
Dicen aquellos conocedores de la decisión de The Walt Disney de anunciar su separación de Netflix, un divorcio que terminará por firmarse en 2019, que Bob Iger, presidente y consejero delegado de la compañía del ratón Mickey, no se quedó satisfecho tras su conversación con Reed Hastings.
Al fin y al cabo, el capitán de la empresa de streaming detrás de House of Cards, Orange Is The New Black o Stranger Things, no se mostró preocupado o extremadamente molesto con la decisión de la de Burbank de retirar su contenido, esencialmente películas, de una plataforma que actualmente cuenta con 103,95 millones de suscriptores en todo el mundo. De hecho, en un acto de buena fé corporativa, ofreció su ayuda a Disney en su hazaña por hacerse un hueco en la copada guerra del streaming.
"La posición de Disney podría sufrir si la empresa no logra adaptarse al cambiante mercado de los medios de comunicación" asegura Neil Macker, analista de Morningstar. A medida que las tarifas básicas de los servicios de televisión de pago han seguido aumentando, muchos consumidores a este lado del Atlántico han cancelado sus suscripciones o reducido su nivel de servicio.
Una situación que ha impulsado a servicios como Netflix, Hulu, Crackle, Amazon así como a competidores directos de Disney, como CBS, Showtime (parte de CBS), HBO (Time Warner) e incluso más recientemente YouTube, Twitter y Facebook a intentar conquistar un mercado que comienza a estar más y más copado.
Llega tarde pero con munición
En este contexto, The Walt Disney Company llega tarde a la batalla pero cuenta con la munición necesaria para intentar arañar ingresos de plataformas que hasta ahora han ejercido como intermediarias. ESPN, el canal de deportes por excelencia en EEUU, cobra los honorarios más altos de cualquier canal de cable básico, mientras que las películas de su propio estudio (Disney) así como las de Pixar, Marvel o Lucasfilm, ofrecen un blindaje envidiable.
Sin embargo, el imperio de Walt Disney, que también incluye sus parques de atracciones así como la venta de productos derivados de sus personajes, ya paga en sus ingresos la disminución en la penetración de la televisión de pago en EEUU. Una situación que se complica más aún si tenemos en cuenta que el coste de los derechos deportivos puede seguir aumentando, poniendo presión sobre sus márgenes. En un momento en que titanes tecnológicos como Amazon están dispuestos a pagar elevadas sumas de dinero por conseguir parte de sus derechos.
En este sentido, el retraso de Disney se traduce en una estrategia todavía difusa. La compañía anunció durante la presentación de sus resultados trimestrales la adquisición de una participación adicional del 42% de BAMTech, elevando la propiedad de Disney al 75% de la firma de tecnología de streaming directa al consumidor que se escindió de MLB Advanced Media. Disney usará BAMTech para lanzar una nueva red de canales por streaming que incluirán ESPN tan pronto como el año que viene y una versión estadounidense de DisneyLife, un servicio video a la carta por streaming dirigido a familias, en 2019.
La participación mayoritaria en BAMTech ofrecerá un importante apoyo a streaming de vídeo en vivo, algo que ofrece una ventaja competitiva frente a Netflix y permite a Disney a través de ESPN, MLB o NHL (estos dos últimos propiedad de MLB Advanced Media) generar un paquete de canales por streaming como ya ofrecen DirectTV Now, YouTube, Hulu, Roku o Sling. Su decisión de retirar sus películas de Netflix y ofrecerlas directamente en una plataforma propia tiene sentido. "Esperamos que los contenidos únicos en ESPN y Disney Channel proporcionen a la empresa un aterrizaje más suave que sus competidores en el entorno disruptivo del mercado hacia el streaming durante la próxima década", incide Macker.
Saturación de servicios
Dicho esto, en estos momentos, se está generando un cúmulo de servicios, algunos de ellos semigratuitos, otros de pago donde la saturación hace pensar que tarde o temprano veremos una consolidación. En estos momentos, empresas especializadas en contenido como Disney o CBS o Time Warner intentan sacar adelante sus propios servicios directos al consumidor al tiempo que incluyen sus contenidos en otras plataformas, como Netflix y Hulu (ésta última propiedad de Disney, Fox, NBC Universal y Time Warner. Paralelamente, tanto Netflix como Hulu han sabido identificar el valor del contenido propio de ahí que hayan lanzado sus propias series y películas, que en el caso de Hulu incluye el éxito de The Handsmaid's Tale.
Pese a su divorcio de Netflix, se espera que Disney mantendrá su relación con la de Los Gatos, California, en algunos de los contenidos desarrollados a través de Marvel. Al mismo tiempo la compañía dirigida por Hastings sigue desarrollando nuevas series y la semana pasada anunciaba su primera compra de la historia: la editora de comics, Millarworld. Al mismo tiempo es difícil pensar que Disney romperá su relación con Hulu, en un momento en que su inversión está dando sus frutos y en vías de generar dinero para sus principales accionistas.
En términos de contenido, HBO y Showtime, las cadenas por cable detrás de Juego de Tronos y Homeland, ofrecen sus contenidos tanto en servicios de cable como directamente al consumidor a través de streaming. Algunas de ellas cuentan con acuerdos con Amazon Prime y Hulu.
En este enrevesado mercado no hay que olvidar ni a las compañías de telecomunicaciones ni a las tecnológicas. AT&T está a la espera de completar su compra de Time Warner después de haber absorbido DirectTV, a través del que ofrece su paquete de televisión por streaming DirectTVNow. Verizon y Sprint también están al acecho mientras que Amazon, Google, Facebook y Twitter trabajan no sólo en contenidos originales sino en servicios que ofrecen alianzas con otros medios con la posibilidad de ver televisión online. Apple también busca hacerse su hueco, en este campo y ya ha producido su primer reality 'Planet of the Apps' y recientemente compró Carpool Karaoke.
Ahora la pregunta es qué servicios lograrán evolucionar con las tendencias y gustos de los consumidores estadounidenses y sobrevivir en un contexto donde la calidad del contenido y sobre todo el precio a pagar serán las claves que dominen el futuro.