Elecciones Generales

España, el país en el que sacar un mal resultado electoral puede hacerte gobernar

Pedro Sánchez y Juanma Moreno. Foto: EP

Baste una idea para entender cuánto ha cambiado la realidad política española: Pedro Sánchez se convirtió en presidente del Gobierno con sólo 85 escaños, el peor resultado en la historia del PSOE. Por dar contexto fueron 25 menos de los que había sumado Alfredo Pérez Rubalcaba en 2011 y que provocaron su dimisión inmediata, además de la convocatoria de las primeras primarias abiertas de la historia del partido. Especial Elecciones 10-N

Es verdad que todo esto tiene matices. Primero porque Sánchez no fue presidente tras las elecciones, sino tras la moción de censura que lideró para tumbar a Mariano Rajoy dos años después. Segundo porque Rubalcaba no tenía a ningún otro partido relevante disputándole el espectro ideológico por aquel entonces, como sí sucedería después con el surgimiento de Podemos.

Sea como fuere, la España del multipartidismo ha hecho posible algo que nunca había sucedido en cuarenta años de democracia: que gobierne una lista que no ha sido la más votada. O lo que es lo mismo, pero dicho de otra forma, que la lista ganadora sea incapaz de gobernar.

Esto último, por cierto, ya ha sucedido tres veces en estos cinco últimos años, y de ahí la sensación de bloqueo político. Rajoy perdió la presidencia con una importante mayoría justo después de ganar otras elecciones y no haber logrado formar gobierno y justo antes de que a Sánchez le pasara lo mismo hace apenas unos meses.

El presidente perdedor

Ahora está por ver si se puede alcanzar otro hito -uno más- en las inminentes elecciones de noviembre: que, como sucedió con el actual presidente en funciones, llega a la Moncloa un candidato en su momento más bajo.

No hay precedente de tal cosa en las generales, pero otras elecciones demuestran que es posible. Es el caso de Juan Manuel Moreno Bonilla, presidente de la Junta con sólo 26 escaños, casi la mitad de los 50 que logró en su día Javier Arenas y con los que, pese a ganar las elecciones, se quedó sin gobernar. Igual que Ximo Puig, que se convirtió en president de la Comunidad Valenciana hace cuatro años con 23 escaños, diez menos de los que había obtenido en los comicios anteriores. En ambos casos, como le sucedió a Sánchez tras la moción de censura, lograron gobernar tras obtener los peores resultados de su historia.

Ahora bien, ¿podría la fragmentación actual propiciar un escenario como el andaluz el año pasado o el valenciano hace cuatro? A tenor de las encuestas parece complicado porque, aunque pronostican cierto retroceso del PSOE, se espera que no sea demasiado acentuado, lo que aún les coloca como opción más votada. En el bando contrario todos los sondeos apuntan al resurgimiento del PP tras la debacle de hace unos meses, fundamentalmente a costa del desgaste del PSOE y del supuesto derrumbe de Ciudadanos.

¿La resurrección del bipartidismo?

En cualquier caso hay una lección que parece clara tras la llegada del multipartidismo: ahora no gobierna el que gana, sino el que tiene mayor capacidad para llegar a acuerdos. Y eso es algo que Mariano Rajoy o Susana Díaz olvidaron, y que quién sabe si Pedro Sánchez vivirá en carnes propias en unas semanas.

Pero esa no es la única posibilidad que tendrá que evaluarse tras el escrutinio del 10 de noviembre: la atomización política ha llegado a tal punto que puede darse el caso de que estas sean las últimas elecciones en las que esta lógica de 'alianzas de perdedores' funcione.

Así, si el salto de dos a cuatro partidos hizo que se acabara la era de las mayorías absolutas, el paso a una lógica de seis partidos podría devolver al bipartidismo su fuerza perdida cinco años atrás. Por lo pronto parece que las irrupciones de Vox y Más País llegan justo en el peor momento de Ciudadanos y Podemos. Quién sabe si ganar las elecciones podrá volver a ser garantía segura de poder formar gobierno.

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