
El mundo se ha encomendado a un giro radical respecto a la energía nuclear. Más limpia que los combustibles fósiles y la preocupación respecto a los problemas de suministro ante crisis logísticas o geopolíticas, han dado un enorme impulso a planes de expansión en todo el mundo. China, por ejemplo, ha lanzado un ambicioso plan de 546.000 millones de energía limpia donde incluye a la nuclear con 26 proyectos nuevos de centrales en construcción, aunque toda Asia ha seguido su ejemplo con India, Irán, Corea, Japón y Bangladesh con proyectos propios.
También EEUU, Canadá y Francia han anunciado nuevas aperturas. En total, según datos de la Asociación Nuclear Mundial, hay más de 60 reactores en fase de construcción. Para entender la dimensión de este impulso, en la actualidad en todo el mundo hay cerca 440 reactores en funcionamiento y en los últimos 20 años, solo 100 plantas se pusieron en marcha.
Sin embargo existe un gran problema. Todo este despertar nuclear está sostenido por un combustible muy limitado y expuesto a las cadenas de suministro cambiantes, el uranio. En ese sentido, la nueva demanda mundial está provocando que el precio se dispare. A pesar de que desde sus máximos de 2024 el precio de esta materia prima ha caído un 20%, todavía se dispara un 150% desde 2021 y un 68% desde 2023. Una subida meteórica que ha llevado unos precios no vistos desde 2007.
El 43% de todo el uranio del mundo proviene de Kazajistán y en el mercado solo hay una oferta de 130 millones de libras, mientras los reactores del mundo consumen 190 millones. Por lo tanto el mercado necesita un nuevo suministrador que haga que la revolución nuclear que parece que el mundo va a vivir sea más barata y sostenible. En ese sentido, un candidato alternativo se ha postulado para lanzar una opa hostil sobre el reinado kazajo del mercado del uranio.
Saskatchewan, la 'Cuenca Pérmica' del uranio
EEUU estuvo, durante mucho tiempo, sometido a los vientos internacionales del petróleo, hasta que encontró en sus entrañas suficiente 'oro negro para convertirse en el mayor productor del mundo. Todo ello gracias a una región muy concreta, la Cuenca Pérmica, que se ha convertido en la Meca de la independencia energética norteamericana y uno de los pulmones petroleros del mundo. Algo parecido ocurre con Canadá, que se ha encontrado un territorio muy concreto con el que aspira a volverse la gran potencia del mundo en producción de uranio. Un elemento clave en su transición hacia la autosuficiencia energética, pues la fisión se ha convertido en el eje de los planes de Justin Trudeau.
Durante mucho tiempo la industria nuclear miraba a Canadá. El gigante norteño era la gran potencia en producción de uranio en todo el mundo con cerca de un 22% de la producción mundial. Sin embargo, la potencia se vio destronada en 2009 por Kazajistán, llegando en la actualidad a 21.227 toneladas métricas, frente a las escasas 7.351 toneladas de Canadá. Sin embargo desde Ottawa se perfilan para un auténtico 'boom'.
Todo depende de una región muy concreta: Saskatchewan. Una provincia fronteriza con EEUU que se ha vuelto el epicentro de una auténtica revolución. A pesar de su enorme tamaño, esta gran provincia cuenta con 1,2 millones escasos de habitantes. Sin embargo desde 2021 se ha convertido en la capital mundial del uranio. "El uranio de Saskatchewan es clave mientras el mundo busca hacer la transición hacia la generación de energía sostenible y obtener minerales de regiones seguras y democráticas", dijo el ministro de Energía y Recursos, Jim Reiter.

Si fuera un país, Saskatchewan sería el segundo mayor productor del mundo aunque concretamente todo se concentra en la Cuenta de Athabasca, de 100.000 kilómetros cuadrados y produce cerca del 20% del uranio a nivel mundial. En particular buena parte del crecimiento depende de una sola mina, McArthur River, la mayor prospección del mundo de uranio en todo el planeta. De ella ha llegado a depender el 14% del suministro del planeta.
El país siempre ha encontrado en este región como un lugar fiable para seguir aumentando y aumentando sus suministro para el mundo. Desde 2021 y especialmente en 2022, con la invasión de Rusia de Ucrania y el giro hacia la nuclear, los proyectos se han multiplicado. En 2022 la producción del país se disparó un 64% y en 2023 un 72%, según datos de S&P Global y ahora los expertos creen que podría seguir aumentando hasta brindarle a Ottawa, de nuevo el liderazgo mundial.
Todo esto mientras Kazajistán, comió mucho recuperando lo perdido, pues el año pasado su producción cayo un 5% y esperan recuperarlo este año sin más alardes. Según el último informe de Global Data será McArthur River el epicentro de una revolución mundial de la producción. Desde la Asociación Nuclear Mundial explican que Canadá vuelva a ser la potencia del uranio número uno del mundo gracias a la reactivación de esta mina, que fue cerrada en 2018 y que se ha reabierto hace dos años. En 2022 solo 498 toneladas pero en 2017, el último año en el que estuvo operativa fue la responsable de 7.303 y en 2013 de 9.135.
El mismo McArthur River será el gran protagonista del incremento de la producción canadiense pues se espera que incremente un 11,7% las mismas con la expansión de la actividad en esta 'vieja' y fiable prospección. "La producción mundial de uranio se verá impulsada aún más por el aumento continuo de esta mina", explican desde la Asociación Nuclear Mundial. La firma espera que la producción mundial de uranio crezca con una tasa de crecimiento anual compuesta del 4,1 % de 2024 a 2030.
El plan 'atómico' de Trudeau
Para Canadá de momento la extracción y tratamiento del uranio es una industria muy secundaria, representando apenas 800 millones al año en facturación y unos 2.000 puestos de trabajo en las minas. Sin embargo, Justin Trudeau ha defendido en público que considera la expansión de esta industria totalmente estratégica para el futuro de Canadá, debido a que será la llave para reducir la dependencia del petróleo, pues un uranio barato incentivará la puesta en marcha de un potente surtido de reactores.
Actualmente la energía nuclear representa cerca del 15% de toda su energía gracias a los 22 reactores nucleares a lo largo del país norteamericano. Sin embargo Canadá ha firmado un acuerdo con la Agencia Internacional de la Energía en el que afirman que "la energía nuclear ya es la segunda fuente más importante de energía base limpia y distribuible, lo que tiene beneficios para la seguridad energética". En ese sentido, se ha comprometido a triplicar su producción para 2050.
Para hacerlo el país ha desechado la idea de lanzarse a enormes reactores y ha optado por la misma vía de EEUU, que también quiere incrementar la aportación nuclear a su mix eléctrico. El país ha optado por expandir de forma crítica los 'minireactores' conocidos como SMR, versiones adaptables de las enormes plantas que podrían aportar a la red desde zonas remotas del país y utilizando menos recursos.
"La transición del carbón a la energía nuclear puede reducir significativamente el coste de la construcción de nuevas plantas"
Los analistas de RBC Economics explican que "prevemos que el mercado mundial de SMR alcance entre 150.000 y 300.000 millones de dólares anuales para 2040 ". EN ese sentido señalan que Canadá ya ha tomado la delantera en esta carrera con los últimos modelos que levantarán en Darlinghton (Toronto). Solo los cuatro proyectos del GE-Hitachi BWRX "servirán para suministrar electricidad a 300.000 hogares". Además "otros modelos podrían eventualmente alimentar instalaciones industriales, minas remotas y reemplazar el diésel en comunidades aisladas". El plan del país pasa por levantar 85 de estos mini reactores y propio ministerio de Energía ha afirmado que las próximas dos décadas tendrá que gastar entre 102.000 millones y 226.0000 millones de dólares para lograr ese objetivo.
Y la expansión del uranio no será solo para alimentar esta enorme red de minireactores a lo largo del país, sino que la idea es que sea condición necesaria para alimentar los planes de su vecino EEUU. Actualmente la potencia norteamericana cuenta con 217 plantas de carbón funcionando algo que va en contra de los planes de la Administración Biden. En ese sentido la Casa Blanca está convencida que pueden ir convirtiéndolas en reactores nucleares. "La transición del carbón a la energía nuclear puede reducir significativamente el coste de la construcción de nuevas plantas, al tiempo que crea puestos de trabajo bien remunerados y mejora la salud pública", afirmaba el Gobierno de EEUU en un comunicado sobre sus planes nucleares.
Además, aunque no construya nuevas plantas per se, EEUU rehabilitará algunas de las plantas que abandonó hace un lustro. De hecho se ha concedido ya financiación para la restauración de la central de Covert Township, Michigan y que ha vuelto a rehabilitarse con una inversión de 1.520 millones de dólares". Al tiempo que buscarán crecer en el novedoso negocio de los mini-reactores.
Todos estos factores han llevado a los expertos de GME a estimar que esperan que el mercado de la energía nuclear en EEUU crezca a un ritmo anual del 4,8% hasta 2027. Y es que desde la propia Agencia de la Energía Federal explicaban en un reciente informe que "después de 30 años con la demanda eléctrica en caída o estancamiento, la nación necesitará el equivalente a 34 nuevas plantas nucleares o 38 gigavatios de este tipo de energía, para asumir la demanda generada por nuevos edificios electrificados, los coches eléctricos los centros de datos". Y ese crecimiento se pagará con uranio canadiense.