
Si los grandes no murieran nunca, Unamuno habría cumplido el domingo pasado 155 años, pero aunque la vida eterna no existe nos quedan su excelsa obra y su memoria: en la película de Amenábar sobre los últimos días del autor de 'San Manuel Bueno Mártir' asistimos a una visión de aquel 1936 en el que don Miguel pasó de apoyar el golpe de Estado a enfrentarse al infierno fascista.
Durante la mayor parte de 'Mientras dure la guerra', el sabio rector traiciona a la desastrosa pero legítima República, atrapado entre sus equivocaciones y el horror que le asfixia en forma de secuestros y asesinatos, incluidos los de algunos de sus amigos.
Uno de los momentos más pavorosos llega cuando Franco le explica a su hermano Nicolás que va a desviar hacia Toledo las tropas, para hacerse unas fotos en el Alcázar, porque decide que su "España necesita héroes", y que para amputar las tentaciones libertarias convenía no tomar Madrid y alargar así la contienda.
El dictador pensó que lo mejor para escarmentar a aquel revolucionado país era purificar el pecado de la libertad a base de una larga agonía de miedo, miseria y sangre. La Guerra Civil duró tres años y acabó con medio millón de almas entre caídos en combate, represaliados, hambrunas y enfermedades. Además, hubo millones de víctimas de la lucha fratricida: huidos, escondidos, humillados, destrozados por las pérdidas de sus seres queridos. Pero, después de cuatro décadas sin libertad, como reza el cartel que sale al final de la película, España celebró elecciones en junio de 1977.
Hace una semana, en el Tanatorio, frente al espejo de la muerte, una personita lloraba al padre. No se me ocurrió otro modo de buscar en ella un segundo de consuelo que evocando la labor del editor fallecido en favor de la libertad de expresión y de la democracia. Solo eso serviría para recordar con devoción la figura de Alfonso de Salas.