Los documentos del excomisario Villajero, que elEconomista continúa desgranando, muestran que faltó a la palabra que dio a sus interlocutores en BBVA, tras concluir la campaña de espionajes masivos de 2004-2005. El policía aseguró que había destruido las pruebas más comprometidas de esa operativa "por seguridad". Sin embargo, Villarejo las guardó para servir a sus propios intereses. Es el procedimiento que cabe esperar de una persona a sabiendas de que comete ilegalidades y de que toma partido en una guerra sucia. Ninguna de esas circunstancias es un atenuante de sus delitos. Del mismo modo su traición al BBVA tampoco es un descargo para el hecho de que la cúpula del banco se relacionara, presuntamente, con unas prácticas cuya ilegalidad tuvo que conocer.