Capaz de atravesar todas las fronteras geográficas y temporales, la música es, históricamente, uno de los tesoros más preciados de la humanidad. Lejos de erosionar su valor, el paso tiempo ha conseguido potenciarlo. De hecho, las nuevas formas de explotación digital y la internacionalización del streaming han convertido a las composiciones musicales en auténticas joyas para el mundo de las finanzas.
En los últimos años, numerosos artistas de talla mundial han decidido vender los derechos de sus canciones a reconocidos sellos discográficos y fondos de inversión cuya actividad se centra precisamente en la gestión de derechos musicales.
Tal y como señala la revista Forbes, probablemente el motivo más común que lleva a los cantantes a vender los derechos de sus piezas es la alta tasa de impuestos que deben abonar por las ganancias generadas (incluyendo la venta de álbumes o las reproducciones).
A esto hay que añadirle, por supuesto, el factor pandemia. Y es que músicos de todo el mundo se han visto obligados a suspender y recortar los aforos de sus concierto, su principal fuente de ingresos.

Los últimos en traspasar sus líricas han sido los herederos de leyenda del rock David Bowie. Esta misma semana, se ha conocido que Warner Chappell Music (WMC), subsidiaria de la gigante Warner Music Group, ha adquirido todos los derechos de su obra musical: unas 400 canciones que incluyen éxitos como Heroes, Life on Mars? o Space Oddity.
Según ha filtrado la publicación especializada Variety, la cantidad abonada ha sido de 250 millones de dólares (más de 220 millones de euros), lo que supondría un precio estimado de nada menos que 550.000 euros por composición.
Y no se trata, ni mucho menos, de la cantidad más elevada que ha recibido una canción. De los artistas que han seguido esta corriente en los últimos años, la música de la compositora estadounidense Taylor Swift es la que ha conseguido una mejor oferta: más de 6 millones y medio de euros por letra.
La cantante tiene en su poder la propiedad de las piezas que escribió, pero no de las grabaciones. La venta de los seis primero álbumes de Swift al fondo de inversión Hipgnosis, llevada a cabo por el empresario Scooter Braun sin su consentimiento, llevó a la estrella incluso a volver a grabar muchas de sus primeras canciones.
Otra de las grandes cifras que han filtrado los medios es la de Paul Simon. Los derechos del músico estadounidense fueron comprados por Sony unos 300 millones de euros, o lo que es lo mismo, unos 3 millones por canción.
La disquera también cuenta con todo el catálogo musical de Bruce Springsteen, unas 300 canciones. Sony abonó por ellas la ingente cantidad de 442 millones de euros, el mayor pago conocido hasta el momento. Hablamos de un millón y medio de euros por composición. Algo más de lo que pagó BMG por cada letra de Tina Turner (1,3 millones de euros). Y es que la compañía le dio unos 265 millones de euros por todo su repertorio.
Stevie Nicks vendió una participación del 80% en su catálogo a Primary Wave por 88 millones, unos 800.000 euros por lírica. El grupo de rock Red Hot Chili Peppers también lo hizo al mismo fondo que Taylor Swift por 124 millones y consiguió 400.000 euros por piezas como Under de Bridge o Dani California.
El primero en acaparar todos los titulares con la venta de su obra fue Bob Dylan, cuando cedió 600 canciones a Universal Publishing Music por 400.000 euros cada una. Desde entonces, artista de todo tipo, como es el caso de Neil Young, Shakira o David Guetta, se han sumado a una corriente que parece rondar cada vez más la mente de unos artistas que han querido sacar provecho del valor de sus letras.