
François Pérol, presidente de BPCE (Banque Populaire y Caisse d'Epargne), analiza las recientes turbulencias bursátiles y financieras en las primeras semanas del año. Pérol explica que un conjunto de inquietudes simultáneas pesan sobre la economía mundial.
- ¿Cómo se explica la reciente tormenta bursátil?
El año 2016 ha comenzado con un nivel inédito de incertidumbre... y con remedios más difíciles aún de identificar. La recesión económica constatada en China se combina con una caída del petróleo, cuyas consecuencias en los países emergentes pueden resultar dramáticas. Si Pekín decidiera devaluar su moneda, esto resultaría un golpe considerable para Asia y para el resto del mundo. Si el petróleo permanece dos años en torno a los 25 dólares el barril, países como Argelia se encontrarán en una situación explosiva. Si los temores en la industria americana se confirman, esto resultará un duro golpe para una de las locomotora del crecimiento mundial... A todo esto se añaden un cierto número de rupturas en el plano político: la crisis de identidad en Europa, unida a la llegada de migrantes, la subida de los populismos, como en Francia, los catalanes que reivindican su independencia, la amenaza del Brexit, la perspectiva de ver a Donald Trump en la Casa Blanca. Todos estos ingredientes se combinan, creando un grado de incertidumbre muy elevado.
- ¿No bastan los signos de recuperación económica mundial para contrarrestar esta incertidumbre?
La paradoja es que, en efecto, la economía se recupera -lentamente- en la zona euro. Pero la recuperación que se perfila en Francia, especialmente, podría verse amenazada si los riesgos mencionados sobre la economía mundial llegaran a concretarse. A pesar del entorno de tipos históricamente bajos, un coste de la energía muy bajo y una paridad euro-dólar favorable a nuestras exportaciones, solamente tenemos un 1% de crecimiento en Francia. Esto demuestra que nuestro aparato productivo no está a punto y que no está preparado para aprovechar las oportunidades. Todo ello es muy decepcionante.
- Tenemos la impresión también de que a los bancos centrales no les quedan ya muchos más recursos...
El nerviosismo de los inversores se debe, en efecto, también a la cuestión de la eficacia real de las políticas monetarias no convencionales a largo plazo. Las consecuencias negativas podrían ser mayores que sus ventajas y el filo del cuchillo suizo de los banqueros centrales se vería desafilado. Sea como fuere, no es normal que los banqueros centrales tengan tanta importancia hoy en día. El propio Mario Draghi ha declarado: no podemos sustituir a los gobiernos. En el plano global, los Estados deben hacer las reformas que hagan posible una mejora a largo plazo de nuestro entorno económico: saneamiento de nuestras finanzas públicas, un Estado centrado en sus funciones gubernamentales y que deje de pensar que puede "microgestionar" la economía, reforma del derecho del trabajo, etc. Asimismo, debe llevarse a cabo una reflexión sobre nuestras instituciones nacionales y europeas, ya que han demostrado su incapacidad para dar respuesta a los desafíos actuales.
- En el centro de los temores, se encuentran también los valores bancarios que se han visto muy vapuleados: ¿es preciso ver aquí la señal de una nueva crisis financiera?
No es exactamente como en 2008. La comparación con 2008 es infundada y no creo que estemos en la antesala de una nueva crisis financiera de origen bancario. Desde la quiebra de Lehman Brothers, el sector se ha transformado profundamente bajo la presión de los reguladores y los supervisores. Los bancos se han capitalizado considerablemente desde entonces, y sus reservas de liquidez ahora no pueden compararse con las de aquella época. A nivel del grupo BPCE que dirijo, los fondos propios duros (CET1) han pasado de 23.000 millones de euros en 2008 a 52.000 millones actualmente. Nuestra estructura de balance tampoco tiene nada que ver: el grupo es autosuficiente durante más de un año gracias a sus activos en los bancos centrales o refinanciables a corto plazo. El sector bancario francés en su conjunto ha hecho el mismo trabajo. En realidad, si bien hay inquietud, ésta se concentra sólo en algunos bancos europeos.
- No obstante, bancos de inversión como Natixis ¿no están más expuestos a la bajada del precio del petróleo y de la energía?
La exposición de Natixis en el sector petrolero y energético es muy limitada y muy segura. En general, Natixis es más que un banco de inversión: es también un gestor de activos mundial de primer orden, una aseguradora y un operador de servicios financieros especializados en Francia. Creo que el mercado comprende bien su modelo asset light, ahorrador de recursos y rentable. El banco de grandes clientes de Natixis ha reducido considerablemente el tamaño de su balance y se mantiene vigilante acerca de sus políticas de compromisos. Y, además, el mercado toma una parte cada vez mayor de financiación de las empresas: en Francia, el 40% en 2015 frente al 30% en 2009. Otro ejemplo, son fundamentalmente el mercado y los inversores, y no los bancos, los que financian a las sociedades independientes que explotan el gas de esquisto en EEUU. En otras palabras, los que podrían sufrir pérdidas importantes son los propios ahorradores, que habrían confiado su dinero a los fondos de pensiones o a las aseguradoras.
- La rentabilidad de los bancos aumenta la preocupación en cuanto a su capacidad para absorber nuevos impactos.
Con la nueva reglamentación y en el contexto de los tipos más bajos desfavorable para nuestra actividad, obtener una rentabilidad de fondos propios de más del 10% es un buen rendimiento. A más largo plazo, la rentabilidad de los bancos dependerá, como en otros muchos servicios profesionales, de su capacidad para lograr su transformación digital. Debemos lograr esta muda, que requiere importantes inversiones. Al mismo tiempo, es una fuente de formidables oportunidades para nuestros sectores financieros. Actualmente, por ejemplo, tenemos ya 100 millones de contactos digitales al mes con los clientes de bancos populares y cajas de ahorros.
- ¿Los bancos sufren con Orange el mismo golpe que sufrieron las teles con la llegada de Free?
Nuestros mayores competidores no son estas start-up financieras sino los grandes operadores de Internet. Google, Amazon, Facebook, Apple poseen gigantescas bases de clientes, un control más consolidado de las tecnologías de marketing digital y una considerable capacidad de inversión, que podrían impulsar la emergencia de estrategias de inversión con el fin de crear soluciones para los clientes.