Economía

Un Nobel merecido para la Economía de la información

  • "Los miembros del jurado sueco han acertado otorgando un Nobel a un campo tan rico como necesario como es la Economía de la Información"
Cartel de la Real Academia de Ciencias de Suecia anunciando a Paul R. Milgrom y Robert B. Wilson como ganadores del Premio de Ciencias Económicas en memoria de Alfred Nobel 2020. Fotografía: Anders Wiklund (Reuters).

Ni las urgencias del momento ni las modas, ni tan siquiera ciertos temas políticamente correctos. La Real Academia Sueca de Ciencias Sociales, fiel a su estilo, ha continuado la senda de los últimos años concediendo el Premio Nobel de Economía a académicos dedicados a la investigación aplicada con relevancia tanto social como en las políticas públicas. Es el caso de los galardonados este año: los profesores de la Universidad de Stanford Paul R. Milgrom y Robert B. Wilson, los cuales han dedicado la mayor parte de su carrera investigadora al diseño de mecanismos para toma de decisiones tanto individuales como sociales, siendo el más destacado de ellos la subasta.

Si bien el principal foco mediático e incluso en el mundo económico es por sus aportaciones cruciales a la teoría de subastas, en el fondo los profesores Milgrom y Wilson van mucho más allá de ser meros inventores de fórmulas prácticas que mejoran un instrumento concreto (como es la subasta), explorando los mismos fundamentos de la economía de mercado como son los contratos, las instituciones, los derechos de propiedad, la información o la valoración subjetiva de los bienes y servicios en el mercado, entre otros. De hecho, tampoco es un Nobel orientado hacia la Teoría de los Juegos, ya que si hubiera sido así habría habido un tercer premiado: John Roberts, coautor de Milgrom en una vieja polémica con la Escuela de Chicago en torno a los incentivos que pueden tener los monopolistas instalados en un mercado en bloquear la entrada a nuevos competidores inflando artificialmente los costes para desanimar a la entrada. La cuestión sigue siendo durante cuánto tiempo esta conducta es sostenible.

En un campo tan importante para la ciencia económica como es la información y todo lo relacionado con ella (un factor de producción más, probablemente uno de los más importantes), los avances en los últimos cuarenta años han ido encaminados a diseñar mecanismos que, bajo una correcta definición de los derechos de propiedad y unas reglas del juego claras, permitan conocer las preferencias de las personas por un determinado bien o servicio y, en consecuencia, cuánto estarían dispuestas a pagar por él.

En este sentido, varios son los elementos necesarios. En primer lugar, una correcta definición de los derechos de propiedad. Este punto, enraizado en la tradición del profesor Coase, es una condición inicial necesaria para poder establecer incentivos económicos en las partes y llegar a una solución de equilibrio en la que se produce un intercambio o se llega a un determinado resultado.

En segundo lugar, al mismo nivel que el anterior se sitúa la información y su público conocimiento. En un mundo de agentes racionales que han llegado a un acuerdo y la información es simétrica, la utilización de 'información privada' no altera el resultado. Esto es lo que se denomina el no-trade theorem enunciado por el propio Milgrom en colaboración con Nancy Stokey en 1982. Más allá de que la situación sea irreal, es un punto de partida básico para la investigación de la información privilegiada y cómo ésta afecta a los precios en un mercado.

En tercer y último lugar viene un asunto de enorme relevancia como es la valoración subjetiva de cada agente participante en un mercado. Por un lado, se encuentra el concepto de 'valor privado' o valor que una persona le otorga a un determinado bien o servicio. Y, por otro lado, está el valor de mercado que se le otorga. Una persona puede estar dispuesta a pagar menos de lo que valora un determinado bien si sabe que otros estarán dispuestos a pagar una cantidad superior. De esta forma, podría darse una situación en la cual cada persona pretenda que otra u otras sean quienes paguen por el bien o que una gane un concurso ofreciendo un precio menor a su valor subjetivo, provocando pérdidas totales en el procedimiento.

Para evitar situaciones como ésta, se han ido perfeccionando mecanismos como las subastas, para que gracias a un determinado diseño, se puedan revelar las verdaderas preferencias (y valoraciones) de los participantes, sus características y, de esa forma, llegar a un resultado óptimo para todas las partes. Este tipo de mecanismos es de especial utilidad para ámbitos donde el sector público es regulador y/o ordenador del mercado, especialmente cualquier fórmula de concurso público.

En suma, los miembros del jurado sueco han acertado otorgando un Nobel a un campo tan rico como necesario como es la Economía de la Información, especialmente con dos caras visibles y conocidas para empresas y Gobiernos en el mundo occidental. Milgrom y Wilson están detrás de numerosos procedimientos de subastas de frecuencias radioeléctricas y de telefonía en Estados Unidos. Se trata de bienes públicos donde es más importante si cabe la negociación de las partes y una clara definición de los derechos de propiedad para evitar la rivalidad en el consumo, las 'bajas temerarias' y otras conductas de los agentes licitantes que puedan poner en peligro la prestación de un servicio público.

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