En la voraz jungla del corporate estadounidense, las especies más débiles y peculiares de accionistas no siempre sucumben al carnívoro bocado que ha reinado los principales consejos de administración de las cotizadas patrias en las últimas décadas. No debemos olvidar que fueron las hermanas franciscanas de Filadelfia las que hace 10 años acorralaron al por entonces consejero delegado de Goldman Sachs, Lloyd Blankfein, por los desorbitados salarios de la entidad.
Mucho antes fue Evelyn Y. Davis, la inversora estadounidense de origen holandés y superviviente del Holocausto, quien batió en duelo a Bank of New York o General Motors. De hecho se le atribuye el mérito de haber influido en las normas de la Comisión de Mercados y Valores de Estados Unidos sobre la divulgación de la remuneración de los ejecutivos. En su epitafio en el cementerio de Rock Creek de Washington todavía puede leerse aquello de "Reina de la Jungla Corporativa".
Precisamente esta rebeldía a lo David contra Goliath hería profundamente esta semana a un sector que hasta la fecha había logrado batallar sin sobresaltos los múltiples reveses de sus inversores, especialmente los más diminutos. En un hecho sin precedentes, Exxon Mobil, la petrolera más grande de occidente, sufrió este miércoles una histórica derrota en su junta anual de accionistas.
Su inversor Engine No. 1, con una participación de tan solo el 0,02% en la de Irving, Texas, y sin antecedentes previos de activismo dentro del sector energético, logró hacerse con al menos dos puestos del consejo de administración de Exxon, compuesto por un total de 12 miembros. Un triunfo abanderado por su promesa de presionar al perforador de crudo para que se diversifique más allá de las energías fósiles.
Tanto para la compañía capitaneada por Darren Woods como otras coetáneas este infortunio supone una clara señal de que los consejos de administración y sus dirigentes deben tomarse muy en serio las cuestiones medioambientales, sociales y de gobernanza (ESG) o, de lo contrario, sufrirán las consecuencias.
Prueba de ello queda patente en el respaldo ofrecido a esta pequeña compañía de inversión, creada con el objetivo de crear valor a largo plazo reforzando el desembolso de las empresas en sus trabajadores, comunidades y el medio ambiente, por dos de los mayores fondos de pensiones del país.
Así, el Fondo de Jubilación Común del Estado de Nueva York (NYSLRS, por sus siglas en inglés), de 255.000 millones de dólares, y el Sistema de Jubilación de Profesores del Estado de California (CalSTRS), de 300.000 millones de dólares, encontraron en la hazaña emprendida por Engine No 1 una guerra que valía la pena pelear. Pero esto no es coincidencia, ya que ambos llevan años promoviendo políticas respetuosas con el medioambiente.
A la batalla también se sumaron, entre otros, los Comisionados de la Iglesia de Inglaterra y un caballero blanco, como es BlackRock, cuya trayectoria en materia ESG es algo impredecible.
BlackRock "preocupado" por la dirección estratégica de Exxon
La mayor gestora de activos del mundo y segundo mayor accionista de Exxon, con una participación del 6,6%, votó a favor de tres de los nuevos directores propuestos por el Engine No 1, según el boletín publicado dado a conocer posteriormente. BlackRock justificó su decisión al mostrarse "preocupado por la dirección estratégica de Exxon" y de ahí que la gestora considere que Woods podría beneficiarse de la incorporación de nuevos directores con "perspectivas frescas".
Aún así, la compañía de Larry Fink también respaldó al consejero delegado de la petrolera, quien se opuso insistentemente a las demandas de los inversores de un cambio en la estrategia de Exxon en lo que a cambio climático se refiere.
Engine No. 1 fue fundada el año pasado por el inversor, Chris James, conocido por su interés tanto en el sector energético como tecnológico. Su director de participación activa es Charlie Penner, un fogueado directivo de fondos de cobertura que en su día ayudó a orquestar campañas contra empresas como Apple cuando estaba en Jana Partners.
La batalla por ganar peso en el consejo de administración de Exxon se produce en un momento en que el valor de sus acciones se ha reducido a casi a la mitad desde su máximo histórico por encima de los 100 dólares alcanzado en enero de 2014. El año pasado la compañía también vio golpeado su estatus de "blue chip" al ser eliminada del Dow Jones tras casi un siglo en el índice.
Sin embargo la rebelión de los inversores va más allá de Exxon. Esta misma semana Chevron, otro monstruo petrolero estadounidense, también sufrió un reproche de sus accionistas, que votaron a favor de una propuesta para obligar a la empresa a reducir la contaminación de sus clientes. Además, un tribunal holandés emitió el miércoles una sentencia que obliga a Royal Dutch Shell a reducir sus emisiones netas de carbono.
Esto se produce en un momento en que incluso la Agencia Internacional de la Energía ofrecía recientemente una de sus advertencias más radicales para frenar los combustibles fósiles. Según avisó, si realmente los gobiernos y empresas quieren reducir las emisiones a cero neto en 2050, el mundo no necesitaría más inversiones en nuevos proyectos de petróleo, gas y carbón. Es decir, la inversión en combustibles fósiles debe limitarse estrictamente a mantener producción de los yacimientos ya existentes.