (H2MED) que permitirá exportarlo a Europa.
Otro de los grandes avances es el aumento de la independencia energética. El PNIEC 2023 prevé que la producción de energía autóctona alcance el 50% del total, frente al 27% de 2019, lo que proporcionará un ahorro de 86.750 millones de euros en importaciones de combustibles fósiles durante todo el período. También incrementa la ambición de objetivos como rehabilitar 1,38 millones de viviendas, frente a 1,2 millones, o disponer de un parque de vehículos eléctricos de 5,5 millones.
La estrategia para la descarbonización cuenta con una inversión de 308.000 millones y a través de las políticas diseñadas espera generar un incremento del 3,2% en el PIB y crear hasta 560.000 empleos.