
"Soy demasiado perfeccionista", alegan muchos trabajadores cuando en una entrevista laboral por su principal defecto. Con esa declaración, los candidatos tratan de hacer colar por negativo una característica que para muchos puede tener aspectos positivos, como puede ser el deseo de mejorar, la búsqueda de la excelencia o la posesión de altos estándares de comportamiento.
Sin embargo, el perfeccionismo, cuando de verdad existe, es un problema real que puede causar muchas dificultades tanto en el trabajador como en la empresa en general.
"El buen perfeccionismo no existe", asegura el psicólogo Thomas Greenspon, en un reportaje publicado por Harvard Business Review. "El perfeccionismo y el deseo de destacar son conceptos diferentes. Si un perfeccionista logra alcanzar el éxito es a pesar de serlo, no gracias a serlo", explica el especialista. "El perfeccionismo no es una receta para el éxito, sino un guión para la derrota", confirma el psiquiatra David Burns.
En realidad, el perfeccionismo está ligado con la angustia, las relaciones disfuncionales, e incluso pueden llegar a tener declarado algún trastorno obsesivo compulsivo. "Los verdaderos perfeccionistas conocen bien estas situaciones", defiende Greenspon. El perfeccionista sufre por dos aspectos principalmente: los altos niveles de exigencia impuestos, claramente inalcanzables; y la autocrítica severa.
"Los perfeccionistas tienen miedo al fracaso, se preocupan si cometen errores, les motiva el deber y no el entusiasmo, y temen la desaprobación del resto", explican. En definitiva, son "trabajadores asustados".
Una buena relación entre un jefe y un subordinado se debe basar en la transparencia, la apertura y la confianza, y con un perfeccionista no es fácil lograrlo, lo que provoca que este tipo de trabajadores no sean fáciles de dirigir. ¿Qué se puede hacer con un trabajador así? ¿Cómo debe ser tratado para intentar lograr la máxima productividad posible? No existe la fórmula perfecta, pero Greenspon y Burns recomiendan las siguientes estrategias.
1. Autocrítica
El jefe debe comprobar su propio perfeccionismo, y ser consciente de si en algún momento se ha fijado objetivos imposibles. En estos casos, hay que ser especialmente precavido al tratar con este tipo de trabajadores.
2. Enfoque positivo
Hay que aplicar un enfoque positivo a la forma de dirigir, centrándose en la afirmación, el estímulo y el apoyo. Hay que valorar al trabajador perfeccionista y no su rendimiento. Y apoyarle en los momentos de frustración, enseñándole a tomar riesgos, a investigar y a tener curiosidad.
3. Reconocer y rechazar
Con firmeza, pero sin olvidar la amabilidad, hay que identificar los comportamientos perfeccionistas del trabajador, ayudándole a reconocerlos y rechazarlos.
4. Autorrevelación
Una estrategia que ofrece buenos resultados es la autorrevelación de algún error propio, y el aprendizaje que se obtiene de esas experiencias. "El error es una oportunidad de crecer profesionalmente".
5. Uso del humor
Frente a la angustia que muchas veces baña al perfeccionista, el humor sutil y empático puede ser una buena medicina. Por ejemplo, se puede recurrir a la exageración o al catastrofismo para enfrentarse a sus pensamientos negativos.
6. Enfrentarse a la imperfección
Hay que empujar al perfeccionista a que se enfrente a su mayor enemigo: la imperfección. Acordar con él cometer algunos errores menores a propósito, negándose a corregirlos. Un ejemplo es que el trabajador envíe un email lleno de faltas de ortografía y errores en general, y que después tolere la ansiedad que le pueda crear.
7. Reconocer los límites
Los perfeccionistas pueden ser difíciles de ayudar, y el jefe debe aceptarlo, reconociendo así su propia imperfección.