
Los graves incendios registrados en el mes de octubre en Galicia han vuelto a intensificar la campaña de algunos sectores ecologistas contra el eucalipto, una especie arbórea a la que culpan de actuar como dinamizadora de la propagación del fuego y de intensidad de las llamas.
El discurso contra el eucalipto choca sin embargo con los datos. "En la última década, 93 de cada 100 hectáreas quemadas en Galicia no tenían eucaliptos. Y en esta ola catastrófica de incendios, en la que en un día ha ardido la superficie que arde en Galicia en dos años y medio, sólo el 13% lo tenía", asegura Jacobo Feijoo, secretario general de la Asociación Sectorial Forestal Galega (Asefoga).
El representante empresarial reconoce que "hay que hacer mejoras y aprender de lo ocurrido para tomar medidas", pero "si no respetamos los datos no podemos centrar el debate y todo estará viciado".
Y es que, en su opinión, no estamos ante un problema estrictamente forestal o de política forestal, sino frente a algo mucho más amplio y complejo, que es la crisis del medio rural. "Lo que está cambiando estructuralmente es el territorio por el abandono y eso hace que los incendios sean prácticamente imposibles de apagar cuando vienen condiciones climáticas extremas", afirma.
Feijoo explica que hace 30 ó 40 años el territorio estaba totalmente intervenido por la mano del hombre, pero hoy se ha abandonado la entropización del monte y el campo. Así, tierras que antes eran pastos, prados, tierras de labor, que ofrecían discontinuidad a las masas forestales, están ahora abandonados, llenas de vegetación, de biomasa que forman un continuo. "Eso antes no ardía y si lo hacía era muy fácil de apagar, pero ha cambiado radicalmente. Hay que potenciar la actividad rural para que genere una protección. La otra alternativa es lo que pasó en Portugal, que nos lleva 10 años de ventaja en abandono de grandes zonas del interior, y pasó lo que pasó, con más de 100 personas muertas, y 600.000 hectáreas quemadas".
"Con 30 grados de temperatura y vientos de 100 kilómetros y baja humedad o tienes el territorio intervenido, o no puedes hacer nada, porque la extinción prácticamente no funciona, ya que sólo puedes hacer un ataque directo, sólo con medios aéreos mientras puedes volar, pero no puedes apagar con mangueras o una motobomba. Lo único que se puede hacer es ir a defender las casas, que es lo que se hizo".
En su opinión, la primera lección que tenemos que aprender es que "estamos ante un problema de desarrollo rural, de conseguir que haya actividad, porque es lo que evitará que vayamos a un modelo en el que resulte imposible apagar un gran incendio, que además cada vez van a ser más frecuentes".
El representante de los propietarios forestales admite que en la lucha contra el fuego hay que hacer cosas ya a corto plazo. "Proteger los núcleos rurales, tenemos 30.000, la mitad de toda España, guardando las distancias de seguridad entre los árboles y las casas, y también respecto a las carreteras, que fue la gran trampa de Portugal".
"Un, dos, tres, el eucalipto otra vez"
Feijoo insiste en que tras estos incendios hay cosas que no se están diciendo. "Pasó en 2006 y ha vuelto a ocurrir. Han ardido comarcas enteras donde no había un solo eucalipto. No hay correlación entre esta especie y los incendios. Hay que analizar bien las cosas o nos encontraremos con el un, dos tres, el eucalipto otra vez".
Por ello, el secretario general de Asefoga insiste en que "no se trata sólo del eucalipto, sino que hay que buscar una salida productiva para las miles de hectáreas que tenemos abandonadas en Galicia. Y aporta un dato: "El 40% apenas genera el 5% del valor económico".
Reconoce como cierto que en el eucalipto el fuego va un 30% más rápido que en una plantación de roble de las mismas características. "Pero consolarse diciendo que en una hora hubiesen ardido 100 hectáreas de robles en vez de 130 de eucalipto es estúpido".
Feijoo echa mano de la opinión de los científicos, que señalan que es más importante el estado de las masas -densidad del arbolado, el desbroce, que no haya conexión del matorral y las copas- que el efecto especie.
"Hay que abrir un poco el concepto de prevención, que no sólo es desbrozar un monte, tener las pistas preparadas para atacar los incendios y densidad de árboles adecuados, sino tener también una hectárea de pastos, de cultivo porque son cortafuegos. Y además sale prácticamente gratis a la sociedad". El enfoque, por tanto, tiene que ser global. "El territorio se nos fue de las manos por el abandono, que es el gran enemigo del monte. O generamos actividad y esa actividad nos controla la biomasa o entramos en el escenario de Portugal, de una peligrosidad por una acumulación de biomasa extraordinaria y nos vamos a encontrar con situaciones de emergencia gravísimas". Y aporta un dato. En los próximos siete años, en Galicia van a desaparecer la mitad de los agricultores y ganaderos por jubilación: "Esas son las cosas que tenemos que enfrentar, cómo vamos a gestionar el territorio sin gente, sin actividad. El verdadero reto es ése", concluye.