
El autor, conferenciante e inversor Nir Eyal, experto en conducta, comenta que muchas compañías han implementado desde la pandemia distintas formas de medir la productividad de sus trabajadores. Cree que existe una alternativa mejor a espiar a las plantillas, la cual se trata de llegar hasta la raíz de lo que verdaderamente causa distracciones.
Si bien puede haber una serie de motivos tras este hecho (reuniones innecesarias, excesivos correos electrónicos, etc) Eyal comenta que para poder abordarlos es necesario identificarlos de manera correcta.
Esta es su propuesta para hallar las principales distracciones que tienen los trabajadores de una compañía.
Eliminar el estigma para poder contarlo
"El problema de una distracción en el trabajo es que no podemos comentar esa distracción en el trabajo. Si no pueden levantar la mano y decir que tienen un problema, ¿Entonces cómo podemos solucionarlo?", comenta. Y es que existe un poderoso estigma que impide al empleado hablar de sus preocupaciones por las distracciones. ¿Será simplemente por algo personal? ¿Son incapaces de concentrarse por cuestiones nimias?
Eyal afirma que el primer paso para solventar las distracciones en la oficina pasa por que esta posea un ambiente en el que la gente se sienta cómoda a la hora de compartir sus preocupaciones, en especial con sus superiores. "Creo que estas distracciones son un síntoma de disfunción cultural, que es el canario de la mina en una mala cultura empresarial", especifica.
Pero para ello los jefes deben comenzar predicando con el ejemplo. Por ejemplo, Eyal asegura que a menudo son ellos los que están revisando sus teléfonos durante las reuniones, dando una imagen de normalidad al hecho de estar distraídos. "Perpetúa lo que llamamos un ciclo de capacidad de reacción, porque la cultura de la organización fluye de arriba a abajo", dice. El autor propone, entonces, que estos hagan públicos sus propios procesos para sobreponerse a las distracciones, y que creen foros para que los trabajadores aireen sus preocupaciones.
La transparencia con el jefe
Eyal añade que el que un empleado reduzca sus distracciones radica en sus necesidades comunicativas. Los jefes no suelen saber a qué dedican el tiempo los miembros de su equipo, por lo que llegan a conclusiones equivocadas si ven que no se cumple con las expectativas.
Para el experto, una manera que tiene el empleado de cambiar la situación es explicar cómo planea gastar su tiempo. Pide sentarse con el superior una vez por semana, preferiblemente los lunes, y comentar el programa de trabajo para la semana entrante. Esto incluye preguntar qué debe ser tratado como algo prioritario. Además, ofrece al jefe la transparencia que quiere, sin tener que pasar por la dirección directa del personal. Asimismo, esto ayuda a prevenir las interrupciones en ciertos momentos de la jornada laboral.
"Ello les comunica que tienes un tiempo de concentración de 8:00 a 10:00, un rato para trabajar sin distracciones. En este escenario, no habría excusa para que tu jefe te toque el hombro, preguntándote con indignación el motivo por el que no respondiste a su correo. En caso de teletrabajar, se podría añadir un 'estado' que indique los ratos en los que se está concentrado. En la oficina, Eyal advierte de la poca eficacia que tiene el truco de ponerse los auriculares, pues incluso puede parecer que se está escuchando música o viendo un vídeo. Otra alternativa es desplazarse a una zona más tranquila de la oficina.
"No es cuestión de vida o muerte"
Pero al final, Eyal dice que la clave para que empleador y empleado dejen atrás las distracciones es cambiar de mentalidad. Se refiere a los comentarios con respecto a las distracciones: "Mis trabajadores estarían despistados sin mi", o "mi jefe me necesita constantemente". El experto asegura que quien intente apartar tiempo para trabajar sin interrupciones se sorprendería con los resultados.
"No sucede nada terrible. Creemos que estas cosas (las distracciones) son urgentes pero en realidad hay muy pocas emergencias que abordar en el momento", asegura. Para quienes piensen así, Eyal pide que apacigüen esa voz en su cabeza que les dice que cada notificación es cuestión de vida o muerte.
"Es algo constituido en nuestra mente, principalmente porque nos damos cuenta de que si no estamos en llamada constante, entonces podríamos tener que hacer el trabajo duro que creemos que no estamos haciendo. Y eso no es agradable", explica Eyal.