
Mike Rayne, director general de FTI Consulting, es una de las voces más autorizadas en la consultoría del sector de la automoción.
Su tarea cotidiana consiste en asesorar a la alta dirección y a los consejos de administración sobre la mejora del rendimiento en las grandes corporaciones. En un encuentro con elEconomista, el gurú analiza las tendencias de una industria sacudida estos años por la oleada de disrupción tecnológica más relevante de la historia.
El mismo experto, que en los años 70 ya creó un prototipo de coche eléctrico para la circulación en las grandes ciudades, hoy incide en que el vehículo autónomo abandera un negocio obligado a su constante reinvención.
¿El coche autónomo es sinónimo de ausencia absoluta de siniestralidad o, por el contrario, representa otros muchos valores?
No se podrá decir que no existirán accidentes, ya que seguirán existiendo siempre que se produzca la actuación humana. Pero la gente simplifica y tiende a asegurar que el coche autónomo es sinónimo de vehículo sin conductor, pero su alcance va mucho más lejos. Por ejemplo, este tipo de automóviles permitirá que personas ancianas puedan seguir sintiendo la libertad de desplazarse con su propio vehículo. Me refiero a un grupo de personas muy numeroso, mayores de 75 años, que cuando dejan de conducir pierden esa libertad que ahora podrán recuperar con los coches autónomos. Es una solución perfecta para ellos.
Al mismo tiempo, seguirán produciéndose vehículos tradicionales para aquellos usuarios que quieran seguir disfrutando del placer de conducir. El mayor desafío ahora es saber si la legislación te va a permitir tener este tipo de vehículo. En la actualidad, hay varias compañías que están haciendo pruebas para ver cómo pueden desarrollar este concepto, pero todo es especular porque el debate legislativo todavía no ha comenzado.
¿Quiénes serán los dueños de los datos que fluirán cada décima de segundo en las carreteras y autopistas donde circularán los coches autónomos?
No habrá un único dueño de los datos, sino que se lo repartirán los usuarios, los proveedores de servicios y las automovilísticas. Aquí también el debate está abierto.
¿Dónde vamos a ver más operaciones corporativas en automoción?
La industria del automóvil ha hecho bien una cosa que era complicada: ha desarrollado una amplia red de alianzas con empresas pequeñas muy especializadas y esto va a seguir. Creo que las que van a tener éxito son aquellas que desarrollan tecnología para el coche autónomo y conectado.
Donde vemos la tecnología más interesante es en sensores, radares y cámaras. En el coche autónomo necesitamos que sea capaz de ver en un ángulo de 360 grados, por lo que es muy interesante la tecnología relacionada con la visibilidad en el ángulo muerto o del freno automático, entre otras.
¿Qué impacto ha tenido la llegada de Donald Trump al sector?
A la industria del automóvil le gusta saber su futuro, tener planes a largo plazo y ejecutarlos. Los cambios repentinos cuestan muy caro. Si se fija un determinado objetivo, el sector desarrolla los productos, realiza la inversión en tecnología y utiliza la mano de obra necesaria, pero necesita un margen de cinco años.
Si Trump cambia las reglas de juego y el horizonte previsto, el sector se verá afectado, tanto en presencia geográfica de una compañía como en bolsa. Creo que Trump cambiará su planteamiento inicial.
¿Cómo ve el coche del futuro?
Creo que va a ser conectado y autónomo. Más allá de saber si un coche va a ser capaz de volar o no, tenemos que utilizar las tecnologías para solucionar determinados problemas. Por ejemplo, el coche autónomo ayudaría a resolver la escasez de conductores.