Varias reseñas sobre los dos economistas galardonados con el premio Nobel este año, los estadounidenses Robert Wilson y Paul Milgrom, destacan que una de las primeras y más exitosas aplicaciones de sus investigaciones sobre el diseño y la dinámica de las subastas de bienes públicos fue, desde hace más de dos décadas, la adquisición del espectro radioeléctrico necesario para la prestación de servicios masivos de comunicaciones móviles.
Como ha explicado para el gran público la responsable de comunicación de la Universidad de Stanford en la que ejercen la docencia e investigan los premiados, Taylor Kubota, la subasta es una modalidad de negociación empleada por los gobiernos y particulares en múltiples situaciones, como vendedor y como comprador y en esencia las diferencias entre los tipos de subastas son dos: el formato, cada vez más elaborado y enteramente digital, y la información disponible sobre el objeto de la negociación, tanto la facilitada a los participantes por el organizador como la que los primeros hacen visible entre ellos. La asimetría entre participantes puede no obstante darse tanto al nivel de la información como de la percepción sobre la misma y puede ocurrir que el vencedor de la subasta atribuya racionalmente al objeto de la misma un valor superior al que objetivamente tiene al menos en el momento de la resolución: es la "maldición del ganador".
Escenarios de 'valoración común'
Naturalmente, ocurre también en ocasiones que por temor a incurrir en dicha situación un participante puede en efecto renunciar a la adjudicación con un coste razonablemente inferior al valor atribuible al objeto en negociación. Así, presuponiendo la similitud de los conocimientos entre los participantes en las subastas, -basada en la igualdad de acceso a la información relevante, a una capacidad de análisis y asimilación de la misma equiparable, a procesos de decisión de semejante porte y a una misma posibilidad de actuación-, se llega a lo que los laureados Wilson y Milgrom describen como escenarios de "valoración común" por quienes pujan, que sin embargo, cada cual a su manera -como las "familias infelices" de Ana Karenina-, carecen siempre de información completa para llegar a una valoración exacta.
En el marco teórico descrito sucesivamente por ambos insignes economistas -Wilson dirigió la tesis doctoral de Milgrom en Stanford, donde el primero ostenta la condición de emérito-, un primer desafío es la conciliación de las valoraciones individuales y la común a los participantes en las subastas (calificando así a todo proceso de negociación en el que participan simultáneamente varios agentes, para la adquisición o la venta a un tercero que hace las veces de convocante y organizador del proceso), al que en una primera aproximación habría que asociar indicios de una mayor valoración basados en la diligencia mostrada de manera separada por los participantes (recurso a tasadores independientes, solicitud de ayuda de expertos en la técnica de negociación, petición al organizador de información ampliada, entre otros), siendo que en las subastas de venta (llamadas "inglesas"), en las que las diversas pujas son ascendentes y resulta adjudicatario quien excediendo el importe mínimo realiza la última y mejor puja tras el previo desistimiento del resto de participantes, la disparidad entre la valoración común y las individuales enriquece el conocimiento sobre la primera de quien prosigue, mitigando el riesgo de incurrir en la "maldición del ganador".
Justamente lo contrario ocurre en las subastas inversas de compra (también llamadas "holandesas"), en las que el adjudicatario resulta ser el primer participante en llegar, mediante sucesivas pujas de importe descendente, al valor máximo atribuido por el comprador-organizador al objeto de la subasta, sin que los participantes puedan operar con otra referencia económica que sus propios costes y expectativas de beneficio.
Las subastas, que tienen una larga historia, aprovechando el impulso competitivo presente en muchos individuos, en el ámbito judicial y más recientemente para los aprovisionamientos públicos -en cierta medida para enjugar la creciente deuda de las administraciones- y de manera recurrente y creciente mente sofisticada por entidades privadas con grandes volúmenes de negociación, especialmente desde que en la década de los 90 la introducción de plataformas electrónicas de negociación en Internet facilitaron enormemente la transparencia de los procesos y la concurrencia de ofertas, incluso captando los beneficios asociados a las centrales de compra que permiten agregar la demanda de manera eficiente.
En el ámbito de las subastas de particulares destacó en su momento por su novedad y rápida expansión "EBay", mientras en el plano empresarial la referencia ha sido "Ariba", desde hace unos años integrada en la suite SAP.
Quizás la principal aplicación práctica de los estudios de Wilson y Milgrom, y ciertamente el más mencionado en las reseñas sobre el trabajo de los dos galardonados (calificados como "ingenieros económicos" por The Economist en su edición del 17 de Octubre por su contribución al perfeccionamiento de la comprensión de la interacción entre oferta y demanda en entornos controlados), como señalaba al inicio de estas líneas, haya sido la utilización de subastas simultáneas de múltiples rondas ("SMRA" en inglés) para la licitación del espectro radioeléctrico, primero en los Estados Unidos a partir de 1994 y después en el resto del mundo, alterando muy sustancialmente la valoración del espectro por el mercado, de modo que gracias a esta innovación en 2000 en la subasta de frecuencias para 3G en Reino Unido se obtuvieron más de 26 mil millones de Libras. En este tipo de subastas los participantes presentan pujas ascendentes para distintos bloques dentro de un rango de frecuencias y en diferentes ubicaciones, sustituyendo a la práctica anterior de adjudicar el espectro radioeléctrico directamente o en sorteos en función de las cualificaciones técnicas o de la posición de mercado de los participantes, "dejando mucho dinero sobre la mesa" y obviando la posibilidad de destinar el espectro a quien puede hacer un uso más eficiente del mismo, como ya había planteado en 1959 otro premio Nobel de Economía, Ronald Coase.
Subastas inversas y ascendentes
La SMRA se perfeccionó en la última década, a efectos de aumentar la recaudación, con la idea de Milgrom de realizar dos subastas sucesivas: una inversa, para la adquisición del título para uso del espectro y otra ascendente para la venta del mismo. El incentivo previo contenido en la primera subasta de compra abrió la puerta al máximo importe recaudado de los operadores de telefonía móvil hasta la fecha por parte de la agencia de las telecomunicaciones de Estados Unidos (FCC), 19,8 mil millones de dólares por 70 MHz en la banda de 600-700 MHz en Marzo de 2017, hasta entonces ocupada por las emisoras de TV en UHF, que a su vez recibieron 10.100 millones de dólares por la venta de sus derechos de uso (en Estados Unidos el derecho de uso del espectro es a perpetuidad).
La complejidad de estas licitaciones requiere por parte del organizador y de los participantes el uso de algoritmos combinatorios que han sido diseñados y optimizados por mentes privilegiadas de la informática como Kevin Leyton-Brown, teniendo presente que el proceso de adjudicación debe desarrollarse de principio a fin en un periodo de tiempo predeterminado, al final del cual puede verificarse quién ha pagado cuánto por qué y, en consecuencia, quién ha negociado mejor.
Desgraciadamente para los accionistas de un buen número de operadores de telecomunicaciones, el carácter altamente competitivo y cambiante de su negocio ha revelado, con la ventaja de suficiente tiempo transcurrido desde la realización de las subastas de espectro radioeléctrico, que los erarios públicos se han llevado la mejor parte, como demuestran las cuantiosas pérdidas afloradas por los ganadores de las subastas, ante la imposibilidad de suscitar al menos inicialmente demanda suficiente para los servicios asociados al espectro comprado -si bien teniendo en cuenta los largos plazos de cesión (habitualmente en torno a 20 años) puede considerarse que más allá de la ventaja propia de quien establece las reglas de la negociación-, la subasta es la menos imperfecta de las modalidades de negociación en concurrencia.
La comparación de lo recaudado para las distintas frecuencias a lo largo del tiempo, susceptibles de diferente aprovechamiento por sus propiedades de disipación y caudal, así como en función de la tecnología de radio empleada (3G, 4G, 5G…), que muestra una valoración menguante del espectro, revela la constante actualización de las percepciones comunes de los operadores, que parecerían sopesar la escasez de espectro con la posibilidad de su monetización.
Actuaciones tácticas
Adicionalmente, debe considerarse el contexto de cada evento de negociación, que se desarrolla en una coyuntura irrepetible en la que interfiere con la racionalidad asociada a una estrategia premeditada de actuación -en función de la valoración propia, que incluye la percepción de los elementos de valoración compartidos con otros participantes- actuaciones de carácter táctico que pueden desbaratar las previsiones económicas de organizador y participantes.
La innovación en la negociación del espectro es un ejemplo muy relevante de la continua disrupción a la que se ha visto sometido el sector de las telecomunicaciones desde el lanzamiento comercial de la telefonía móvil y la transferencia del tráfico de la voz a los datos con la digitalización asociada a las comunicaciones según el protocolo de Internet. La composición de los costes de los operadores ha cambiado en los últimos años a un ritmo tan acelerado como el de la evolución de sus modelos tarifarios, que desde la cuota de abono y la facturación por pasos y siguiendo por los paquetes de minutos, voz, mensajes, etc. han madurado hasta las tarifas planas e ilimitadas, creando enormes desfases entre las bases de ingresos, gastos e inversiones para la prestación de los servicios, entre los que el uso del espectro es muy significativo. La concurrencia, la eficiencia y la transparencia que ofrecen las subastas, objeto de los estudios de Wilson y Milgrom, han contribuido de manera determinante a la competitividad de los operadores que en algunos casos al menos se han convertido en facilitadores de la adopción de estas herramientas de negociación por sus clientes institucionales, añadiendo valor añadido a la oferta tradicional de conectividad.