
A diferencia de los comicios del 28 de abril -cuando estuvo desaparecida-, la agenda de la ministra de Economía y Empresa en funciones, Nadia Calviño, ha estado repleta de actos en las fechas previas las Elecciones Generales de este domingo. Un no parar de actividad mediática que podría haber hecho sospechar el anuncio sorpresa que preparaba Pedro Sánchez para el debate de este lunes: que Calviño será su vicepresidenta económica si se mantiene en Moncloa. El anuncio, como demuestra la masiva exposición pública de una ministra que nunca ha ido en las listas en periodo electoral, es menos improvisado de lo que parece y formaría parte de una estrategia del candidato socialista para reforzar su perfil moderado e, in extremis, evitar unas nueva repetición electoral.
Primero, Calviño es una figura que gusta, y mucho, a Bruselas gracias a un perfil económico firme que siempre pone por delante el equilibrio presupuestario y fiscal... pero también gusta en España. Hasta cierto punto conservadora en lo económico -aunque también es una defensora acérrima de que las medidas financieras tienen que ir de la mano con las sociales-, la titular de Economía siente gran afinidad por las necesidades de la empresa española, un respeto que es recíproco por parte del sector privado nacional.
Además su designación cumple un doble objetivo político. Por un lado, cierra la puerta a un futuro acuerdo con Unidas Podemos. "Calviño va a asustar a la gente de izquierdas", afirmó ayer su secretario general, Pablo Iglesias. En cambio, la abre en el caso de que se pudiera llegar a algún tipo de acuerdo con el Partido Popular para que la legislatura eche a andar a más tardar en enero.
Sin embargo, los populares insistieron ayer en un detalle que a nadie se le escapa: no apoyarán, de ninguna manera, un gobierno liderado por Sánchez. ¿Y si esta es la jugada del propio Sánchez, colocar a Calviño como un comodín tecnócrata que, a la italiana y como si de un Giuseppe Conte se tratara, logre la gran coalición blanda que permita que el país eche a andar? Sí, suena a política ficción... pero jugadas más increíbles se han hecho realidad.